El Festival de Viena no posee una
Competencia Oficial Internacional. No es un festival competitivo en el que se
destaque una selección diferenciada, sino que sus muchos films, de ficción y
documentales, están catalogados al mismo nivel. Hay no obstante algunos
premios, no oficiales: por ejemplo, el del público, auspiciado por el Diario
Standard, fue para la extraordinaria Leviathan, de Véréna Paravel
y Lucien Castaing-Taylor, que admiré en el Festival de Valdivia y sobre la que
he escrito en esa oportunidad. También se otorga un premio Fipresci a una
selección de primeras y segundas obras. El jurado -con los amigos Jonathan
Rosenbaum y Diego Brodersen- premió la visceral Margaret, de
Kenneth Lornegan.
Un film complejo, intenso, cuya producción duró años, con un
elenco multiestelar: además de las protagonistas –las excelentes Anna Paquin y J.
Smith-Cameron- hacen su aparición secundaria Matt Damon, Mathew Broderick, Jean
Reno, Mark Ruffalo, Allison Janney. La joven Lisa es testigo de un accidente de
tránsito del cual ella se siente en parte responsable, y vive un shock que la
hace sentir obligada a cambiar lo arbitrario del asunto. Joven e idealista,
deberá confrontar con la generación mayor, que quiere olvidar el problema. Si
por momentos el film decae con tramas menores, o por el exceso de diálogo, es
un buen retrato de la sociedad urbana en la Nueva York actual, y plantea
cuestiones morales del momento iniciático a la adultez.
Los temas sociales y políticos también estuvieron presentes
en la Viennale. En Rengaine (Refrain), del actor, escritor y ahora director Rachid
Djaïni, los conflictos raciales estallan en la Francia actual cuando una pareja
mixta decide casarse, ella árabe musulmana, él negro y cristiano. Todas las
resistencias ancestrales de ambos grupos sociales y raciales se focalizan en el
hermano de ésta, un pobre tipo que asume una función patriarcal y represiva a
pesar de que él mismo mantiene una relación oculta con una judía, de quien está
verdaderamente enamorado. Si bien árabes y africanos pueden ser amigos, un
matrimonio entre ellos es más improbable que ver un dragón, afirman los
varones. La alteración del lugar tradicional de la mujer en una época de
cambios y sus consecuencias están mostrados con una cámara ágil, en agresivos
primeros planos y movimiento constante, que transmiten la sensación de peligro
y violencia inminente. El film desnuda la hipocresía en las relaciones, los
prejuicios arraigados y las contradicciones de sus protagonistas. Tuvo Premio Fipresci en el último festival de Cannes.
Para terminar, La noche de enfrente, el último film
–casi podría decirse póstumo- de Raúl Ruiz- es tan surrealista como su propio
título. Acechado por la muerte, Ruiz desarrolla una compleja trama donde pasado
y presente, vida y muerte, ilusión y realidad se entretejen sin mayores
advertencias. De regreso en Chile, Ruiz filma conservando todas sus marcas de
estilo y lenguaje estético, y utiliza una iluminación sofisticada y unos
colores feéricos con el fin de producir esa sensación de irrealidad tan suya.
Sergio Hernández encarna a un burócrata a punto de retirarse –alter ego de
Ruiz- y que espera en su pensión a quien venga a matarlo. Mientras llega el
momento, el protagonista pasa de adulto a niño, dialoga con Beethoven, con John
Long Silver, con Jean Giono, en distintas edades, distintas situaciones, con
una estructura fragmentaria.
Basada en cuentos del chileno Hernán del Solar, La
noche de enfrente constituye una elaborada meditación sobre la muerte,
por momentos hipnótica, otros llenos de citas literarias y culturales, en la
que Ruiz divaga sin importarle la continuidad, ni la coherencia narrativa, ni
seducir al espectador. La pura libertad y para el cine más puro, en suma.
Los tesoros del Albertina
Viena no ofreció sólo cine. También hubo música, muchísima,
cada día. No voy a hablar de sus fiambres y vinos, ni de sus cafés, repostería
y pastelería, porque para blogs gastronómicos el de Quintín cumple su cometido,
pero sí de las excelentes exposiciones que –como siempre- ofrece el museo
Albertina. La muestra Monet hasta
Picasso ofrece lo mejor de su colección de modernismo. La más sonada, Kaiser Maximiliar I, constituye una
oportunidad única de ver reunido un amplio espectro del arte en los tiempos de
Durero, cuando ese emperador hizo grande a Austria. Pero la más impactante, sin
duda, es, un conjunto de fotografías que cuestionan la representación
tradicional del cuerpo El cuerpo como
protesta. El conjunto de fotos de importantes fotógrafos contemporáneos
rechaza la idea de cuerpo perfecto: la exposición de la vejez y enfermedad
revelan que el cuerpo es transitorio. Procedimientos como la fragmentación,
deformación y desfamiliarización constituyen gestos agresivos para cuestionar
los estándares convencionales.
Tuve la suerte de que estuviera abierto el sector del
palacio Albertina, majestuoso, que alberga obras permanentes, como una
colección de dibujos de Egon Schiele, un bellísimo atardecer lunar de Caspar
Friedrich y varios célebres dibujos de Durero, mejores que toda la exposición
que se realiza en su memoria.
Josefina Sartora
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