7 de abril de 2014

Sorpresas argentinas del Bafici

Competencia internacional
La Salada
Dirección y guión: Juan Martín Hsu
Argentina/2014


El prejuicio al llegar a una película es una peligrosa trampa de doble filo. Las expectativas pueden conspirar contra un film o puede sobrevenir la sorpresa, y dejarnos ganar por ella. Es lo que me sucedió con La Salada, opera prima argentina en Competencia internacional, cuya gacetilla no me representaba mucho estímulo. Esperaba ver un documento sobre la inmensa feria, pero resultó un film de ficción sobre su gente, realizado con una sensibilidad y delicadeza admirables.
El joven Hsu narra tres historias apenas conectadas entre sí sobre algunos de los miles de inmigrantes que trabajan en el lugar. Una: padre e hija coreanos, dueños de una pequeña industria textil y dos puestos de venta. Pese a que hace años que viven en Argentina, el padre sólo habla coreano, y su hija oficia de mano derecha. Conservador de las tradiciones, ha arreglado el matrimonio de la joven con el hijo de un compatriota. Ignacio Huang, presente en toda película argentina que presente un personaje oriental, tiene aquí la oportunidad para desarrollar su personaje, y lo logra con éxito. Otra: Bruno, recién llegado de Bolivia en busca de trabajo, fracasa como camarero hasta que encuentra su lugar junto al coreano. Y la tercera: Huang es un taiwanés que copia películas en dvd para venderlas en su puesto, mientras mira cine argentino. Su único ser cercano es su madre, con quien habla por teléfono a Taiwan, y quien le insiste que consiga novia. “Estoy en eso” le dice al fin.
El film desarrolla esas historias, esas relaciones humanas con tanto ingenio como delicadeza, sin pretensiones, sin procurar asombrar ni ser muy original, logra una frescura que extrañábamos en el cine argentino más joven.
Las lenguas acentúan la esencia de la extranjeridad: coreano, mandarín, quechua, castellano se alternan, se mezclan y se utilizan de acuerdo con cada necesidad.
Una delicia, en suma.

Otras dos 

La bonanza no termina aquí. Mauro, de Hernán Rosselli, en Competencia internacional, fue otra opera prima realizada con tal solvencia que disimula este detalle. Se trata de un film que transcurre en el conurbano sur, y la pintura de ese entorno social es su mejor logro. El personaje del título pasa billetes falsos de 100 pesos, hasta que decide montar su propio negocio, fabricando sus propios billetes falsos con un amigo. El trabajo que realiza, el marco social, los vínculos y los diálogos están presentados con un verismo y tal autenticidad que todo el film alcanza un naturalismo asombroso. Con sus diferencias, mejor filmada y actuada, se ve en Mauro la marca que José Campusano está presentando en el cine argentino.

Y para completar el destacado, Ciencias Naturales, de Matías Lucchessi, en Competencia argentina. El film es uno de los varios realizados en Córdoba presentes en el Bafici. Evidentemente, ya puede hablarse de escuela cordobesa, para alegría de nuestro querido colega Roger Koza. En una escuela rural de las Altas Cumbres, al llegar a sus 12 años, una chica decide salir a buscar a su padre, de quien no conoce siquiera su nombre. Con firme determinación, convence a su maestra de llevarla tras los vagos rastros que ha dejado el hombre. Paula Hertzog, la actriz de El premio -nuevamente en el rol de chica sin padre- confirma su talento. Con –tal vez demasiado- candor, con demasiadas metáforas, el film se gana al público.

Estas tres operas primas, que llegan con premios al Festival, confirman que sigue habiendo un cine emergente, con directores que traen nuevas propuestas, que renuevan el cine argentino, y tal vez convenzan a algunos escépticos…


Josefina Sartora

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