Los premios y algo más
Acaba el Bafici, y
conocemos los premios. Si bien acuerdo con los premios en Competencia Argentina
y Vanguardia y Género, no comparto las preferencias en la Competencia
Internacional. Ya sabemos, los jurados tienen sus propios criterios, y en un
jurado con 5 miembros, hay 5 criterios a considerar. Este Jurado –entre quienes
se encuentra Andrés Di Tella, director del primer Bafici y destacado
documentalista- premió como Mejor Película a Berberian Sound Studio,
del británico Peter Strickland. Una película muy original, sí, llamativa, con
una banda de sonido extraordinaria, pero que me resultó hojarasca. Toby Jones
es el desorientado técnico de sonido inglés que llega a un estudio de grabación
en Italia contratado para ocuparse del diseño de sonido de un film del cual no
sabe absolutamente nada. En realidad, sabe poco de la vida, y menos de los
abusos que pueden cometerse en un estudio y con gente como quienes lo
contrataron. Estará sometido a diversas humillaciones, a ser testigo del abuso
que se consuma con las actrices en ese país machista, y lo que es peor, a
contribuir a sonorizar un film que atenta contra sus propios principios
morales. El film es un giallo con
violencia, sadismo y satanismo. La elección de Strickland es ubicarse en el
punto de vista del sonidista, y desarrollar todo a través de la banda sonora,
de manera abstracta, en la composición de un thriller psicológico con tintes lyncheanos. Nunca vemos imágenes
del film de marras, sólo su sonido, y las alucinaciones o sueños que despierta
en el sonidista. Ambientada hace algunas décadas, antes del sonido digital, el
film es un homenaje a aquellas mezclas de sonido analógico que utilizaban todo
tipo de objetos para producir determinados sonidos, y habla también de cómo el
cine se devora a sus ejecutores. Pero en mi opinión, con demasiada parafernalia
y poco significativa.
El premio a la Mejor
Película en Competencia argentina fue para La Paz, de Santiago Loza, muy merecido. Desde siempre soy fan suya en su
actividad teatral, y con este film Loza ha vuelto a sus mejores momentos en el
cine. Después de la excelente Extraño, sus films siempre me habían
dejado con un con regusto a menos. Con La Paz, dije, vuelve al nivel y al
clima de su opera prima. Es esta una película angustiante, sobre un muchacho
con problemas de conducta: un pasado con hechos borrosos, una internación
psiquiátrica, unos padres que no saben cómo ayudarlo a salir de la parálisis
post hospitalaria, y un Lisandro Rodríguez -director de las obras de
teatro de Loza en la actualidad- algo catatónico, crean una atmósfera pesada,
agobiante. En un ambiente que poco contribuye a su recuperación, la abuela
parece casi la única cuya compañía aporta cierta luz a su existencia.
La otra persona que lo acompaña es Sonia, la asistente boliviana que
vive en su casa, quien no lo trata como a un enfermo discapacitado y aporta un
poco de la paz que necesita. Con ecos de Martín Rejtman, Loza muestra una vez
más su sensibilidad para con las situaciones extremas, el cariño y respeto que
siente por todos sus personajes, su delicadeza en el tratamiento del drama. Con
un estructura en capítulos con títulos –a mi juicio innecesarios-, el film
tiene la virtud de presentar el problema sin maniqueísmos, ni sobreinformación.
La
Paz ganó también el premio de la Asociación de Cronistas
Cinematográficos.
Fue sin duda éste uno de los mejores films
de la Competencia Argentina, junto con Ramón Ayala, que ganó el premio del
público, Leones, Premio Especial del Jurado (o Segundo Premio),–a las
cuales ya nos hemos referido- y P3nd3jo5, de Raúl Perrone, premio al
Mejor Director en Competencia Argentina. Es ésta una de las mejores –si no la
mejor- obra de Perrone, si bien la síntesis está ausente en absoluto. Vuelve al
tema de los skaters en Ituzaingó, que ya había tratado en Bonus track. Una película
de dos horas y media, en blanco y negro contrastados, muda, que experimenta con
los recursos visuales de cine mudo, con las distintas velocidades, y con una
banda sonora excelente, concebida como una ópera. Perrone se manifiesta
embelesado por esos adolescentes y jóvenes errantes, que parecen a la deriva, o
en la espera eterna. Como en una pieza musical, el film tiene tres movimientos,
con distintos personajes, y una coda, y revela la violencia que subyace en ese mundo
de jóvenes.
Estos logros se diferencian bastante del
resto del cine argentino mostrado en este Bafici. El nivel dejó bastante que
desear, puede decirse que si esta es la vidriera del cine del momento, no
atraviesa uno bueno. Y empalidecen más aún algunos films muy pobres, opacos,
como Acá
adentro de Mateo Bendesky (inmerecidamente en Competencia
Internacional) o Los tentados, de Mariano Blanco en Competencia Argentina, ambos,
reiteraciones sobre jóvenes machistas, que van por la vida sin una idea, sin
una ambición, sin nada por lo que vivir.
El premio en la Competencia Vanguardia y
género fue para el notable film español Arraianos, y Viola ganó el premio
Fipresci. Habíamos elogiado a ambas en Claroscuros.
A la hora del balance, un reconocimiento a la
buena idea de centrar el Festival en el Village Recoleta. Pasados los primeros
días de añoranza, era un bálsamo salir al sol, caminar por el parque. Además,
el trato de los empleados del Village fue excelente, amable, siempre dispuestos
a recibir al público con gentileza, tan distinto del trato agresivo del Abasto,
sobre todo el último año. Paula Niklison, en su primer año como productora
oficial, se merece nuestro agradecimiento y las felicitaciones por su
producción.
Algo más
Dos películas para
mencionar:
En Competencia
Internacional, Tanta agua, de Ana Guevara y Leticia Jorge, Uruguay-México/2013Los realizadores uruguayos ya nos tienen acostumbrados a esas pinturas de personajes de la clase media, situaciones algo incómodas, algunas bochornosas, pero que siempre despiertan simpatía. En esta opera prima en dúo femenino, un padre divorciado se lleva a sus dos hijos de vacaciones a las termas. Llueve sin parar por varios días, surgen los obvios contratiempos, el malhumor, el aburrimiento, se hacen evidentes las carencias. Para colmo, el padre trata de paliar su ineficiencia antes esos hijos que poco conoce con autoritarismo, machismo, homofobia, todo junto. Visto en gran medida desde las vivencias de la hija preadolescente, un film algo triste, sin ambiciones pero de gran ternura.
En Selección Oficial, se presenta el film de Stephanie Argerich, Bloody Daughter, Suiza-Francia/2012.
Martha Argerich es otra artista retratada en el Bafici, en un conmovedor documental realizado por su hija. Film complejo, que muestra una familia de madre y tres hijas, con padres semi ausentes; una artista a lo largo de su carrera, con tomas de archivo desde que comenzara a tocar el piano desde niña; entrevistas de la directora a su madre artista, con preguntas tanto sobre su relación con la música como sobre su vida más privada. Y una cámara que penetra en su intimidad sin distancias, como lo hace una hija frente a su madre. En un momento, se llega al tema obligado: ¿puede una artista ser también madre? Pregunta de difícil respuesta, sobre todo cuando conocemos la historia de la hija mayor, que creció lejos de Argerich y de sus hermanas, en el capítulo más angustiante del film. Hay otros momentos de humor: sorprende verla a Argerich en uno de sus habituales ataques de pánico escénico antes de salir al escenario, o en el momento de despertarse, quejándose porque la filman en ese momento tan íntimo.
Un film sensible, respetuoso, emocionante, en el que la pianista muestra por primera vez su celosamente cuidada intimidad, y que supera al de Georges Gachot, más distanciado. Esperamos con ansias el que Gastón Solnicki filmó el pasado noviembre, en ocasión de la visita de Argerich a la Argentina.
Josefina Sartora
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