2 de septiembre de 2014

Venecia 2014. 3ª nota

En duva satt på och funderade på tillvaron (A Pigeon Sat on a Branch Reflecting on Existence)  
Roy Andersson, Suecia-Alemania-Noruega-Francia/2014.
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En el primer cuadro –es este un film de cuadros- se ven varias vitrinas con pájaros embalsamados sobre las ramas, y algunos observadores. Sin embargo, es a los seres humanos a quienes observa el film, tercera parte de la Trilogía de vida del sueco Roy Andersson sobre la condición humana, después de Songs of the Second Floor y You, the Living. En cuanto vemos al detalle el primer cuadro, y mucho más con los que le siguen, sabemos que este es un film cuidosamente gestado, pensado y llevado a cabo, obsesivamente articulado.

Tras una obertura anunciada como Tres encuentros con la muerte muy hilarantes, el film presenta cuadros de situación sobre la condición humana, en una sucesión de planos generales fijos –es decir que aquí no hay montaje de acción, ni plano/contraplano ni, mucho menos, primeros planos- y pocos pero muy importantes momentos musicales. El hombre y sus pasiones, sus miedos, el amor, la vejez, la guerra, la soledad, la muerte. Hay contados hilos narrativos, que vuelven: una ridícula pareja de socios que intenta vender sin éxito objetos para divertir a la gente o “para que sea feliz”, una profesora de flamenco, una taberna, un restorán, poco más. Son 39 escenas, y cada escena constituye una unidad en sí misma, que no necesita consecuencias: una pareja amándose, varios bellísimos momentos en una cantina, el ejército de un rey misógino que marcha a la guerra, una terrible escena de esclavitud y destrucción y su contracampo, el poder –la única escena con 2 planos-, el mismo ejército que regresa derrotado, una científica experimenta torturando a un mono, todas ellas expresan la desesperación y el horror. Pero el ritornello es un negador “me alegra que estés bien”, equivalente al “todo bien” argentino, al “tutto a posto” italiano, que oigo todos los días. ¿Señal de estos tiempos?

El diseño visual del film es fascinante: cada cuadro está minuciosamente compuesto, cada detalle cuidadosamente calculado. El color es el de Andersson: una paleta de tonos medios, casi sin contrastes, donde escasea el negro y no existe el blanco, con pasajes del beige al verde claro y al crema y nuevamente el beige. El color imprime un carácter onírico a esta tragicomedia. El espacio concebido funcional y simbólicamente; los movimientos están tan detalladamente coreografiados como la clase de flamenco de la profesora voraz; los diálogos son los imprescindibles; la música de Glory, Glory, Allelluyah genialmente utilizada (con ella desfiló el equipo del film por la alfombra roja del Lido). Imaginamos cada plano fruto de decenas de tomas. Después supimos que le llevó casi cuatro años filmarla.

Por supuesto, no falta el humor negro ni el elemento surreal. Algunos dirán que en algunos cuadros no sucede nada, o que presenta un hecho banal, como una mujer sacando una piedra de su zapato, o unas chicas jugando en un balcón. O que es artificiosa. Pero es la belleza y poesía de los mismos las que prueban el poder del cine.


Josefina Sartora

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