23 de junio de 2012


Panorama del teatro, 1

Cada fin de semana, se presentan más de 200 espectáculos teatrales en Buenos Aires. Esta cifra asombrosa habla a las claras de la importancia del movimiento teatral en nuestra ciudad, que responde a variadas propuestas y concepciones estéticas y comerciales. A la hora de elegir un espectáculo, es difícil estudiar la cartelera, por los motivos mencionados. Tal vez nuestra atención se fije en las puestas más anunciadas, aquellas obras que van de miércoles a domingos, a veces con doble función los sábados, piezas que llegan precedidas por éxitos en Europa o Nueva York, y que interpretan actores consagrados y famosos.


Dentro de los estrenos de este año, Mineros se encuentra en esa categoría. Dirigida por el multifacético y talentoso Javier Daulte y protagonizada por Hugo Arana, Juan Leyrado, Jorge Marrale y Darío Grandinetti. La obra del inglés Lee Hall se basa en hechos reales, y versa sobre un grupo de mineros que en los años 30 devinieron pintores (de cuadros, aclaro). Aguda reflexión sobre el trabajo y la condición del trabajador, y sobre el franqueamiento de fronteras culturales y sociales, cuenta con el elenco del éxito de 2011, Baraka. Algunos de los mejores actores nacionales están allí, entre los que se destaca Hugo Arana la participación de Juan Grandinetti, que en un rol secundario ya demuestra llamativo talento.


La cabra es otra gran producción que dirige Julio Chávez, también protagonista. Más simbólica, el tema de la obra de Edward Albee es muy interesante: podemos enamorarnos de cualquier ser, no importa su naturaleza. Una pareja adulta entra en crisis y se plantea esta tesis. La esposa no está de acuerdo y vuelca su reacción al exterior. Vivana Saccone cumple una performance excelente como la esposa airada, que destruye el elegante hábitat rompiendo todo lo que tiene a mano. La escenografía de Jorge Ferrari cumple un rol importante en el drama, participando de la dinámica de la acción, con una elocuencia simbólica abrumadora. 


La otra obra que se encuadra en este grupo es Buena gente. David Lindsay-Abaire es un autor joven cuya obra tuvo un sonado éxito en Nueva York, y tentó a Mercedes Morán para traerla a Buenos Aires. Con otro elenco estelar, donde sobresalen Silvina Sabater, Verónica Llinás y Gustavo Garzón, Morán no logra dar la impronta del personaje de clase baja que reclama al enriquecido ex lo que él ha logrado en la vida mientras ella sufre las carencias de una existencia miserable. Claudio Tolchachir dirige esta puesta de modo similar a la realizada en Agosto: de manera convencional, sin apartarse de los mecanismos establecidos, pero sin lograr dar el nivel social y cultural que corresponde. Una muestra más de la importancia del contexto: tanto Daulte como Tolcachir parecen reservar su creatividad y vuelo para los momentos de su autoría, y en el caso de Tolcachir,  para las puestas en su propio teatro, Timbre 4.

Este ajustarse a lo tradicional es una característica común a todas las obras mencionadas: no se encuentran en ellas propuestas innovadoras, todo lo contrario, estamos frente a un teatro realista clásico, con interpretaciones excelentes pero que no se apartan de los medios expresivos convencionales. Otra característica que comparten es el gran despliegue de la escenografía: siendo todas grandes producciones, sus escenógrafos pueden desarrollar grandes y elaborados escenarios. El más llamativo es el que concibió Alberto Negrin para Buena gente: un complejo dispositivo mecánico pone y saca los distintos decorados para las diferentes escenas que tienen lugar en los barrios bajos y en una casa en un country. Paredes, escaleras y muebles se deslizan por el escenario mientras en el enorme telón del fondo se proyectan imágenes relacionadas con la escena, que es el aspecto más logrado del conjunto.

Quien busque en el teatro la propuesta menos habitual, esa sacudida que nos mueva de nuestro lugar más conocido, debe incursionar en otros sitios. Las encontrará en el circuito off off, por supuesto, pero también en pleno Corrientes: por ejemplo Greek, del revulsivo autor inglés Steven Berkoff. Versión moderna del Edipo Rey de Sófocles, Berkoff lo traslada a la Inglaterra de los días de Margaret Thatcher, donde la peste se traduce en un país degradado, violento y voraz. Un elenco extraordinario dirigido por Analía Fedra García desarrolla la historia con mínimos elementos de escenografía y vestuario, pero grandes cualidades interpretativas: Ingrid Pellicori, Roxana Berco, Horacio Roca y Martín Urbaneja tienen, cada uno, su momento de lucimiento y conforman un conjunto de alto nivel. Notable la composición de la Esfinge que logra Pellicori.

Más modesta , pero muy efectiva, es la obra de Mariana Chaud, quien también la dirige: En la huerta. A partir de la Guía Práctica Ilustrada para el Horticultor Autosuficiente, de John Seymour, surgió la idea de esta obra, con dos únicos personajes interpretados por la talentosa Moro Anghileri y un revelador William Prociuk. Pequeña pieza que aborda temas como la ecología, el sentido práctico y también el amor entre seres muy diferentes, franqueando barreras culturales.

Más lejos en el espacio, otra obra muy interesante: El casting: un actor fuera de cuadro, escrita y dirigida por Sebatián Kirszner, es una agradable sorpresa, porque con gran economía, dos formidables actores logran un clima tragicómico conmovedor. Alejandra Marina Álvarez y Luciano Cazaux motivan un forzado casting en un duelo actoral tan intenso como divertido.

Y hay mucho más, que iremos comentando.

Josefina Sartora

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