A
Roma con amor (To Rome
With Love)
Dirección y guión: Woody Allen
Estados Unidos-Italia-España/2012
Peligro: cuando frente a los
consabidos títulos en blanco sobre negro de toda película de Woody Allen oímos
a Domenico Modugno cantar Volare, en
lugar de las melodías de Cole Porter, algo ya hace ruido en este nuevo estreno
anual. Woody continúa su periplo por las ciudades europeas; después de Londres,
Barcelona, Oviedo y Paris, nos lleva de paseo turístico por Roma. Pero, después
de las geniales ocurrencias de Medianoche en Paris, parece que se le acabaron
las ideas. No queda ni una. O todas equivocadas. Para compensar la falta,
eligió la peor solución: un combo de varias historias, ninguna interesante ni
original, y de un infantilismo que asusta, que dan trabajo a los actores que
obliga la producción internacional.
Del lado americano, un
arquitecto exitoso (Alec Baldwin) regresa alas calles del Trastevere en busca
de lugares donde vivió en su juventud. O en busca de su juventud, revivida en
Jesse Eisenberg y otros dos jóvenes en una historia triangular que lleva todos
los clichés reciclados de la marca registrada WA. Nunca sabemos si él es
testigo fantasma de esa historia actual, o no hace más que revivir
experiencias. Una peripecia previsible, que él va anunciando en cada paso.
Por el lado italiano, nada
peor que convocar al insoportable Roberto Benigni para interpretar al burgués
pequeño pequeño que vive sus quince minutos de fama y de paso burlarse con
torpeza de los medios y los paparazzi.
Y desde España llega una
vital Penélope Cruz (¿Penélope Cruz???) en una historia lamentable como la
prostituta que altera la visita a la Ciudad santa de una pareja de jóvenes
italianos católicos, robada de El jeque blanco de Fellini. O se trata de un
homenaje, de acuerdo.
Cuando vio el guión, Woody no
se resignó: no podían estar ausentes la comida y la ópera italianas, ni él
mismo. El otro combo los incluye a todos, y ni siquiera una Judy Davis
desaprovechada puede salvar el episodio. No sabemos cuál ridículo nos da mayor
vergüenza ajena: si Benigni desesperado por la fama o el tenor Fabio Armiliato cantando
bajo la ducha. Para no hablar de la misoginia que exuda cada historia de
infidelidades.
¿Cuáles serán las razones por
la que Woody Allen, a los 76 años, se vea obligado a filmar una película por
año? Quizás porque él vincula el retiro con la muerte…Tal vez por sus
compromisos con sus ya habituales productores españoles, o la oferta del ufficio turismo de la zona romana del
Lazio haya sido muy tentadora. Pero ni siquiera Roma –en un mapa del lugar
común- está bien fotografiada, como sí lo estuvo París. ¿Y ese gendarme que
inicia el relato? Un bochorno.
Del homenaje devenido
caricatura. Woody debería volver a Nueva York, o tomarse varios años sabáticos.
Josefina Sartora
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