El otro nombre de Laura (The Silver Swan)
Buenos Aires, Alfaguara, 2010
Como en el buen policial
clásico, las novelas de Benjamin Black
suelen comenzar por un crimen. O con un cadáver. O con una ausencia, y posible
cadáver. En este caso, quien ha muerto es Deirdre Hunt, o Laura Swan, su nombre
profesional al frente de su salón de belleza, el Silver Swan. De allí el
horrible título con el cual se les ha ocurrido publicarla en España.
Como en el buen policial
clásico, las novelas de Benjamin Black tienen un investigador, Quirke, patólogo
forense que en la Dublin de los años cincuenta se empecina en meterse en líos,
como le dice su familia, investigando lo que se esconde bajo la alfombra.
Cuando Quirke realiza la autopsia de Deirdre, comprueba que ésta no se ha
suicidado, como alguien quiere hacer creer, sino que la han llenado de droga y,
ya muerta, la han arrojado al mar. Quirke no cesará de meterse en donde no lo
llaman, si bien parece algo crédulo, naif, torpe incluso en sus indagaciones.
Mi mejor hallazgo literario
de 2012 fue el irlandés John Banville (1945). Claro que no descubrí la pólvora,
por cierto: Black tiene publicadas más de diez novelas y ganó el premio Booker
2005 y el Irish Book Award con su extraordinaria El mar. Como Pessoa, Banville utiliza un seudónimo para escribir su
literatura negra: Benjamin Black. Esta es su segunda novela policial. No sólo
es diferente el nombre: si en sus novelas, Banville es admirable en sus
descripciones, Black prefiere la línea narrativa de la acción, deja de lado sus
creativas comparaciones y metáforas y sobre todo, desarrolla una maravillosa
pintura de sus personajes. El más interesante es Leslie White, un hombre
turbio, cuyas conductas equívocas y perversas ejercen una extraordinaria
fascinación en las mujeres, además de sus maneras plácidas, su pelo plateado,
su ropa sofisticada. Deirdre cae bajo su influjo y también Phoebe, la ingenua y
algo masoquista hija de Quirke, inmejorable dupla para Leslie. No menos
intrigante es el doctor Kreutzer, médico indio que practica la sanación
espiritual en cuantas mujeres acuden a su consulta. Entre todos ellos y algunos
más, se desarrolla la trama bien urdida de esta novela de enigma, escrita con
la habitual prosa impecable de Black/Banville, que una odiosa traducción
caprichosamente castiza no llega a menoscabar. Un lujo que pocas novelas negras
ofrecen. Como en El mar, la narración
pasa de una línea temporal a otra en cada capítulo: la investigación que Quirke
y el inspector Hackett llevan a cabo se cruza con la historia pasada que habría
de culminar con la muerte de Deirdre. Como en su novela posterior, En busca de April, la peripecia recorre
muchos caminos, ventila muchas flaquezas de sus personajes –Quirke por ejemplo,
es alcohólico, vive acosado por un pasado frustrante, y dista mucho de ser el
héroe clásico- llegando en un momento a una meseta que hay que superar para
llegar al sorpendente final.
Josefina Sartora
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