Historias que sólo existen al ser recordadas
Dirección: Julia MuratGuión: Julia Murat, Maria Clara Escobar, Felipe Sholl
Brasil-Argentina-Francia/2011
La cartelera presenta en
estos días dos películas que ponen su acento en el tratamiento artístico de la
imagen, con una aproximación a lo pictórico. Además de El molino y la cruz,
llega Historias que sólo existen al ser recordadas, opera prima de la
brasileña Julia Murat -hija de la también directora Lucia Murat-, coproducida
con Argentina, después de su cosecha de premios en distintos festivales
internacionales.
Film melancólico,
crepuscular, que bordea el realismo mágico, muestra uno de los tantos pueblos
ignotos de Brasil, abandonado a su suerte después de que el tren dejó de pasar
por allí. Sus pocos habitantes p en usan sus días en una rutina diaria, en la
repetición de gestos y actitudes y en la evocación de los muertos. Hasta ese
lugar llega una extranjera, Rita, una joven con su cámara de fotos que desea
registrar esa realidad. Suerte de alter ego de la directora, quien ha
investigado la actualidad de los pueblos abandonados, en vías de desaparición aquejados
por la crisis del café y la ausencia de comunicaciones, y condensa sus
experiencias en este hipnótico film. Rita pasa a ser la única persona joven del
pueblo, y vence las resistencias de su docena de habitantes para fotografiar sus
vidas y sus rutinas. Su anfitriona es Madalena (sugestiva Sonia Guedes), una
anciana encargada de hornear el pan cada mañana para el resto de la comunidad. El
ritmo de la película sigue el de esa especie de pueblo fantasma, con sus
códigos de rutina, su comunidad férrea, su cura anquilosado, y su zona de
misterio: un cementerio cerrado, símbolo de la muerte detenida. Sin embargo,
uno se pregunta si no es ese un pueblo muerto, tan cercano está de Comala, el
de Pedro
Páramo, genial novela de Juan Rulfo. Fuera del tiempo, sin adelantos
modernos ni electricidad, la vida del lugar está magníficamente fotografiada
con luces naturales por el argentino Lucio Bonelli, fotógrafo de las películas
de Lisandro Alonso, con muy bellas tomas nocturnas e sugerentes largos planos
que acentúan el clima de morosidad.
La talentosa directora ha
elaborado una sugestiva reflexión sobre la vida y la muerte y el paso del
tiempo, sobre el rol de la mujer, sobre las distancias generacionales. Y una
vez más lleva a la pantalla el estrecho vínculo entre fotografía y feminismo. Este
visualmente poético film recurre con sabiduría al realismo mágico para plantear
esas cuestiones tan reales como actuales.
Josefina Sartora
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