16 de julio de 2014

Pecho malo y pecho bueno

La señora Klein
De Nicholas Wright
Dirección: Eva Halac


La conflictiva relación madre hija ha dado varias obras de arte notables, sobre todo en cine (la Sonata de otoño de Ingmar Bergman tuvo su puesta teatral el año pasado). Relación básica, primaria, en la que se juegan temas tales como imitación, rivalidad, dominio, sometimiento, rebeldía, etc. También la psicología trabaja ese vínculo como uno de sus temas más importantes. La señora Klein es una obra de teatro escrita por el dramaturgo sudafricano Nicholas Wright cuya protagonista es nada menos que Melanie Klein (1882-1960, aquí interpretada por María Leal), una de las creadoras, inspiradoras del psicoanálisis, instalada en la más alta jerarquía junto a Freud y Lacan. Nacida en Viena –como Freud- vivió dos guerras, pasó por Budapest y Berlín hasta radicarse en Londres, donde desarrolló sus teorías focalizadas en la psicología infantil.

La obra presenta una noche en su vida, en 1934, al conocer la muerte de su hijo. La tragedia hace aflorar todo el resentimiento que guarda su hija Melitta Schmideberg (Fabiana García Lago), también psicoanalista, a quien su madre había psicoanalizado desde niña, y que en su madurez sostiene un duelo profesional con su madre. La polémica Klein –y también su hija- era dramáticamente durísima, casi brutal, y María Leal sabe darle a su personaje todo el carácter que su rol requiere. Pecho malo y pecho bueno a la vez –según sus teorías- la madre no cesa de poner a la hija en los bordes, en los extremos de su emocionalidad. Entre ellas se entabla un duelo verbal que excede la circunstancia, apela al pasado, a la culpa, las contradicciones, a las relaciones familiares pero también a la práctica psicoanalítica que ambas ejercen. Testigo de este enfrentamiento es Paula Heimann, discípula de Klein y colega de ambas: en total, tres psicoanalistas judías exiliadas. Paula López Alonso despliega una vez más su ductilidad demostrada en el teatro off, dotando a su personaje de esa excentricidad ambigua, con gran dosis de humor, que le es característica y conocimos en el circuito off.


La señora Klein es una pieza inspirada en el teatro clásico, sigue la fórmula ya habitual en nuestro teatro mainstream, que gusta estrenar obras de éxito en Broadway o Londres. La puesta de la talentosa Eva Halac cuenta con puntos brillantes, además de la actuación de sus actrices: una adecuada recreación de época, gracias al vestuario de Pablo Ramirez y Lidia Benitez y la excelente escenografía de Alberto Negrín, y un manejo admirable de los tiempos y los climax. Con unidad de tiempo y lugar, el acontecer sigue una sucesión lineal, y no falta la nota etílica, como ya es habitual en obras estrenadas este año. La señora Klein practica en forma permanente la interpretación psicoanalítica, para regocijo de toda la comunidad psi porteña que llena la sala de La Comedia. Pero no sólo ellos.


Josefina Sartora

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