12 de junio de 2014

Después de una guerra

Ida
Dirección: Pawel Pawlikowski
Guión: Pawel Pawlikowski y Rebecca Lienkiewicz
Polonia/2013


Después de haber vivido y filmado en Gran Bretaña, el polaco Pawel Pawlikowski regresa a su tierra natal con Ida, una historia que presenta la situación de Polonia en los ´60, las consecuencias de la guerra y la vida durante el régimen comunista.

Ana es una novicia en un convento de la muy católica Polonia, a punto de hacer sus votos. Antes de tomar los hábitos, su superiora le ordena visitar a su tía, a quien la joven no conoce. Por primera vez, la inocente Ana sale del convento donde ha transcurrido pacíficamente toda su vida, y en la ciudad encuentra su contracara: su tía Wanda es una mujer durísima, ex miembro de la resistencia, juez de los tribunales del pueblo, que ha enviado a la muerte a muchos, y hoy lleva una vida tan disipada como solitaria, mientras bebe y fuma sin cesar. Lo más grave del encuentro es que le revela a la joven que en realidad se llama Ida, es judía e hija de su hermana y su marido, los Lebenstein, desaparecidos durante la ocupación nazi. Ambos cayeron víctimas de la masacre de judíos en Polonia, la peor de Europa.


La necesidad de enterrar a sus muertos y conocer la verdad lleva a esas mujeres al pueblo natal, donde todos prefieren olvidar el pasado. Que resulta peor de lo imaginado por el taimado accionar de los vecinos durante la guerra, que recae con consecuencias en el presente. Así, Ida inicia un viaje iniciático que la obliga a tomar contacto con una realidad hasta entonces desconocida y lacerante, que la introduce violentamente en la madurez y en su verdadera identidad. Ahora Ida deberá tomar decisiones sobre su vida. El viaje de Ida y Wanda es también una evocación del paso de Polonia de uno a otro sistema. Pawlikowski ha sabido individualizar en la peripecia de esas dos mujeres, con síntesis, sutileza y estilo, la oscura historia reciente de Polonia, que incluye nazismo, antisemitismo, stalinismo y traición. Sin contemplaciones, enfrenta a la joven (la luminosa Agata Trzebuchowska) con el negado pasado común, que conserva sus heridas abiertas.

A juzgar por el estado de Wanda, los ideales comunistas ya se están relajando. Agata Kulesza realiza una admirable performance de esa mujer que ha participado del horror y lo ha sobrevivido por su autodeterminación y hoy se sostiene a base de furia, rencor, culpa y alcohol. Su actuación ha merecido varios premios, así como el film, que obtuvo dos premios Fipresci, entre otros.

El aspecto más admirable del film es la fotografía en blanco y negro, de Lukasz Zal y Ryszard Lenczewski (también fotógrafo de Mi verano de amor, un film anterior de Pawlikowski que trataba la entrada en la adultez de manera muy diferente). La composición suele ubicar a los personajes en el borde inferior del cuadro, con un gran espacio detrás, destacando su soledad, su individualidad, el vacío circundante. Esa sugerente fotografía en blanco y negro, con una sutil iluminación lateral a la manera de la antigua pintura holandesa, evoca el fundante cine polaco de los ´60. La imagen gris y la música resultan tan expresivos como las casi silenciosas protagonistas. La estética ascética, los diálogos escasos, los tiempos demorados remiten al mejor cine clásico europeo, y entre los contemporáneos, a las películas del húngaro Béla Tarr.

Josefina Sartora


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