25 de abril de 2013

Un cine libre y evocativo


Tabú
Dirección: Miguel Gomes
Portugal-Alemania-Brasil-Francia/2012

 
Una de las mejores películas de 2012 será una de las mejores de este año, por esos vericuetos de la distribución. Celebramos que se estrene en salas comerciales Tabú, que ha pasado por varios festivales –entre ellos el Bafici 2012- y ganó el premio Fipresci en Berlín.

El portugués Miguel Gomes siempre nos sorprende ubicándose allí donde menos lo esperamos, contando lo que nadie se imagina. Su libérrima creatividad parece no tener límites a la ahora de explotar las posibilidades del cine. Si en la celebrada Aquel querido mes de agosto exploraba las desconocidas variantes de la música popular portuguesa, en un compleja construcción en la que incorporaba las referencias al mismo proceso de producción del film, en su nuevo film Tabú indaga en las posibilidades dramáticas y narrativas del cine, con una historia sobre el pasado colonial portugués.

 
El título remite al film de Murnau y con él, a mundos exóticos y a la historia del cine. Pero también habla de lo prohibido. Es esta una historia de un amor prohibido en África. El film, en evocativo blanco y negro, está estructurado en tres partes: un prólogo algo desconectado, suerte de obertura que nos pone en ambiente, con cocodrilo y una suerte de fantasma, y un narrador que recuerda el film Historias extraordinarias –Llinás ha dejado un rumbo marcado- y que volverá más tarde. En su segunda parte, o primer acto, titulada Paraíso perdido, la acción ocurre en la Lisboa contemporánea, con un tratamiento realista; allí una mujer acompaña a su vecia anciana algo excéntrica, o senil, quien vive con su empleada negra y cuya hija nunca se hace presente. La tercera parte y principal es el Paraíso, y cuenta el pasado de esa mujer en África (filmado en Mozambique), una aventurera que traiciona a su marido por una pasión más joven. Concebida como un relato con narrador en off, la historia se desarrolla a la manera muda, en una plantación cercana a un monte Tabú, y habla de amores irrefrenables, adulterio, locura, muerte y melancolía. La voz del narrador, los diálogos que no se oyen –aunque sí el sonido ambiente-, la música de los ´60, crean una atmósfera de irrealidad, misteriosa, exótica e hipnótica. Y el espectador se entrega de manera total al artificio puesto en evidencia, y ante la presencia recurrente, en las tres partes, del cocodrilo, cuyo significado permanece incierto ¿o es una suerte de testigo silencioso? Semejante melodrama tiene lugar en una tierra mítica, en las postrimerías de la colonia, a las puertas de las luchas por la independencia. Incluso el drama personal podría verse como una derivación elusiva de la decadencia del colonialismo europeo en esas tierras extrañas. El África que muestra Gomes evoca tantas películas realizadas en esas tierras, en otro homenaje a la historia del cine. Pueden encontrarse huellas de grandes cineastas en Tabú, y ello no le quita originalidad.

Gomes exhibe una libertad y creatividad absolutas, tanto en el tratamiento de la historia como en lo formal: clásico y postmoderno, nostálgico y revulsivo; vi la película dos veces y cada visión era una nueva experiencia, con nuevos hallazgos. La belleza de la imagen (Rui Pocas es el fotógrafo), de los protagonistas (Ana Moreira y Carloto Cotta), el contraste entre las partes, el experimento estético, la celebración del cine, me rinden ante este director quien parece no tener tabúes.

Josefina Sartora

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