26 de noviembre de 2012

Festival de Mar del Plata 2012. 1ª nota


 
Nueva edición del Festival de Mar del Plata, que en los últimos años ha hecho todo lo posible para adoptar el perfil de los festivales independientes. Su programación incluye unos cuantos títulos vistos en otros festivales y de hecho, Mar del Plata y el Bafici compiten para obtener las mismas películas, y muchas veces algunos films pueden verse en ambos festivales. La exclusividad siempre recae en la presentación de las últimas películas argentinas, que se exhiben en première mundial. Igual que en el Bafici. Bajo este perfil, independiente y abierto a las nuevas propuestas del cine internacional, alejadas de la cinematografía de Hollywood, este año el Festival ofrece una programación por demás interesante, tanto en sus Competencias como en las demás secciones, con un alto y parejo nivel.
Pasaré a reseñar algunas películas de las distintas Competencias.


Domestic. Adrian Sitaru, Rumania/2012.
El cine rumano sigue ocupando un lugar preferencial en todos los festivales, la prueba es que este año se aceptaron dos films rumanos en la Competencia Internacional. El último de Sitaru (de quien vimos Hooked y Best Intentions en sendos Baficis) es –como indica su nombre- una comedia sobre la vida doméstica, o acerca de la banalidad cotidiana. Diversos episodios interconectados muestran la vida privada de los habitantes de un edificio de departamentos, cuyas vidas están íntimamente vinculadas a la presencia de los animales que llegan para ocupar un lugar importante en la familia: una gallina, un conejo, un perro, una gata y otros bichos devienen catalizadores de acciones familiares importantes. Está realizada en el más puro realismo rumano, filmado con un plano general para cada situación, sin valerse nunca del plano-contraplano en el ininterrumpido diálogo entre los personajes. Diálogos que a veces tienen a varios personajes hablando al unísono de temas irrelevantes, como en cualquier reunión familiar. Un excelente fresco social y humano de la vida contemporánea.

La música callada. Fernando Boto, Argentina/2012.
Muy distinto es el abordaje al tema de la fe en esta opera prima del argentino Fernando Boto, en Competencia Latinoamericana. El título proviene de un poema de San Juan de la Cruz, y resulta muy apropiado para este documental sobre dos clérigos también ortodoxos, o bizantinos, que habitan un mínimo monasterio en un despoblado paraje bonaerense. Sin una línea de diálogo, tan sólo con los sonidos de la naturaleza y los cánticos religiosos, la cámara los toma discreta, respetuosamente, en sus tareas cotidianas. El trabajo con la tierra, la cocina, la pintura de íconos, la traducción de textos sagrados y la tarea con la comunidad de feligreses y el rezo ocupan todo el tiempo de estos hombres entregados a la religión. Una rara avis en el cine argentino, que hay que celebrar.

 
El limpiador. Adrián Saba, Perú/2012.
Eusebio es un hombrecito gris dedicado a su trabajo forense: limpiar los lugares donde ha ocurrido una muerte violenta. Y en momentos en que la ciudad de Lima vive una epidemia misteriosa, que mata a sus víctimas de manera fulminante y a mansalva, vive dedicado a su tarea. Y también se ocupad de algunos trabajos sucios. Su vida rutinaria y monótona se ve alterada cuando tras la muerte de una mujer halla a su pequeño hijo escondido en un armario. Con la ciudad colapsada, y los albergues llenos de niños, Eusebio no ve otra salida que hacerse cargo del muchacho. Mientras busca a su familia, va creciendo una relación entre ambos, de protección y mutua compañía. El chico le permite ver la vida de otra manera, abrir su corazón y recomponer su deteriorada relación con su propio padre.
Con un contenido minimalismo, sin apartase un ápice de sus dos personajes, el film de Saba es una saludable sorpresa. Igual de estricta es su estética y fotografía, que pone de manifiesto el carácter del hombre y su relación con el mundo. Si bien la narración se prolonga más allá de lo necesario, es conmovedora la pintura de esos dos personajes, ajenos a la peste, que elaboran su conexión con la vida.

José Campusano
Fango. José Celestino Campusano. Argentina/2012.
Cada nueva edición del Festival de Mar del Plata es la oportunidad de ver lo más nuevo de Campusano, favorito del Festival. En una nueva incursión por el arrabal bonaerense, los personajes de Fango hacen tango trash, y quieren llevar el tango al límite, expresando toda la rabia que oculta la melancolía tanguera. En verdad, ellos mismos son seres trash y es el film el que lleva al límite las relaciones de esa gente de los suburbios, que se mueven entre la bohemia, la (in)fidelidad y el lumpenaje. El film desarrolla dos historias en paralelo: la de la formación de una banda para tocar esa fusión de tango y heavy rock y un melodrama de infidelidades conyugales y fidelidades de la amistad. Violecia, sexo, música y muerte tensan la cuerda, hasta que no hay vuelta atrás. Con algunos aciertos y otros errores, Campusano sigue fiel a si mismo y al cine que ya ha presentado en Vil romance y Vikingo, metiéndose a fondo en las comunidades marginales que retrata, con una elección estética basada en el brutalismo y el regodeo con el feísmo. Desde mi punto de vista, encontré el tratamiento digital errado para este film: un brillo artificial no se corresponde con el carácter opaco y rugoso de la historia, estableciéndose una pelea entre ambos. En la imagen, Campusano no quiso llevar las cosas hasta ese límite que pregona.

Josefina Sartora

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