1 de julio de 2014

Sabores indios

Amor a la carta (Dabba)
Dirección y guión: Ritesh Batra
India-Francia-Alemania-Estados Unidos


En India se estrenan unas 3.000 películas por año. Sí, esa cantidad. La mayoría responde al formato Bollywood (historia de amor matizada con música, baile y canciones, de varias horas de duración), que gozan de millonario público. Pocas de ellas llegan a Argentina, y si lo hacen, se presentan en festivales –por ejemplo, en Pantalla Pinamar- o fuera del circuito comercial. Por eso resulta toda una noticia que se estrene aquí una película india. Amor a la carta (Dabba o The Lunch Box), primer largometraje de Ritesh Batra, se aparta de la fórmula Bollywood: se trata de una comedia romántica con toques de melodrama, cuyos protagonistas cruzan sus destinos por azar.

En Mumbai existe un peculiar y reputado sistema de entregas de almuerzos que las familias y casas de comida envían a los trabajadores. Un cliché dice que el camino al corazón pasa por el estómago, e Ila lo pone en práctica tratando de recuperar un matrimonio que la tiene frustrada e insatisfecha. El servicio de entregas comete un raro error y el almuerzo que Ila ha preparado con amor y exquisitez culinaria para su indiferente marido cae en boca del señor Fernandez, un viudo gris y amargado, casi intratable, que espera la jubilación en su puesto burocrático mientras se debate en la soledad en que vive desde la muerte de su querida mujer. Sin proponérselo, entre ambos se establece una relación epistolar que paulatinamente va tornándose más íntima y franca, amparándose los dos en la distancia y el desconocimiento mutuo.


Dos almas solitarias (interpretadas estupendamente por Nimrat Kaur e Irrfan Khan, el actor de Life of Pi, Una historia extraordinaria) construyen una ilusión que mejora sus vidas, con la consiguiente evolución psicológica. A ambos se les presenta la oportunidad inesperada de replantear sus vidas, que parecían destinadas a un final previsible. El film es sutil, nunca cae en el lugar común y ofrece como marco de esa historia personal la ciudad de Mumbai con sus gentes, sus ruidos y abigarrados medios de transporte, un tema tan polémico en India. Con toques de color local, que presentan una pintura de la vida cotidiana en la intimidad de sus casas, donde vive encerrada la mujer, el film tiene un guión sólido, y sabe sostener la reiterada lectura de las cartas, que nunca pierde interés. Habla también del poder de transformación espiritual de algo tan físico como la comida, y presenta la peculiaridad de una voz de la experiencia, la de una tía putativa, una vecina que vive en el piso superior de la joven y la aconseja, y a quien nunca vemos. No menos importante en esa evolución es la presencia del joven que llega a reemplazar al futuro jubilado.


Las películas que respetan la fórmula Bollywood no requieren coproducción con otros países, dada la su popularidad y gran demanda en su propio país y en todos los países del sudeste asiático. En cambio, Amor a la carta calificó como cine arte, por lo que debió realizarse con aportes de Francia, Alemania y Estados Unidos. Para sorpresa de todos, esta opera prima de un director que ha vivido y estudiado en Estados Unidos tuvo gran éxito en India y el resto del mundo.


Josefina Sartora

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