9 de noviembre de 2012

Viennale 2012. 2a nota

La mujer, tema de la Viennale

En la edición del cincuentenario de la Viennale, la figura de la mujer ocupa un lugar relevante, ya en su carácter de artista, o por la relevancia de sus protagonistas, o por las temáticas femeninas, que abundan en los films de la programación. Incluso en los premios se reitera el detalle: el premio del público fue para la extraordinaria Leviathan, de Véréna Paravel y Lucien Castaing-Taylor y el de Fipresci -con los amigos Jonathan Rosenbaum y Diego Brodersen en el jurado- fue para la visceral Margaret, de Kenneth Lonergan -a la cual me referiré en otra nota-, con una protagonista femenina de primer orden.

Foto: J.S.
La estrella invitada este año para una performance en vivo -en anteriores oportunidades pude escuchar a Ingrid Caven, a Lou Reed- es Patti Smith. Algunos veteranos podrán acaso comprender la emoción que sentí durante todo el recital de este ícono de la contracultura que admiramos en los ´60 y ´70. Con todos sus años, el cansancio del jet lag y el huracán Sandy a sus espaldas, Patti nos regaló una velada excepcional, inolvidable para mí. El programa se llamó Una noche para recordar, en su doble sentido, porque entre balada y balada, alternando guitarras y con una canción a capella, leyó fragmentos de su diario personal, con recuerdos de Robert Mappelthorpe -de cuyo nacimiento esa noche era el aniversario-, de su marido Fred Smith, de Allen Ginsberg, Bruce Springsteen, etc. Terminamos cantando todos.
 

Como decía antes, en la Viennale de 2008 había podido asistir a un recital de Ingrid Caven, actriz del Nuevo Cine Alemán en los ´70. Bertrand Bonello -director a quien el próximo Festival de Mar del Plata dedicará un Foco- también la vio en Paris y quedó tan impactado por su personalidad que decidió filmar su performance. Ingrid Caven, Musique et voix es un documental de registro clásico, filmado con 2 cámaras; lo extraordinario es el trabajo que la otrora actriz realiza con músicas que si vienen de alguna tradición musical, son transformadas por ella hasta extremos osadísimos. Dueña de una rica amplitud tímbrica, Caven experimenta con la música, con los sonidos en abstracto y sobre todo, con la voz.
Dirigido en China por una mujer, Emily Tang, Ai de ti shen (All Apologies) es un melodrama familiar que explora las nuevas condiciones sociales de la mujer en su país. Dos familias vecinas se ven fatalmente unidas por un accidente y sus consecuencias más violentas aun, en las que la mujer se ve obligada a responder contra su verdadera voluntad por los errores del hombre. Los personajes –gente de pueblo trasladada a la ciudad- no parecen participar del rápido desarrollo de China, viven en sus bordes y en todo caso son víctimas de él. Las cuestiones morales subsisten en una realidad que dista de la utopía del progreso.


Si Ai de ti shen termina con un nacimiento, Sinapupunan (Thy Womb) comienza y termina con sendos partos. El nuevo film del filipino Brillante Mendoza es una historia de amor atípica, que -entre otras cosas- le sirve de pretexto para pintar un fresco de la vida en una comunidad del sur de su país que vive pobremente, en precarias chozas de madera sobre el mar. Su protagonista es una partera que, paradójicamente, no puede engendrar hijos propios. Ya no joven, su marido desea un hijo, y ella se dedicará con tesón a conseguirle una nueva segunda esposa, joven, que pueda cumplir su sueño. La actriz Nora Aunor compone un personaje encantador, que quedará como uno de los más simpáticos del festival.
Mendoza abandona los temas sórdidos de films anteriores, pero en el tiempo que sus personajes visitan las posibles candidatas, documenta en bellísimas tomas la vida, usos y costumbres de estos pobladores musulmanes que conservan sus tradiciones sociales y religiosas, con hermosos juegos con la luz y el color, sin por ello quedarse en el mero pintoresquismo. No todo es paz y amor en esta historia, no estamos en el paraíso. La represión, el ejército, la guerrilla son amenazas de cada momento. Vida y muerte, amor y tradición, temas universales humanos, en un film bellísimo y conmovedor.


He seguido la obra de Naomi Kawase con atención desde el principio. En ella no cesa de ocuparse del tema familiar, de los partos y la maternidad, de la familia ausente y de la memoria, tal vez motivada por su propia historia. Habiendo crecido sin sus padres, una pareja –sus tíos, probablemente- se ocupó de criarla. Uno Kawase, su madre adoptiva –a quien Naomi llama abuela- había sido la estrella de un documental anterior, Tarachime. Ya muy anciana, Kawase vuelve a filmarla a los 95 años en su más reciente documental, Chiri (Traces). Nuevamente retrata su cuerpo con las marcas de la vejez –aunque aquí parece más benévola- y su enfermedad en su estado final. Kawase también hace explícito el hecho fílmico, la filmación y la proyección en abismo de registros anteriores. Pero sobre todo es éste un retrato emocionado del amor incondicional que ambas mujeres se profesan.
Resulta algo excepcional encontrar una comedia en la Viennale. En Camille redouble Noémi Lvovsky, realizadora, guionista y primera actriz, desarrolla una historia donde se pone juego la fantasía más delirante. A los 40 y pico, su personaje atraviesa una crisis después de que su marido la ha dejado tras 25 años, y su carrera como actriz no va para ningún lado. Súbitamente, se encuentra de regreso en los años ´80, cundo era una colegiala adolescente. Conciente de que la vida le ha dado otra oportunidad, sabe aprovecharla. Con toques de humor y de melancolía, no cambia su pasado pero puede observar mejor su futuro. Es un acierto que la misma actriz, sin disimular sus años, cumpla el rol de la joven de dieciséis. Sin ser un gran film ni mucho menos, aporta una cuota de optimismo. En los secundarios, se destacan la gran Yolande Moreau y Denis Podalydès, y Jean Pierre Léaud y Mathieu Amalric tienen sendos cameos, caricaturizados.

Cine argentino
 
 
El cine argentino está presente en la Viennale con la proyección de El etnógrafo, de Ulises Rosell, y Villegas, de Gonzalo Tobal, ambas vistas en el Bafici, y la novedad absoluta: Leones. Resultó raro ver por primer vez un film argentino en Viena, nunca antes proyectado en Buenos Aires. Leones, opera prima de Jazmín López, había sido presentado en el Festival de Venecia en la sección Orizzonti, dedicada al cine más renovador. López es directora, guionista y productora de este film que trae varios homenajes: sobre todo a Gus van Sant, y que cuenta con Matías Mesa –colaborador de van Sant- como camarógrafo y fotógrafo. Su cámara sigue de atrás un grupo de cinco jóvenes que se han perdido en un bosque. No hay casi información sobre ellos, por distintos indicios vamos deduciendo que han tenido un accidente –¿tal vez mortal?- en un coche carísimo que ha quedado destruido, que algunos se aman, que tienen tan poco para decirse que prefieren jugar juegos de palabras. Por momentos parece que el film carece de sentido, que opera igual que esos juegos: un conjunto de palabras con significado en sí mismas pero sin sentido ulterior. Un fotografía bellísima en larguísimos planos secuencia en los bosques de Bariloche y Bolsón se combina con otras tomas en las playas de Claromecó,  en ese viaje improbable de los amigos. López tiene claro que busca una construcción estética, una idea sobre la cual rodar sin cerrar significados, pero se echa de menos el contenido.
Leones me recordó mucho a Los salvajes, el film de Alejandro Fadel, aunque el film de López es más contenido, menos grandilocuente, pero igualmente ambicioso. El más nuevo cine argentino filma una vez más en los ambientes naturales, donde sus jóvenes personajes parecen no encontrar su lugar. La muerte ronda como presencia ominosa y nunca clara. ¿Están muertos? Después de la proyección la directora declaró que su film es un ejercicio sobre el tiempo, la muerte y la repetición. Mencionó también como estímulo el cine de  Antonioni, y el film tiene un escena en su honor. López está en un búsqueda respetable, que ahondará cuando se afirme en su propio talento, esperamos su próximo film.

Bonus: anécdota
Contó Patti Smith que a poco de llegar, muy joven, a Nueva York, conoce a Allen Guinsberg. El poeta la invitó a comer, charlaron y al rato él le pregunta:
-¿Sos una mujer?
-Sí… ¿Algún problema?
-No. Creí que eras un muchacho muy bonito.
-Significa que debo devolver el sandwich?
-No, no, el error fue mío.

Josefina Sartora

 

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