Los amantes
pasajeros
Guión y
dirección: Pedro Almodóvar
España/2013
Como me
sucede con Woody Allen, me interesó mucho el cine de Almodóvar cuando empezó a
filmar, disfruté mucho con Matador, Mujeres al borde de un ataque de
nervios, con La ley del deseo. En los últimos
años, su cine deja de estimularme, lo encuentro manierista, reiterativo, siento
que su chispa se ha apagado, y que vuelve una y otra vez sobre sí mismo, su
creatividad opacada.
En Los
amantes pasajeros Pedro vuelve a sus temas preferidos: eros, tánatos y
la cultura gay, o queer, todo en clave de farsa. Un avión en viaje de Madrid a
México tiene problemas técnicos y deberá aterrizar en emergencia. Mientras
encuentra dónde hacerlo, transcurre el film con ese avión volando en círculos.
Conocemos a la tripulación (todos gays desenfadados) y a los pasajeros de
primera clase, pero la clase económica ha sido narcotizada. Gruesa alegoría
sobre la España actual, el avión lleva una gran cartel con el nombre de la
compañía, Península, y se supone que el pasaje encarna a los españoles. Un
estafador de guante blanco que huye del escándalo, un actor en problemas, una
ex diva devenida prostituta de lujo de los grandes de España, una vidente
virgen, una pareja joven que viaja drogada y un asesino a sueldo interactúan
con una tripulación delirante, entre la que el alcohol y la droga fluyen sin
límite.
Film
coral tan desenfadado como aquel de Almodóvar que supimos disfrutar, con
algunos momentos graciosos –el baile de I´m
so Excited con los ayudantes de a bordo liderados por excelente Javier
Cámara-, nunca parece hacer foco, levantar vuelo, o aterrizar. Se pasa en
devaneos, como ese avión sin rumbo. Ni siquiera Cecilia Roth, algo alterada por
una reciente cirugía, parece estar en un buen momento.
Provocador
como siempre, obsesionado con el sexo, Almodóvar asume el desafío de filmar –excepto
en un episodio- en ese espacio cerrado, estrecho, esa Península de la que sólo se
puede salir en estado de emergencia. Pero todo en ese avión, como dice la
medium, “huele a muerte”: las bromas son dobles, y apuntan tanto a la comedia
como al melodrama. A pesar de sus defectos, de ser un film muy menor, Pedro
sigue teniendo momentos en que ese desparpajo puede resultar divertido, y creo
que prefiero éste al delirio en serio de La piel que habito o a la solemnidad
de La
mala educación.
Josefina
Sartora
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