Tabú
Dirección: Miguel
Gomes Portugal-Alemania-Brasil-Francia/2012
Una de las mejores
películas de 2012 será una de las mejores de este año, por esos vericuetos de
la distribución. Celebramos que se estrene en salas comerciales Tabú,
que ha pasado por varios festivales –entre ellos el Bafici 2012- y ganó el
premio Fipresci en Berlín.
El portugués Miguel Gomes
siempre nos sorprende ubicándose allí donde menos lo esperamos, contando lo que
nadie se imagina. Su libérrima creatividad parece no tener límites a la ahora
de explotar las posibilidades del cine. Si en la celebrada Aquel querido mes de agosto exploraba las desconocidas variantes de
la música popular portuguesa, en un compleja construcción en la que incorporaba
las referencias al mismo proceso de producción del film, en su nuevo film Tabú
indaga en las posibilidades dramáticas y narrativas del cine, con una historia
sobre el pasado colonial portugués.
El título remite al film
de Murnau y con él, a mundos exóticos y a la historia del cine. Pero también
habla de lo prohibido. Es esta una historia de un amor prohibido en África. El
film, en evocativo blanco y negro, está estructurado en tres partes: un prólogo
algo desconectado, suerte de obertura que nos pone en ambiente, con cocodrilo y
una suerte de fantasma, y un narrador que recuerda el film Historias extraordinarias
–Llinás ha dejado un rumbo marcado- y que volverá más tarde. En su segunda
parte, o primer acto, titulada Paraíso
perdido, la acción ocurre en la Lisboa contemporánea, con un tratamiento
realista; allí una mujer acompaña a su vecia anciana algo excéntrica, o senil,
quien vive con su empleada negra y cuya hija nunca se hace presente. La tercera
parte y principal es el Paraíso, y
cuenta el pasado de esa mujer en África (filmado en Mozambique), una aventurera
que traiciona a su marido por una pasión más joven. Concebida como un relato
con narrador en off, la historia se
desarrolla a la manera muda, en una plantación cercana a un monte Tabú, y habla
de amores irrefrenables, adulterio, locura, muerte y melancolía. La voz del
narrador, los diálogos que no se oyen –aunque sí el sonido ambiente-, la música
de los ´60, crean una atmósfera de irrealidad, misteriosa, exótica e hipnótica.
Y el espectador se entrega de manera total al artificio puesto en evidencia, y ante
la presencia recurrente, en las tres partes, del cocodrilo, cuyo significado
permanece incierto ¿o es una suerte de testigo silencioso? Semejante melodrama
tiene lugar en una tierra mítica, en las postrimerías de la colonia, a las puertas
de las luchas por la independencia. Incluso el drama personal podría verse como
una derivación elusiva de la decadencia del colonialismo europeo en esas
tierras extrañas. El África que muestra Gomes evoca tantas películas realizadas
en esas tierras, en otro homenaje a la historia del cine. Pueden encontrarse
huellas de grandes cineastas en Tabú, y ello no le quita
originalidad.
Gomes exhibe una libertad
y creatividad absolutas, tanto en el tratamiento de la historia como en lo
formal: clásico y postmoderno, nostálgico y revulsivo; vi la película dos veces
y cada visión era una nueva experiencia, con nuevos hallazgos. La belleza de la
imagen (Rui Pocas es el fotógrafo), de los protagonistas (Ana Moreira y Carloto
Cotta), el contraste entre las partes, el experimento estético, la celebración
del cine, me rinden ante este director quien parece no tener tabúes.
Josefina Sartora
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