19 de febrero de 2013

Amor a muerte


 
 
 
 
 
 Amour
Direccióny guión: Michael Haneke
Austria-Francia-Alemania/2012

 
La mejor película del año pasado en Europa, de éste en Argentina, seguramente. Y llega con toda clase de premios justamente ganados.

A pain in the ass, me dijo un amigo. Una paliza. Y sí, pocos films tan duros y también tan perfectos como éste. Una pareja de octogenarios en la última etapa de su vida. Amor, enfermedad y muerte, ni más ni menos.

Nunca mejor puesto un título. Es esta una historia de amor. Es amor lo que exuda por todos los poros esta relación entre dos ancianos, dos expertos en música, ambos vulnerables, en su ocaso. Amor es el motor que alienta el esfuerzo del hombre por darle una mejor sobrevida a su mujer, después de sucesivos accidentes cerebro vasculares. Tal vez sorprenda ver que es el hombre quien atiende en todo detalle a su mujer enferma. Suele darse el caso contrario.


Excepto en una escena, Haneke se atiene a la unidad de lugar, y filma íntegramente dentro de un departamento clásicamente parisino, de la clase media intelectual. Sus habituales (pocos) planos largos registran los movimientos cotidianos de esa casa en crisis, donde ella sucumbe día a día y él está dedicado a atenderla en todas sus necesidades, aunque también decae. La cámara lo toma pasando de un cuarto a otro, atravesando umbrales. Y ese registro es neutro, desapegado, sin caer jamás en el sentimentalismo, desprovisto de todo apasionamiento, en planos secuencia perfectamente compuestos. La narración siempre utiliza la elipsis para las crisis de la enfermedad, para los ataques, deteniéndose en cambio en los detalles de la decadencia progresiva, con una mirada objetiva y sin embargo, con total empatía con el drama. Haneke nunca ha sido compasivo, a veces se lo tacha de perverso, incluso sádico, y no ha estado exento de esas acusaciones por este último film.

El film no sería la maravilla que es sin sus actores: Jean-Louis Trintignant es uno de los más grandes actores franceses desde Un hombre y una mujer (1966) y lo mismo ocurre con Emmanuelle Riva desde que protagonizara Hiroshima mon amour (1959). Las actuaciones de ambos –ya octogenarios- son tan extraordinarias, tan exclusivas, aportan tanta humanidad a sus personajes, que la gran Isabelle Huppert queda opacada, en un segundo plano, tal como ocurre con su personaje, la hija que se mantiene distanciada y hasta el final elige no involucrarse en la enfermedad de su madre. (Nuevamente con Haneke, ella y su madre son pianistas.) Trintignant aporta toda la intensidad contenida para su personaje y Riva transmite sin palabras el sentimiento de humillación, de rabia, que la abruman por la decadencia diaria que sufre su cuerpo, y por su deterioro mental.


Asombra la simpleza narrativa de Amour, lejos de la complejidad de films anteriores de Haneke, fragmentarios, elididos: éste mantiene una unidad absoluta. El film sube y baja desde lo más puramente material –los cuerpos en franco, paulatino, irreversible deterioro-, metafórico –la paloma encerrada- y el aura espiritual, con las imágenes oníricas, y un final que quiebra el realismo. Un film duro, sí, incómodo, por tratarse de un ensayo sobre la degradación física, sobre la vejez, la soledad y la muerte que nos remite sin ambages, sin concesiones, a pérdidas cercanas, y a nuestra propia muerte.

Josefina Sartora

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