La nana
Dirección:
Sebastián Silva Guión: Sebastián Silva y Pedro Peirano
Chile-México/2008.
Con una
demora inmerecida, llega el estreno de La nana, un film del chileno
Sebastián Silva, que ha recorrido en su momento muchos festivales, obteniendo
premios en varios de ellos, y que ha colocado a Silva y a su actriz, Catalina
Saavedra, en las primeras filas del ascendente -si bien desparejo- nuevo cine chileno. Cuando lo vi
en 2009, fue uno de mis preferidos en el Festival de Miami, y acababa de ganar en
Sundance el premio al mejor drama y a la mejor actriz.
Excelente
retrato de la sociedad chilena en el micromundo de la familia burguesa, analiza
el complejo rol que cumple una mucama, que a lo largo de veinte años ha criado
a todos los hijos y ejerce un peculiar poder en esa familia con la que vive, y
que es de alguna manera la suya. La relación de mutua dependencia con la
patrona, el amor-odio hacia la hija mayor que está haciéndose mujer, el boicot
a todas y cada una de las asistentes que le trae la señora, la rutina, su amargura
y frustración están impecablemente tratados, en un film que rebosa humanismo y
desarrolla en tono de sátira una crítica social moderada, tal vez demasiado
liviana.
Hay
momentos muy logrados: las tácticas disuasorias ante las nuevas empleadas, la
inesperada relación que se establece con una de ellas. Y Catalina Saavedra
desarrolla una actuación notable, y una evolución asombrosa. Pétrea, inamovible
en su rol, apreciada pero ignorada en la invisibilidad de sus funciones,
establece una red de alianzas y rivalidades con cada uno de los miembros de la
familia. Pero en ella subyacen sentimientos de inferioridad, tristeza, e
intensa soledad.
El director
conoce muy interiormente esta red social, la mira con cariño y respeta a todos
sus personajes. De hecho, Silva se basó en la realidad de su propia familia y
sus empleados domésticos para componer el cuadro de Raquel en familia, y la locación es su casa paterna. En ningún
momento se llega a plantear profundamente el conflicto de clases, tan
rigurosamente divididas en Chile, disfrazando la sumisión de la criada con
superficiales muestras de afecto.
El valor de
la amistad completa la pintura moral. Un film pequeño pero de grandes alcances,
filmado con cámara en mano, ágil y por momentos muy divertido.
Josefina
Sartora
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