23 de agosto de 2012

Fantasmas vivos


Historias que sólo existen al ser recordadas
Dirección: Julia Murat
Guión: Julia Murat, Maria Clara Escobar, Felipe Sholl
Brasil-Argentina-Francia/2011



La cartelera presenta en estos días dos películas que ponen su acento en el tratamiento artístico de la imagen, con una aproximación a lo pictórico. Además de El molino y la cruz, llega Historias que sólo existen al ser recordadas, opera prima de la brasileña Julia Murat -hija de la también directora Lucia Murat-, coproducida con Argentina, después de su cosecha de premios en distintos festivales internacionales.

Film melancólico, crepuscular, que bordea el realismo mágico, muestra uno de los tantos pueblos ignotos de Brasil, abandonado a su suerte después de que el tren dejó de pasar por allí. Sus pocos habitantes p en usan sus días en una rutina diaria, en la repetición de gestos y actitudes y en la evocación de los muertos. Hasta ese lugar llega una extranjera, Rita, una joven con su cámara de fotos que desea registrar esa realidad. Suerte de alter ego de la directora, quien ha investigado la actualidad de los pueblos abandonados, en vías de desaparición aquejados por la crisis del café y la ausencia de comunicaciones, y condensa sus experiencias en este hipnótico film. Rita pasa a ser la única persona joven del pueblo, y vence las resistencias de su docena de habitantes para fotografiar sus vidas y sus rutinas. Su anfitriona es Madalena (sugestiva Sonia Guedes), una anciana encargada de hornear el pan cada mañana para el resto de la comunidad. El ritmo de la película sigue el de esa especie de pueblo fantasma, con sus códigos de rutina, su comunidad férrea, su cura anquilosado, y su zona de misterio: un cementerio cerrado, símbolo de la muerte detenida. Sin embargo, uno se pregunta si no es ese un pueblo muerto, tan cercano está de Comala, el de Pedro Páramo, genial novela de Juan Rulfo. Fuera del tiempo, sin adelantos modernos ni electricidad, la vida del lugar está magníficamente fotografiada con luces naturales por el argentino Lucio Bonelli, fotógrafo de las películas de Lisandro Alonso, con muy bellas tomas nocturnas e sugerentes largos planos que acentúan el clima de morosidad.

La talentosa directora ha elaborado una sugestiva reflexión sobre la vida y la muerte y el paso del tiempo, sobre el rol de la mujer, sobre las distancias generacionales. Y una vez más lleva a la pantalla el estrecho vínculo entre fotografía y feminismo. Este visualmente poético film recurre con sabiduría al realismo mágico para plantear esas cuestiones tan reales como actuales.

Josefina Sartora

No hay comentarios:

Publicar un comentario