12 de octubre de 2012

Festival de Valdivia, 3ª nota

Cine chileno
Después de casi una semana inmersa en este Festival, con colegas chilenos, cine chileno, comida y cultura chilenas, me voy de Valdivia con la sensación ya hablar como ellos, con esa musicalidad tan armoniosa del habla trasandina, diciendo ia, al tiro, hoy día… ¿Lo cachai?

El Festival de Valdivia está organizado por la Universidad Austral de Chile, que tiene un campus maravilloso en medio del bosque, con un aula magna envidiable, y el compromiso de la ciudad, que se involucra en la medida que uno desearía se comprometiera Mar del Plata con su Festival, por ejemplo. Es dicha aula magna se realizó la apertura y otras funciones de cine chileno, el que desde hace unos años se ha instalado en la cinematografía mundial y en el circuito de festivales. Sin embargo, lo (poco) que pude ver en Valdivia no estuvo del todo a altura de lo esperado, teniendo en cuenta que allí se presentan las mejores realizaciones cada año.


Lo mejor resultó la película que ganó el premio oficial de la Competencia Internacional, De jueves a domingo, presentada en el último Bafici y ganadora de premios en Locarno y Rotterdam. (Locarno parece ser la musa inspiradora de Valdivia, como lo fue del último Bafici.) Muy esperado aquí lo que constituía su estreno nacional, la opera prima de Dominga Sotomayor, road movie familiar, se desarrolla en gran medida dentro de un auto con el que una familia al borde de la desintegración realiza un viaje a la zona norte de Chile, donde tienen una parcela. La situación está expuesta siguiendo el punto de vista de la niña, de unos 11 años, inteligente y perceptiva, que entiende lo que sus padres no dicen, o no muestran, pero que subyace en el fondo de la relación. Una mirada, una respuesta elusiva, le sirven a Lucía para intuir el quiebre entre sus padres. Sotomayor lo filma con sutileza, evidenciando que se siente más cómoda y eficiente dirigiendo niños que mayores. Sus encuadres también hablan de la fracturación familiar: es poco lo que vemos de los padres, y en todo caso se los muestra de espaldas, y separados. Esta mirada infantil resulta lo mejor del film, que cae en ciertos lugares comunes y no habla a favor del rol de la mujer. Pero también su sensibilidad para con los usos del habla y el manejo del diálogo revela a una directora más que interesante. Como su corto previo también abordaba el mismo tema, queda por esperar su próxima obra, para observar la evolución de esta nueva directora chilena.


La otra película chilena en Competencia Internacional también era un estreno aguardado. Carne de perro le valió a Fernando Guzzoni el premio Nuevos Directores en el reciente Festival de San Sebastián. Sin embargo, no llego a compartir tanto entusiasmo. El director ha repetido en una y otra entrevistas que quiso investigar qué se había hecho de los torturadores de la dictadura de Pinochet, dónde están ahora, con quién viven, cómo es su vida. Lo que se ve en el film es el diario vivir de un personaje gris, triste y solitario, ex militar, que hoy vive angustiado porque su mujer lo ha dejado y ni ella ni su hija quieren verlo. Solo, alejado de la institución y las personas que le daban sentido, descarga toda su violencia en ataques cotidianos, tortura a su propio perro y deambula su lamentable existencia por las calles de Santiago mientras su taxi está en el taller mecánico. Muy a la Dardenne, rigurosa, cerrada, la cámara lo sigue de espaldas. El film tiene algunos trazos gruesos, sobre todo en la descripción del personaje, y le falta ritmo, pero tiene un interesante trabajo con el fuera de campo –característica que se reiteró en muchos de los films de la Competencia.


Ignacio Nacho Agüero es un importante documentalista chileno que formó parte del Jurado Oficial, junto a la programadora del Bafici Violeta Bava y el crítico peruano John Campos Gómez. Presentó en Valdivia su último film, El otro día, un documental que decidió realizar con la gente que llegara a tocar el timbre de su casa. Con esta original idea doméstica –no quiero viajar para realizar un documental, dijo Nacho- la consigna era “tú tocas a mi puerta, yo toco a la tuya”. Así, entrevista en sus casas a quienes llegan para pedir algo de comida, o unos pesos, o lo visitan. Y va armando un interesante mapa social y geográfico de su ciudad, al tiempo que hermosas tomas registran su hogar y jardín, su ambiente familiar, su vida doméstica, su autorretrato. Es muy simpática la secuencia en que una diseñadora de arte llega desde Valparaíso a presentar su curriculum y termina colaborando en los títulos de este film.

Josefina Sartora

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