14 de noviembre de 2012

Viennale 2012. Última nota


El Festival de Viena no posee una Competencia Oficial Internacional. No es un festival competitivo en el que se destaque una selección diferenciada, sino que sus muchos films, de ficción y documentales, están catalogados al mismo nivel. Hay no obstante algunos premios, no oficiales: por ejemplo, el del público, auspiciado por el Diario Standard, fue para la extraordinaria Leviathan, de Véréna Paravel y Lucien Castaing-Taylor, que admiré en el Festival de Valdivia y sobre la que he escrito en esa oportunidad. También se otorga un premio Fipresci a una selección de primeras y segundas obras. El jurado -con los amigos Jonathan Rosenbaum y Diego Brodersen- premió la visceral Margaret, de Kenneth Lornegan.
 
 
Un film complejo, intenso, cuya producción duró años, con un elenco multiestelar: además de las protagonistas –las excelentes Anna Paquin y J. Smith-Cameron- hacen su aparición secundaria Matt Damon, Mathew Broderick, Jean Reno, Mark Ruffalo, Allison Janney. La joven Lisa es testigo de un accidente de tránsito del cual ella se siente en parte responsable, y vive un shock que la hace sentir obligada a cambiar lo arbitrario del asunto. Joven e idealista, deberá confrontar con la generación mayor, que quiere olvidar el problema. Si por momentos el film decae con tramas menores, o por el exceso de diálogo, es un buen retrato de la sociedad urbana en la Nueva York actual, y plantea cuestiones morales del momento iniciático a la adultez.


Los temas sociales y políticos también estuvieron presentes en la Viennale. En Rengaine (Refrain), del actor, escritor y ahora director Rachid Djaïni, los conflictos raciales estallan en la Francia actual cuando una pareja mixta decide casarse, ella árabe musulmana, él negro y cristiano. Todas las resistencias ancestrales de ambos grupos sociales y raciales se focalizan en el hermano de ésta, un pobre tipo que asume una función patriarcal y represiva a pesar de que él mismo mantiene una relación oculta con una judía, de quien está verdaderamente enamorado. Si bien árabes y africanos pueden ser amigos, un matrimonio entre ellos es más improbable que ver un dragón, afirman los varones. La alteración del lugar tradicional de la mujer en una época de cambios y sus consecuencias están mostrados con una cámara ágil, en agresivos primeros planos y movimiento constante, que transmiten la sensación de peligro y violencia inminente. El film desnuda la hipocresía en las relaciones, los prejuicios arraigados y las contradicciones de sus protagonistas. Tuvo Premio Fipresci en el último festival de Cannes.


Para terminar, La noche de enfrente, el último film –casi podría decirse póstumo- de Raúl Ruiz- es tan surrealista como su propio título. Acechado por la muerte, Ruiz desarrolla una compleja trama donde pasado y presente, vida y muerte, ilusión y realidad se entretejen sin mayores advertencias. De regreso en Chile, Ruiz filma conservando todas sus marcas de estilo y lenguaje estético, y utiliza una iluminación sofisticada y unos colores feéricos con el fin de producir esa sensación de irrealidad tan suya. Sergio Hernández encarna a un burócrata a punto de retirarse –alter ego de Ruiz- y que espera en su pensión a quien venga a matarlo. Mientras llega el momento, el protagonista pasa de adulto a niño, dialoga con Beethoven, con John Long Silver, con Jean Giono, en distintas edades, distintas situaciones, con una estructura fragmentaria.

Basada en cuentos del chileno Hernán del Solar, La noche de enfrente constituye una elaborada meditación sobre la muerte, por momentos hipnótica, otros llenos de citas literarias y culturales, en la que Ruiz divaga sin importarle la continuidad, ni la coherencia narrativa, ni seducir al espectador. La pura libertad y para el cine más puro, en suma.


Los tesoros del Albertina

Viena no ofreció sólo cine. También hubo música, muchísima, cada día. No voy a hablar de sus fiambres y vinos, ni de sus cafés, repostería y pastelería, porque para blogs gastronómicos el de Quintín cumple su cometido, pero sí de las excelentes exposiciones que –como siempre- ofrece el museo Albertina. La muestra Monet hasta Picasso ofrece lo mejor de su colección de modernismo. La más sonada, Kaiser Maximiliar I, constituye una oportunidad única de ver reunido un amplio espectro del arte en los tiempos de Durero, cuando ese emperador hizo grande a Austria. Pero la más impactante, sin duda, es, un conjunto de fotografías que cuestionan la representación tradicional del cuerpo El cuerpo como protesta. El conjunto de fotos de importantes fotógrafos contemporáneos rechaza la idea de cuerpo perfecto: la exposición de la vejez y enfermedad revelan que el cuerpo es transitorio. Procedimientos como la fragmentación, deformación y desfamiliarización constituyen gestos agresivos para cuestionar los estándares convencionales.


Tuve la suerte de que estuviera abierto el sector del palacio Albertina, majestuoso, que alberga obras permanentes, como una colección de dibujos de Egon Schiele, un bellísimo atardecer lunar de Caspar Friedrich y varios célebres dibujos de Durero, mejores que toda la exposición que se realiza en su memoria.

Josefina Sartora

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario