Los artistas en el Bafici
Las salas del Village
Recoleta desbordan. No sólo porque son menos y más chicas que las del Abasto,
sino porque el público cada vez es mayor en cada edición del Bafici. En estos tres
primeros días, he visto un poco de todo, de muy bueno a malo, pero no puedo
quejarme. La organización funciona bastante bien, aunque las funciones empiezan
siempre con demoras, pero la programación se cumple. Si bien no hay grandes
títulos, tampoco he visto bochornos.
Una de las joyitas
resultó Ramón Ayala, el documental de Marcos López en Competencia
Argetina. Si con su última, reciente muestra en el Centro Cultural Recoleta
López se consagró como un artista múltiple, capaz de articular distintas formas
y presencias de la imagen, en su opera prima como cineasta, Ramón
Ayala, demuestra que también está abierto su camino en el cine.
Excelente, luminoso documental sobre el músico misionero, vemos en él huellas
de su arte como fotógrafo y de su investigación en el arte pop latinoamericano.
La figura del creador de canciones ya clásicas en el folklore argentino –como
la formidable Mensú- es un disparador
para atravesar el paisaje misionero, el ascendente que Ayala tiene entre sus
colegas, y la parafernalia que rodea los encuentros musicales vernáculos, con
el acento puesto en el kitch argentino nacional y popular. López se hermana con
el también pintor Ayala en una perfecta conjunción estética, se produce una
identificación entre ambos al punto que no se sabe qué es de cada quien. Y la
pasión también es compartida. En colores primarios y saturados –como los que
utiliza el también pintor Ayala- registra lugares y personajes, e imágenes
bastante brutales de una inusual Buenos Aires.
La otra artista presente
en la programación es Marina Abramovich, con dos films. La maestra de la
performance le pidió al director de teatro Bob Wilson –a quien tuve la fortuna
de ver en 2 espectáculos en Buenos Aires- que filmara su funeral. Así, Wilson
concibió una suerte de ópera que inspiró el documental de Giada Colagrande Bob
Wilson´s Life and Death of Marina Abramovic, que registra la puesta en
escena de la obra y declaraciones de sus protagonistas. Una es la propia
Abramovic, quien, practicando lo que mejor hace, posa inmóvil en varias
ocasiones, dejando de lado su lado controlador/agresivo mientras el muy genial
Antony Hegarty canta como un ángel. Otro es William Defoe en la mejor actuación
que yo le haya visto hasta ahora, narra/actúa la vida de Marina con un
amplísimo espectro de registros actorales. Ambos con un maquillaje
expresionista surreal. Y además el propio Wilson, quien declara sus intenciones
como creador de un teatro formalista, coreográfico, nunca psicológico ni
realista, en el cual todo: la luz, el color, la letra y la performance tienen
un peso determinado. El resultado es una obra total -teatro, música, canto, performance, y cine-, maravillosa, que me puso
en estado de éxtasis. Ahora habrá que ver el otro documental: Marina
Abramovic: The Artist is Present.
Y el tercer artista
documentado fue Gerhard Richter – Painting, de Corinna Belz. El más grande
pintor alemán vivo –y uno de los más grandes internacionalmente- es filmado en
plena tarea en su taller de la ciudad de Colonia. Richter tiene una particular
técnica que consiste en aplicar una base de pintura de diversos colores y
espesores en la tela sobre la cual va aplicando sucesivas capas de pintura con
una ancha espátula de goma. De esa manera su pintura es aleatoria, y aunque
declara no tener un plan, él va explorando sobre la marcha con una cierta idea,
pero sin saber muy bien a dónde va a ir a parar su pintura. La experiencia es
fascinante: los cambios sorprendentes, cada capa de pintura parece hacer
emerger una nueva obra, y la mano del artista, magistral. La directora realiza
también algunas preguntas a Richter, que muestra su inteligencia y
sensibilidad, al tiempo que el film resulta una clase de cómo realizar un
documental respetuoso del artista, de su obra, de su palabra y también, de sus
silencios.
Josefina Sartora
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