Amour
Direccióny guión: Michael
Haneke Austria-Francia-Alemania/2012
La mejor película del año pasado en Europa,
de éste en Argentina, seguramente. Y llega con toda clase de premios justamente
ganados.
A
pain in the ass, me dijo un amigo. Una paliza. Y
sí, pocos films tan duros y también tan perfectos como éste. Una pareja de
octogenarios en la última etapa de su vida. Amor, enfermedad y muerte, ni más
ni menos.
Nunca mejor puesto un título. Es esta una
historia de amor. Es amor lo que exuda por todos los poros esta relación entre
dos ancianos, dos expertos en música, ambos vulnerables, en su ocaso. Amor es
el motor que alienta el esfuerzo del hombre por darle una mejor sobrevida a su
mujer, después de sucesivos accidentes cerebro vasculares. Tal vez sorprenda ver
que es el hombre quien atiende en todo detalle a su mujer enferma. Suele darse
el caso contrario.
Excepto en una escena, Haneke se atiene a la
unidad de lugar, y filma íntegramente dentro de un departamento clásicamente
parisino, de la clase media intelectual. Sus habituales (pocos) planos largos
registran los movimientos cotidianos de esa casa en crisis, donde ella sucumbe
día a día y él está dedicado a atenderla en todas sus necesidades, aunque
también decae. La cámara lo toma pasando de un cuarto a otro, atravesando
umbrales. Y ese registro es neutro, desapegado, sin caer jamás en el
sentimentalismo, desprovisto de todo apasionamiento, en planos secuencia
perfectamente compuestos. La narración siempre utiliza la elipsis para las
crisis de la enfermedad, para los ataques, deteniéndose en cambio en los detalles
de la decadencia progresiva, con una mirada objetiva y sin embargo, con total
empatía con el drama. Haneke nunca ha sido compasivo, a veces se lo tacha de
perverso, incluso sádico, y no ha estado exento de esas acusaciones por este
último film.
El film no sería la maravilla que es sin
sus actores: Jean-Louis Trintignant es uno de los más grandes actores franceses
desde Un hombre y una mujer (1966) y lo mismo ocurre con Emmanuelle
Riva desde que protagonizara Hiroshima mon amour (1959). Las
actuaciones de ambos –ya octogenarios- son tan extraordinarias, tan exclusivas,
aportan tanta humanidad a sus personajes, que la gran Isabelle Huppert queda
opacada, en un segundo plano, tal como ocurre con su personaje, la hija que se
mantiene distanciada y hasta el final elige no involucrarse en la enfermedad de
su madre. (Nuevamente con Haneke, ella y su madre son pianistas.) Trintignant
aporta toda la intensidad contenida para su personaje y Riva transmite sin
palabras el sentimiento de humillación, de rabia, que la abruman por la decadencia
diaria que sufre su cuerpo, y por su deterioro mental.
Asombra la simpleza narrativa de Amour,
lejos de la complejidad de films anteriores de Haneke, fragmentarios, elididos:
éste mantiene una unidad absoluta. El film sube y baja desde lo más puramente
material –los cuerpos en franco, paulatino, irreversible deterioro-, metafórico
–la paloma encerrada- y el aura espiritual, con las imágenes oníricas, y un
final que quiebra el realismo. Un film duro, sí, incómodo, por tratarse de un
ensayo sobre la degradación física, sobre la vejez, la soledad y la muerte que
nos remite sin ambages, sin concesiones, a pérdidas cercanas, y a nuestra
propia muerte.
Josefina Sartora
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