La vida de Adèle (La vie
d´Adèle I)
Dirección: Abdellatif
Kechiche
Guión: Abdellatif
Kechiche, Ghalia Lacroix, Julie Maroh
Francia-Bélgica-España/2013
Durante mi estadía en el
último Festival de Viena, celebré La vie d´Adèle, de Abdellatif
Kechiche, como una de las mejores películas de esa Viennale, junto a Camille
Claudel 1915, de Bruno Dumont. Felizmente, ha encontrado un
distribuidor valiente que la presenta en Argentina como el primer –y
seguramente uno de los mejores- estreno
del año. Cuando ganó la Palma de Oro en Cannes, con el aplauso unánime de la
crítica, el film de Kechiche levantó enorme polémica por su presentación de un
amor entre lesbianas con largas escenas de sexo explícito, filmadas como pocas
veces se ha visto en el cine. En verdad, el film es excelente, muy bello y
excede ese aspecto. Dura casi tres horas, y en ellas vemos la llegada a la
madurez de Adèle, estudiante de Literatura en un liceo, su evolución, sus
amores, su felicidad y tristeza a lo largo de unos cinco años, narrados con
gran sensibilidad y actuados con una expresividad conmovedoras.
La lectura de Marivaux en
clase le enseña a Adèle (la extraordinaria debutante Adèle Exarchopoulos, toda
sensualidad y juventud) a creer en el amor a primera vista, y esto es lo que le
sucede cuando se cruza con Emma (Léa Seydoux). Las dos chicas parecen estar
destinadas a ese amor exultante al principio, cuando la mayor la inicia a la
más joven. No sólo en el amor lésbico, sino que el film habla también de las
diferencias sociales y culturales. Emma le enseña arte a Adèle, la familia de ésta
come tallarines mientras la de Emma las invita con ostras y acepta la relación
con naturalidad, en cambio la de Adèle la niega, cosas así. Después de la
pasión, la cotidianeidad, los conflictos que advienen con la vida. Ambas
actrices despliegan una enorme variedad de matices actorales para mostrar esa historia
de amor en todo su desarrollo, con sus circunstancias felices y adversas,
filmada a puro primer plano. Con
momentos de alta tensión, emoción y expresividad, como las escenas eróticas, o
los diálogos clarificadores que ambas mantienen. Y la cámara sigue a Adèle, sin
música, como los Dardenne a sus personajes: a corta distancia y sin descanso. Es
peculiar el tratamiento del tiempo, ya que en esas tres horas transcurren
varios años, con pocas marcas temporales, nunca explícitas: un cambio en el
peinado, o en el vestido, o nuevas actividades en la vida de Adèle.
Ya habíamos visto en Juegos
de amor esquivo la dedicación del franco-tunesino Kechiche a filmar la
educación, o la vida de los chicos y adolescentes en las escuelas, tema que
continúa desarrollando en este film.
Que es excelente,
valiente y osado. Y me será difícil olvidar esos primeros planos del rostro de
Adèle.
Josefina Sartora
(Nota ampliada de mi
reseña de la Viennale 2013)
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