20 de febrero de 2014

Loza, nuevamente

La Paz
Dirección y guión: Santiago Loza
Argentina/2013


Santiago Loza ocupa ya varias páginas de Claroscuros. Admiramos su talento, su sensibilidad y envidiamos su prolífica creatividad. En el teatro, no sólo abundan sus obras en el teatro off, sino que ha pasado al mismo Maipo, siempre mostrando obras notables: Todo verde, Nada del amor me produce envidia, La mujer puerca, Mau Mau. Ya nos hemos referido a algunas de ellas. En todas demuestra su aguda percepción de la psicología femenina. En cine se destacan Extraño, Rosa patria y ahora, La Paz, que en el último Bafici ganó merecidamente el premio a la Mejor Película en la Competencia argentina y también el premio de la Asociación de Cronistas Cinematográficos. 

Con La Paz, Loza ha vuelto al nivel y al clima de su opera prima, la excelente Extraño, creando un film de climas o atmósferas opresivas, de escasos diálogos y personajes, con elipsis, retaceo de información, y casi minimalista. Es esta una película angustiante, sobre un muchacho con problemas de conducta: un pasado con hechos borrosos, una internación psiquiátrica, unos padres que no saben cómo ayudarlo a salir de la parálisis post hospitalaria, y un Lisandro Rodríguez –habitual director de las obras de teatro de Loza- algo catatónico, con la rigidez del medicado, crean una atmósfera pesada, agobiante, sin salida aparente. Liso vive en un ambiente de clase alta sin sensibilidad psicológica que poco contribuye a su recuperación; la abuela parece casi la única cuya compañía aporta cierta luz a su existencia fisurada. 
Personaje que dota a la película de una dosis de vitalidad y optimismo, y una revelación como actriz: Beatriz Bernabé. La otra persona que lo acompaña es Sonia, la asistente boliviana que vive en su casa, quien no lo trata como a un niño o un enfermo discapacitado y sabe aportarle un poco de la paz que necesita. Entre ambos se forja un afecto franco que ignora barreras sociales o culturales.

La cámara fija y cerrada de Iván Fund –maestro del primer plano- subraya ese encierro opresor. Con ecos de Martín Rejtman, Loza muestra una vez más su sensibilidad para con las situaciones extremas, el cariño y respeto que siente por todos sus personajes, su delicadeza en el tratamiento del drama. El film, estructurado en capítulos con títulos –a mi juicio innecesarios-, tiene la virtud de presentar el problema sin maniqueísmos, ni sobreinformación, en la búsqueda de reconstrucción de lo humano.


Josefina Sartora

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