Momentos de una vida (Boyhood)
Dirección y guión: Richard
Linklater
Estados Unidos/2014
El tiempo es el tema en el cine de Richard Linklater. Más intensamente que el
amor, o el romance, la trilogía Antes de … mostraba de manera
fehaciente y sin cosméticas las marcas que el paso de los años dejaba grabadas
en los cuerpos y las personalidades de sus dos protagonistas. En todo coherente
con su método de trabajo y con su ideología, Momentos de una vida (Boyhood) es
otra variación –importante, original, conmovedora- acerca del tiempo.
Nuevamente, Linklater filma siempre con los mismos actores, y con ellos rueda
un film a lo largo de 12 años. Nuevamente Ethan Hawke es uno de ellos, si bien
no el protagonista. Este es un chico que en los primeros planos tiene 5 o 6
años, y en los últimos 18, interpretado por Ellar Coltrane. Durante ese
período, Linklater filmó la historia de ese personaje y, tras él la de toda su
familia, una familia de clase media de los Estados Unidos, similar a otras
miles. Aquí radica la intención del film: lograr la empatía, la identificación
fácil del espectador con su historia y sus personajes, y lo logra
admirablemente.
Momentos de una vida
es un título que interpreta literalmente la película: Linklater filmó algunos
días de la vida de Mason –uno, o dos, o tres días por año- que reflejan su
evolución hacia la adolescencia primero, la adultez después. Pero detrás del
chico está su hermana mayor –interpretada por Lorelei, hija del director-, que
también va creciendo junto a él, y sus padres, que cargan con todos los
conflictos de los adultos: un padre bastante ausente e irresponsable, una madre
que elige sus parejas para su propio mal. Si Ethan Hawke muestra, como en la
trilogía, las marcas del tiempo en su rostro sobre todo, el cuerpo de Patricia
Arquette, la madre, va mostrando sus cambios evidentes hacia la madurez.
Es interesante destacar que la vida de
Mason no hay hechos espectaculares, y algunos sucesos importantes
–separaciones, muertes- ocurren durante las elipsis entre uno y otro año. El
otro aspecto fundamental es el magistral manejo de esos tiempos que trascurren
fuera de campo, el paso de una época a otra sin las acostumbradas
sobreexplicaciones o avisos a los que nos tiene habituados el cine yanqui: notamos el transcurrir de un año sobre todo
en las marcas corporales: Mason y su hermana están algo mayores, o su madre más
gorda, o el padre ha cambiado el auto, el corte de pelo, o la vestimenta. Pero
todo ello transcurre con la naturalidad de la vida misma. Esta aparente
espontaneidad puede resultar engañosa: Boyhood es un film de
ficción, si bien con la plasticidad suficiente como para cambiar sobre la
marcha lo que sea conveniente, e incorporar lo aleatorio. Lo que sí vemos son
momentos cotidianos plenos de verdad, de honestidad: las relaciones entre los
miembros de la familia, los juegos, los malos ratos, los tiempos muertos,
llenos de vida.
Resulta admirable la evolución de esos
personajes, sobre todo el chico, que Linklater eligió siendo muy pequeño y sin
saber qué dirección tomaría su crecimiento como actor. Como personaje, Mason
adolescente es silencioso, introspectivo, pero sin parecerse a esos
adolescentes apáticos o aburridos del nuevo cine argentino. La empatía del
actor con su personaje es tan poderosa, que cuesta discriminarlos, provocando
también con ello el engaño. Linklater incorporó algunos rasgos del actor Ellar
Coltrane –su interés por las artes, por ejemplo- al personaje Mason,
produciéndose así el cruce entre director y actor, entre actor y personaje.
Queda muy en claro que a Linklater no le
interesa filmar más allá de lo que ocupa su foco: la realidad externa,
histórica y social del país casi no se transparenta tras esa historia familiar.
El film podría haber dado para mostrar el contexto, lo que sucedía en el país y
en el mundo desde 2002 hasta la fecha, que no fue poco. Por el contrario, no se
sale del marco de esa familia media de Texas, aunque algunas pinceladas asomen
de vez en cuando, además de las músicas propias de cada etapa: el rechazo a la
política de Bush, la colaboración en la campaña electoral de Obama dentro de un
estado republicano, o la presencia del tercer esposo de la madre, veterano de
la guerra de Irak. Una escena es reveladora del espíritu tejano: para sus 15
años, los padres de su madrastra le regalan a Mason una biblia y un rifle,
compendio de la mentalidad del Medio Oeste norteamericano.
Linklater llevó a cabo en la ficción una
operación que, en el documental, es habitual en el cine de la directora checa Helana
Trestiková: ella también toma un joven –pero real- y lo filma a lo largo de los
años, hasta que considera que tiene un film, y lo cierra. Algunos críticos comparan
la obra de Linklater con la de François Truffaut y su personaje Antoine Doinel,
de quien filmó varias películas, pero entre ambos hay grandes diferencias.
Linklater obtuvo el Oso de Plata en Berlín,
la película fue declarada la mejor del año por Fipresci, y todos son premios
merecidos. Se trata del capolavoro
del director, su mejor film, filmado con frescura, verosimilitud y profundidad,
características pocas veces reunidas. Todo eso, en 165 minutos insoslayables.
Josefina Sartora
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