El lado luminoso de la vida (Silver Linings
Playbook)
Dirección: David O.
RussellEstados Unidos/2012
Esta película cumple con cierta
inteligencia una fórmula que resulta conocida: una pareja de actores
excepcionales, rodeados de un elenco a su altura; una pareja de personajes tan
simpáticos como excelentes son quienes los interpretan; un diálogo ágil,
punzante, lo más importante del film, que se apoya en el mismo; un retrato de
la vida suburbana de la clase media con sus fiestas tradicionales, la favorita del
público americano, que ve en ella el espejo donde identificarse; y por último y
no menos importante, la pasión por el fútbol y las apuestas. Los hermanos
Weinstein saben de marketing, y produjeron un film de receta, listo para
competir por el Oscar, que justamente premia los ingredientes mencionados.
No quiero dejar de
valorar los logros del film, no todo son estereotipos y clichés en este film
inevitablemente simpático. Lo mejor reside en la primera parte, que parece una
comedia dramática sobre dos jóvenes con problemas de conducta: él ha estado
internado ocho meses con un diagnóstico de bipolaridad, ella atraviesa una
depresión que ha derivado en una obsesión por el sexo; ambos están lidiando con
sus propias locuras, que el film presenta con respeto y sin facilismo. Y así comienzan
una relación, en condiciones nada favorables.
La película pasa de
momentos espléndidos (la cena en casa de los amigos, la cena en el restorán) a
otros lamentables (todo el largo episodio de la apuesta entre el padre y el amigo).
Jennifer Lawrence demuestra una vez más que es una de las actrices más
talentosas y encantadoras de Hollywood, con los matices necesarios para
expresar su extravío, su fuerte determinación a pesar de su vulnerabilidad, su
dolor, y también su placer. Se merece todos los premios que está cosechando con
este papel. No menos atractivo y simpático es Bradley Cooper, aunque menos
dotado. Ambos hacen lo que pueden con un guión que se apoya sobre todo en el
diálogo continuado, verborrágico, extenuante, que quiere remedar las screwball comedies de los ´40. Son
preferibles los (escasos) momentos de silencio. En esa casa caótica, donde todo
son discusiones y estallidos, la madre (estupenda Jacki Weaver) es la única que
parece estar en contacto con el principio de realidad. Pero a medida que el
padre (Robert de Niro) -quien también tiene sus obsesiones compulsivas- empieza
a ocupar más espacio progresivamente, y el drama vira hacia el ridículo tópico
de las apuestas y el desafío, todo parece caerse.
David Russell, quien ama
frecuentar los distintos géneros, a esta altura está filmando otra película.
Parece haberse olvidado del drama de sus protagonistas: no profundiza en la
enfermedad de él, el duelo de ella por la muerte de su esposo; abandona su
interés por observar cómo se desarrollan sus respectivos conflictos, con su
inestabilidad emocional, y la tensión creciente entre ambos, que tan bien había
desarrollado en la primera parte, y todos, y todo el film, son ganados por un
giro fácil hacia la banalidad.
Josefina Sartora
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