8 de agosto de 2013

Atrapados en un ataque de nervios

Los amantes pasajeros
Guión y dirección: Pedro Almodóvar
España/2013


Como me sucede con Woody Allen, me interesó mucho el cine de Almodóvar cuando empezó a filmar, disfruté mucho con Matador, Mujeres al borde de un ataque de nervios, con La ley del deseo. En los últimos años, su cine deja de estimularme, lo encuentro manierista, reiterativo, siento que su chispa se ha apagado, y que vuelve una y otra vez sobre sí mismo, su creatividad opacada.

En Los amantes pasajeros Pedro vuelve a sus temas preferidos: eros, tánatos y la cultura gay, o queer, todo en clave de farsa. Un avión en viaje de Madrid a México tiene problemas técnicos y deberá aterrizar en emergencia. Mientras encuentra dónde hacerlo, transcurre el film con ese avión volando en círculos. Conocemos a la tripulación (todos gays desenfadados) y a los pasajeros de primera clase, pero la clase económica ha sido narcotizada. Gruesa alegoría sobre la España actual, el avión lleva una gran cartel con el nombre de la compañía, Península, y se supone que el pasaje encarna a los españoles. Un estafador de guante blanco que huye del escándalo, un actor en problemas, una ex diva devenida prostituta de lujo de los grandes de España, una vidente virgen, una pareja joven que viaja drogada y un asesino a sueldo interactúan con una tripulación delirante, entre la que el alcohol y la droga fluyen sin límite.

Film coral tan desenfadado como aquel de Almodóvar que supimos disfrutar, con algunos momentos graciosos –el baile de I´m so Excited con los ayudantes de a bordo liderados por excelente Javier Cámara-, nunca parece hacer foco, levantar vuelo, o aterrizar. Se pasa en devaneos, como ese avión sin rumbo. Ni siquiera Cecilia Roth, algo alterada por una reciente cirugía, parece estar en un buen momento.


Provocador como siempre, obsesionado con el sexo, Almodóvar asume el desafío de filmar –excepto en un episodio- en ese espacio cerrado, estrecho, esa Península de la que sólo se puede salir en estado de emergencia. Pero todo en ese avión, como dice la medium, “huele a muerte”: las bromas son dobles, y apuntan tanto a la comedia como al melodrama. A pesar de sus defectos, de ser un film muy menor, Pedro sigue teniendo momentos en que ese desparpajo puede resultar divertido, y creo que prefiero éste al delirio en serio de La piel que habito o a la solemnidad de La mala educación.


Josefina Sartora

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