29 de octubre de 2014

La fiesta del documental

El Doc Buenos Aires 2014

Como el Bafici, como el Festival de Mar del Plata, el Doc Buenos Aires ya constituye un hito en el calendario cinematográfico, sobre todo para los que amamos el documental. Con la dirección y padrinazgo de Luciano Monteagudo, Carmen Guarini y Marcelo Céspedes, ofrece la oportunidad de ver lo mejor del cine documental de todo el mundo, películas que muy difícilmente puedan verse en otra ocasión en Argentina. Como es habitual, la programación es cuidadísima, y a algunos de sus títulos nos referiremos.

A los efectos de introducción es útil el film de Jean-Louis Comolli, Cine documental, fragmentos de una historia, en el que revisa el género desde los films de los Lumière y Flaherty. Estos, el cine de Dziga Vertov le sirven para fijar conceptos como puesta en escena, montaje, el lugar del espectador, el del pueblo en el cine de propaganda, la capacidad para tocar a las masas del cine de Leni Riefesntahl. Los films de Luis Buñuel, Georges Franju, Jean Rouch le permiten reflexionar sobre el cinéma vérité.
Como ocurre con tantos documentales, en este caso referirse a la historia del género significa abordar en diagonal la historia del siglo XX, y al mismo tiempo, poner de relieve el carácter didáctico del documental como formador de opinión, como formador del hombre de una nación.



Como en sus anteriores René, o en Katja, en Vojta Lavicka: altibajos la checa Helena Trestiková toma una persona en su juventud y la filma a lo largo de varios años, documentando el paso del tiempo y la evolución de ese personaje real. Un sistema similar al que aplicó Alexandra Anthony en Perdido en tierras salvajes y, en el caso de la ficción, Richard Linklater en Boyhood. Los títulos de sus películas refieren a sus protagonistas, en este caso un músico romaní, o gitano, perteneciente a una minoría en la República Checa, orgulloso de su etnia y que trabaja por su visibilidad. Ese orgullo funciona como una divisa en su vida, pese a las contradicciones que le significan sus congéneres, las condiciones de vida en su país, sus reacciones frene a la emigración en masa de los romaníes, etc. A lo largo de 16 años vemos cómo van evolucionando esos temas, sus altos y bajos profesionales y familiares, sus matrimonios, sus hijos, a quienes les inculca el honor por sus orígenes. Como en todos sus films, la directora logra la empatización del espectador con el personaje, porque éste se muestra a corazón abierto, con sus fuerzas y debilidades.

A Mask of Madness: podría decirse que este film constituye un cine experimental, más que propiamente documental. Norbert Pfaffenbichler construye un film a partir de las muchas películas que Boris Karloff filmó, ya fuera protagonista, actor secundario o presentador. Guiado por distintos criterios constructivos y asociativos, este director de la vanguardia austríaca realiza un film con un único personaje, el mismo Karloff en sus muchas apariciones. Así, es notable cómo monta escenas de errancia, subiendo y bajando escaleras, recorriendo pasillos, como búsquedas y encuentros, entradas y salidas, o experimentos científicos y sus consecuencias muy diversas, mezclando, 
superponiendo, montando siempre. Su divisa es muy deleuziana: diferencia y repetición, y de ella se vale para el montaje de este film absolutamente original, valga la paradoja. Así, Karloff aparece dialogando consigo mismo sobre la locura, o incluso luchando casi en espejo, bajo las muchas máscaras que acostumbró utilizar en sus films: mutante, monstruo o científico, víctima o victimario, indio u oriental, a todos imprimió su sello característico. El Doc presenta un foco dedicando a Pfaffenbichler, que incluye otro trabajo similar, realizado con los films de Lon Chaney.


Punto de partida es ya un clásico entre los documentales. Robert Kramer regresa a Vietnam en 1993 y documenta el estado de la nación después de la guerra con Estados Unidos. Focalizando en diversos personajes anónimos de Hanoi, en sus cuerpos, en su trabajo, sin mayores explicaciones ni comentarios, el film ensayo de Kramer devela las marcas que ha dejado la lucha y cómo es la vida cotidiana en ese país. Una suerte de memoria-presente. Pero también recoge el testimonio de Linda Evans, una activista que pasó 40 años en prisión por oponerse a la guerra y a la política de su país hacia Vietnam.

Además de productor de documentalistas como Robert Kramer, Claire Simon, Edgardo Cozarinsky, Danièle Incalcaterra y otros, Richard Copans es un notable director de documentales, y acaba de estrenar en el Doc BAs su último Un amour, una rara avis. Su peculiaridad reside en que se trata de un documental sobre el amor de una pareja que ya no está: sus padres, que se conocieron en 1939, en reuniones de militancia política. Basado en fotografías y en la correspondencia que ellos sostuvieron, Copans recrea la vida y el romance de sus padres desde su nacimiento hasta el fin de la Segunda Guerra. Con delicadeza, con sensibilidad y gran talento creativo, revive cinematográficamente en un bello y conmovedor film no sólo su historia familiar sino la de Europa en la primera mitad del siglo XX: la Guerra Civil española, la intelectualidad en Francia, la Guerra europea.

Entre los (pocos) argentinos, se destaca como una curiosidad Hamdan, de Martín Solá. El protagonista es un palestino miembro del grupo de resistencia Al Fatah, que en 1973 y con 20 años fue hecho prisionero en las cárceles israelíes. Con un laconismo extremo –en el que se conjugan el tempo largo de la vida en prisión con la morosidad propia de Solá, mucha pantalla en negro y un fuera de campo importante, el hombre recuerda esos duros años de encierro, el maltrato, las pésimas condiciones de (sobre)vida en esas cárceles. Pero al salir, el encierro continúa, al estar su país ocupado, sitiado y encerrado por el sistema represivo israelí.  


Agua plateada. Autorretrato de Siria se anuncia como film compuesto por mil y una imágenes filmadas por mil y un sirios. En parte es así, con imágenes extraidas de You Tube, filmadas con cámaras anónimas, o con teléfonos que registran la terrible actualidad de su país. Tomas clandestinas, borrosas algunas pero todas elocuentes de los abusos del régimen fascista de Bashar y sus ejecutores, el ejército. El film muestra todo, por crudo que sea: torturas físicas, explosiones que están dejando un país destruido, muertes muy jóvenes, la peligrosa recuperación de los cadáveres en las calles vacías. Y en parte, está filmado por la joven cineasta kurda Wiam Simav Bedirxan en la ciudad de Homs, quien durante tres años documentó la destrucción de su ciudad y su pueblo, las atrocidades incomprensibles pero también la vida que continúa. En su exilio en París, Ossama Mohammed montó el abundante y escalofriante material, con un lirismo y una emoción notables.


El título de apertura y cierre del Doc Buenos Aires promete estar entre los mejores del año, en todo sentido: Maïdan, de Sergei Loznitsa, Ucrania-Holanda/2014.
Maïdan es un capolavoro que podría encuadrarse a primera vista como cine de la emergencia, sobre una crisis aún candente. Durante varios meses, Loznitsa filmó en Maïdan, la plaza de Kiev, Ucrania, durante las protestas populares contra el régimen corrupto del presidente Viktor Yanukovich. Pero lo que podría haberse aproximado a un informativo televisivo –como muchos de los testimonios de este tipo de acciones- bajo la lente de Loznitsa deviene un documental  mayor. A lo largo de los meses de invierno, desde noviembre de 2013 hasta marzo de 2014, los acontecimientos van transformando las protestas pacíficas multitudinarias iniciales, con mucho de entusiasmo juvenil y fervor patriótico, hasta devenir un enfrentamiento tan violento como sangriento entre los manifestantes más radicales y las fuerzas represivas del gobierno, que actuaron sin contemplaciones contra sus compatriotas. La revuelta culminó con la renuncia del presidente, pero la crisis aún no ha pasado, como todos sabemos.
Con su habitual cámara fija, que sólo mueve cuando la emergencia de algún caso se lo impone, Loznitsa sabe colocarse para registrar tanto los movimientos colectivos como las reacciones individuales. Sin comentarios ni entrevistas, permite que la acción fluya, y muy claramente, a lo largo de esos meses. El film viene a desmentir a aquellos que sostienen que en los films de urgencia lo prioritario el mensaje, y que el mismo justifica el descuido en lo formal. Al contrario: con el tiempo, más allá de la coyuntura histórica, Maïdan quedará como un clásico.

Josefina Sartora


El Doc cierra con Maidan el miércoles 29 a las 19, en el Gaumont, y con entrada gratuita.

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