El
cine de Oriente Medio
En cada Bafici
trato de ver las películas referidas a la situación de Medio Oriente. Siempre
encuentro puntos interesantes, ya sea en ficción o en documental. Una de las
más atractivas –candidata al Oscar y ganadora de varios premios en festivales- era
Omar,
del director palestino Hany Abu-Assad, quien dirigiera la estremecedora Paraíso
ahora. Como en aquella película,
Abu-Hassad encara las consecuencias de la ocupación represiva israelí en
Palestina, en los habitantes que la sufren. Consecuencias sobre los cuerpos, y
sobre la psicología de los ocupados. Y también como en su film previo, se niega
a maniqueísmos simplistas.
Omar habita en Cisjordania, y para visitar a su
amigos y a su novia secreta, hermana de uno de ellos, debe trepar el altísimo
muro que los israelíes han levantado en medio de Palestina. Ella vive del otro
lado, y su vida es un ir y venir por motivos amorosos y activistas, ya que Omar
pertenece a un pequeño grupo de la resistencia, que lleva a cabo un atentado
matando un soldado israelí. Muy pronto cae preso, los opresores lo someten a durísimas
torturas físicas y lo tendrán cautivo incluso después de soltarlo, a cambio de dar
información sobre sus compañeros. Se plantea entonces el dilema de la lealtad a
una causa o la colaboración con ese enemigo, en un medio donde existe la
traición y la delación.
Entre thriller
político, película de acción y melodrama, Abu-Assad muestra cuán débil es la
línea que tal vez separaría las decisiones, sobre todo cuando el joven parece
no tener escapatoria: Omar y por extensión, todos los palestinos. Así tienen
atadas las manos –y las voluntades- de sus víctimas los regímenes opresivos.
Israel es el país
invitado este año por el Bafici. La película de apertura es israelí, y una de
las retrospectivas está dedicada a Uri Zohar, cineasta que realizó su obra en
Tel Aviv durante los ´60 y ´70, hasta que devino rabino ortodoxo y renegó de su
carrera cinematográfica. En esa sección, vi The True Story of Palestine,
de 1962, una película de montaje que reúne con humor imágenes de archivo
filmadas por un pionero del cine israelí, Nathan Axelrod. Film de ultra propaganda sionista, su intención
es mostrar la presencia judía en Palestina antes de 1948, cuando fue proclamado
el estado de Israel. Con una mirada entre tierna y tendenciosa, desde el
principio se habla de la prosperidad de esa tierra, que los hebreos hicieron
grande y fructífera. La construcción del país, de su infraestructura, la
construcción de Tel Aviv, el desarrollo industrial, de las artes y del deporte,
nada falta para demostrar que ellos estuvieron allí antes de 1948 y fueron los
hacedores de ese país. De la presencia árabe, de la convivencia de los dos
pueblos, ni una palabra. Los films dicen no sólo con lo que muestran sino con
lo que callan. Cuando las Naciones Unidas aprueban la creación del estado
israelí, la reacción árabe es calificada de ataque agresor, e Israel es
presentada como la víctima. Todo, absolutamente todo, está justificado por el
Holocausto, la falta de un hogar y la guerra sufrida por el pueblo israelí.
Precisamente, el
Holocausto está evocado en el enorme film Le dernier des injustes, de Claude
Lanzmann, una larga entrevista al líder del guetto de Theresienstadt, en
Polonia. Un hombre peculiar, que negociaba con los nazis para salvar a sus
semejantes. Un hombre que demostró que otra clase de sionismo era posible, un
sionista cuestionado que nunca vivió en Israel. Para Lanzmann, como para
Abu-Assad, al contrario de Zohar, el maniqueísmo no es una opción.
En Competencia
internacional, Iranian es un documental de Mehran Tamadon, un iraní que reside
en Francia, y en Teherán reúne a varios musulmanes, partidarios del régimen para debatir sobre lo que sería una posible convivencia armónica. Tamadon
no es religioso, y propone un sistema secular, mientras todos los demás
esgrimen con convicción su punto de vista, más contundente y terminante que las
tímidas propuestas de Tamadon. Más aún, cuando él propone para la convivencia
eliminar el uso del velo, o tener una biblioteca amplia, o escuchar música, sus
interlocutores le hacen ver los peligros que todo ello representaría para los
varones, incapaces de controlar sus pulsiones. Se habla también de los derechos
de las minorías y de la fuerza que significa el régimen de la República
Islámica, votada 38 años atrás. Se llega al extremo de decirle al director que
habla como un demócrata, pero sus ideas son totalitarias, porque trata de
imponer su opinión. Cuesta comprender, desde nuestra cultura, posiciones tan
fundamentalistas, pero el film es un muy interesante cuadro de la ideología
islámica. Que sí impuso su opinión, impidiéndole posteriormente al
cineasta regresar a su país. Interesante y original por su contenido, el
documental no pasa de lo discreto, sin mayor propuesta ni valor
cinematográfico que justifique su inclusión en esa Competencia.
Una vez más, el
cine muestra de manera palpable aquello que los diarios apenas mencionan, y
nunca llegan a transmitir. Los conflictos en Oriente Medio siguen abiertos, las
posiciones parecen irreconciliables, esta crisis heredada del siglo XX continúa
abierta.
Para completar,
dos películas vistas el último día de las competencias: en Competencia
Vanguardia y género, Big Bad Wolves, película israelí
dirigida por Aharon Keshales y Avot Papushado. Entre el thriller y el cine de terror, la pesquisa por un pedófilo y asesino
serial se transforma en un tremendo film de venganza y torturas. Cuando la
investigación que con medios non sanctos
lleva a cabo la policía sobre un sospechoso es revelada en You Tube, un policía
defenestrado por ello decide seguir con su particular búsqueda, amparado por su
superior. Al mismo tiempo, el padre de la última víctima secuestra a investigador
y su sospechoso y decide aplicar sobre éste, hasta que confiese, las mismas
horripilantes torturas que el asesino usara con sus víctimas, pero en cámara.
No apta para estómagos débiles o espíritus sensibles. Con notas de humor, que
le permiten hasta bromear sobre la relación judíos-árabes en Israel, el film
pone en cuestión temas como la venganza, el uso de la tortura, la justicia por
mano propia, padres abandónicos y apariencias engañosas. Bien narrada, con
logrados cambios de tono y buen suspenso, subrayado por una música estridente,
el film deviene finalmente una reivindicación de la venganza y la crueldad alimentada
por el odio.
Y por último, en
Competencia internacional, Mitra Howls From Happiness. La directora y artista visual iraní Mitra Farahani sale
a la búsqueda de Bhaman Mohasses, un pintor anterior a la República Islámica,
perseguido y desaparecido desde que ésta fuera proclamada. Lo encuentra en
Roma, viejo y enfermo, y realiza una interesante y larga entrevista en la cual
él se revela como un ser original, un creativo que nunca pudo ser catalogado en
ninguna escuela, que elaboró una obra comprometida con su tiempo, para
destruirla en parte posteriormente. Farahani filma al artista hasta su muerte,
en una decisión que le valió duras
críticas.
Entre el
fascismo al desnudo israelí y su contraparte pictórica, estos films provocaron
la boutade dicha hoy por un colega: “este
es un festival pro iraní”.
Josefina Sartora
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