La chica del Sur salvaje (Beasts of the
Southern Wild)
Dirección: Benh Zeitlin
Estados Unidos/2012
Nominado para el Oscar
está un raro film independiente, entre los más
originales de los indie, impulsado y premiado en Sundance pero también ganador
en un festival tan distante como Cannes, y otros más. En su opera prima, Benh
Zeitlin -un director de Nueva York instalado en Nueva Orleans- ha construido
una fábula apocalíptica, suerte de cuento de hadas o historia fabulosa con una
protagonista única en esta clase de films.
Más allá de los márgenes de
la ciudad de Nueva Orleans residen Winki y su hija Hushpuppy, sin madre a la
vista. Pertenecen a una comunidad de marginales que habitan La Bañera, una isla
en medio de los pantanos bajo el nivel el mar, detrás de un muro o dique que
los separa de la zona industrial. La Bañera constituye
un mundo originario, donde los humanos viven en estado semi salvaje y libertad
total, sus viviendas están construidas precariamente con restos de otras construcciones,
pedazos de vehículos y otros detritus, y comparten comida y habitación con los
animales. Padre e hija forman parte
de un grupo social que vive el carpe diem en situación de fiesta permanente, ajeno a las presiones del
consumo, de las exigencias de la vida burguesa convencional, pero sin embargo
en estado de extrema vulnerabilidad, todos presos del alcohol y de la carencia,
con la constante amenaza del agua. Winki, por otra parte, está muy enfermo y
vive la urgencia por enseñarle a su
hija de 7 años los elementales medios de supervivencia en el pantano.
Hasta que llega el
diluvio anunciado y sobreviene la catástrofe. En su fantasía, Hushpuppy la
atribuye a culpas propias, que causaron el descongelamiento de los hielos. En
adelante, la niña deberá lidiar con la inundación, con
su padre enfermo, con quienes los intiman a evacuar y, no menos importante, con
los uros, unos animales prehistóricos que han surgido del deshielo y la acosan
calladamente. Sólo encuentra refugio en la evocación de la madre.
Quvenzhané Wallis y Dwights Henry -como el
resto del elenco- son actores no profesionales oriundos de Nueva Orleans. Hushpuppy
es una verdadera heroína, negra, una de las más extravagantes que ha dado el
cine de su país. La historia está vista a través de sus ojos, ella oficia de
narradora en off de esta épica, y al tiempo que la pone en palabras, intenta
encontrar un sentido a ese caos que se ha abatido sobre ella. Como toda gesta
heroica, la de Hushpuppy es una tarea de autoconocimiento, de entrada a la madurez,
mientras busca encontrar alguna explicación en el orden universal. El personaje
del padre es ambiguo: arrastra un viejo dolor, una experiencia frustrante, y
sus sentimientos hacia su hija son contradictorios, disputados entre el intento
de protegerla en un ambiente hostil y una rabia apenas contenida, exacerbada
por el alcohol.
Filmada con una inquieta cámara en mano, a
puro primer plano, el film se apoya en un montaje inteligente de planos breves,
que compensa las actuaciones ásperas de ese elenco poco habitual. Zeitlin sabe
articular el naturalismo con el realismo mágico, propios de ese espacio
primigenio, sin caer en el regodeo ni estetización de la pobreza. En contraste
con la fuerza de la imagen, resulta pomposa, blanda y reiterativa la banda sonora
que compuso el mismo Zeitlin, en colaboración con Dan Romer.
Toda la crítica ha visto las huellas de
Terrence Malick en este film, pero también es heredero de mucho de la cultura
de los Estados Unidos, notablemente de la obra de Mark Twain y Henry David
Thoreau.
Cuando la TV de Estados Unidos transmitió
las consecuencias del huracán Katrina, con las víctimas que habían perdido sus
viviendas precarias, o aferradas a ellas, su única posesión, una amiga nativa,
profesional de Chicago, me dijo: yo no sabía que existía eso en Estados Unidos.
Las condiciones de miseria en que vive el Sur profundo son desconocidas por la
opinión pública. Katrina posibilitó su difusión, les dio visibilidad a estos
ciudadanos que viven en los bordes, alejados del mundo civilizado y por tanto
fuera del orden social.
En el film, la historia apocalíptica y el
tono algo pastoral de la narradora remiten a las mitologías del origen, y al
tomar la voz ella opera como conciencia del grupo. El diluvio e inundación
constituyen un arquetipo en las diferente culturas, y está claro que todo puede
ser visto como una gran parábola, una metáfora de la realidad social de su
país. Varios films están revisando la historia y política de los Estados Unidos
desde dentro. Sin embargo, Zeitlin no tiene la cuestión política como
prioritaria, sino que parece más entusiasmado con el carácter fantástico de
esta narración mítica.
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