La noche más oscura (Zero Dark Thirty)
Dirección: Kathryn BigelowEstados Unidos/2012.
Vi La noche más oscura presa de una molestia creciente. Y no estaba provocada por esa reivindicación de la tortura
justificada para llegar al “objetivo”, tantas veces invocado. La serie 24 nos tiene acostumbrados a una tortura
oficial mucho más brutal que la mostrada por la película de Kathryn Bigelow,
muy liviana por lo menos para nuestros parámetros. Tampoco era lo más molesto
la presentación de los siniestros personajes de la CIA como patriotas dedicados
a vengar esas 3000 muertes inocentes, en un marcado giro hacia el fascismo. Ya
había visto Argo, que inició esta
saga reivindicativa. Pero había mucho más.
Reconozco que había llegado con mis reservas
a la sala: Bigelow había mutado de directora inteligente y poco convencional
como realizadora mujer que filma la violencia a agente complaciente del sistema
represivo norteamericano en su film previo, Vivir
al límite (The Hurt Locker,
2008), en el que presentaba como heroica la acción en Irak, llevada a cabo por
esos muchachos locos tan valientes, que quieren poner orden en un mundo de
terroristas árabes. Ella y su coguionista Mark Boal ganaron sendos Oscars con
ese relato. Su nuevo film, la narración de la gesta que acabó con la figura de
Osama Bin Laden, prometía ser otro panegírico de las task forces en territorios ocupados. Se confirmaron mis peores
expectativas: los personajes de La noche
más oscura ponen en práctica el entrenamiento antiterrorista propio del
Pentágono y la CIA, que han aplicado en todos los países donde les ha sido
posible, y lo hacen con una frescura y falta de conciencia francamente
incomprensible.
No es azarosa la elección de Jessica
Chastain como Maya, la agente casi virginal y pura que llega a Pakistán recién
salida de las aulas de la CIA, y dedica los siguientes diez años a encontrar a
Bin Laden. Para ello el film se demora durante más de una hora en relatar con
marchas y contramarchas de un país a otro –en la CIA nos movemos mucho,
créanlo- la búsqueda de esa aguja en el pajar. Maya es USA en el mundo árabe
(tan sucio y caótico, el film exuda racismo). Con un ritmo pesado, los amantes
de la acción se verán defraudados, en una trama densa y confusa, de los diez
años de búsqueda infructuosa. De golpe, de la nada aparece el contacto directo
con Bin Laden y la puerta para llegar hasta él, que culminaría en ese operativo
que todos hemos visto por la TV.
Todo me hacía
ruido: si la CIA posee semejante aparato de espionaje, por fuerza debía saber
bastante sobre el proyecto de atentado contra las Torres. ¿Por qué demora diez
años en cerrarlo? ¿Para mientras tanto hacer su propia, “justificada” guerra en
Irak y colocarse estratégicamente en Medio Oriente? ¿Para seguir ocupando territorios
ajenos, como en Afghanistán? ¿Para ratificar la necesidad de poseer un buen
armamento, alimentando así a la segunda industria mundial? Y si finalmente
eliminaron a Osama Bin Laden ¿por qué escamotearlo? ¿Por qué no exponer su
presa, como hicieron repetidamente con Saddam Houssein? Y el film reitera ese
escamoteo, apoya la teoría del ocultamiento.¿Tirarlo al mar? Por favor… Cada
país tiene su Yabrán.
Pero todo eso
es política. Volviendo al cine, el film de Bigelow no es más que un documento
de propaganda –y mediocre, por cierto- de la política oficial de los Estados
Unidos. Allí lo tenemos a Barak Obama en pantalla diciendo que ellos no
torturan, y en adelante el film no muestra un interrogatorio más, como si
hubiera cesado la política que había sostenido Bush. Maya tiene la
responsabilidad de identificarlo, pero ha vivido tan obsesionada por su presa,
ha insistido tanto en montar el operativo, que
quienquiera hubiera tenido delante, también habría dicho que era OBL. La
gesta –y el film- deben convalidar la utilidad de la tortura, demostrar la
labilidad de esos árabes tan corruptos, a quienes se les debe el éxito de su
misión.
A esta altura
de su carrera, Chastain parece la actriz polivalente, pero cuesta verla en ese
personaje que debió ser tan calculador. Su actuación candorosa y distanciada no
está a la altura de sus talentos, y se la ve poco involucrada con su rol. La
acompaña un elenco modesto, en el cual se destaca –como es habitual- James
Gandolfini como capo máximo de la CIA. Aunque el film no posee ni un solo
personaje bien dibujado. Ni siquiera Maya, de quien no conocemos más que su
obsesión.
Capítulo aparte
merece toda la secuencia del ataque al bastión del posible Obama, lo mejor de
la película, filmado con la excelencia de Bigelow para registrar la acción, de
noche, fotografiado con la luz verde de esas cámaras nocturnas que ya nos había
presentado otra héroe del sistema, la FBI de El silencio de los inocentes. Porque el sistema funciona
perfectamente: inteligencia los encuentra, los chicos armados los destruyen con
toda su sangre fría, como un mecanismo de relojería que funciona perfectamente.
Y Bigelow los glorifica.
Se dirá: pero
Maya llora al final, entonces ¿la gesta no fue un éxito? Las interpretaciones
están abiertas. Si Maya es USA, la pregunta que queda sin respuesta es ¿a dónde
va ahora?
Lo sé: puedo estar absolutamente
equivocada. Y todo el sistema se encarga de rebatir lo que he dicho. No es un
dato menor que el film haya sido consagrado como el mejor film del año por los
críticos de New York, Washington y Boston, y que sea firme candidato al Oscar
con 11 nominaciones de la Academia, que es el brazo ejecutor en cine de la
política norteamericana.
O quizá precisamente eso confirme mis
juicios.
P.S. Zero Dark Thirty = Las 12.30 de la noche, hora del ataque a la casa del suùesto Bin Laden
P.S. Zero Dark Thirty = Las 12.30 de la noche, hora del ataque a la casa del suùesto Bin Laden
Josefina Sartora
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