Escobar: paraíso perdido
(Escobar:Paradise Lost)
Dirección: Andrea
Di Stefano
Guión: Andrea Di
Stefano y Francesca Marciano
Francia-España-Bélgica-Panamá/2014
La figura de Pablo
Escobar –capomafia de la cocaína, líder del cártel de Medellín, probablemente el
hombre más rico de Colombia y uno de los más ricos del mundo- sigue motivando
el recuerdo a través de series para TV, ésta y otras películas, incluso un
documental realizado por su hijo Juan Pablo, residente en Argentina, Pecados
de mi padre.
En su opera prima como
director, el joven actor italiano Andrea Di Sefano recrea de manera ficcional
los momentos en que Escobar va a entregarse a las autoridades siguiendo un
pacto por el cual no sería extraditado a los Estados Unidos, donde reclamaban
su arresto. Lo peculiar del caso es que elige un punto de vista externo para
contar esa historia, en la figura de Nick, un muy ingenuo surfista canadiense
que llega con su hermano y amigos a unas playas paradisíacas de Colombia. Allí
se enamora de una joven (la española Claudia Traisac) que resulta ser sobrina
dilecta de Escobar, y quien se ocupa de las tareas sociales a las que el tío
destina cifras millonarias: sanatorios, escuelas, ayudas a familias. Así, sin
quererlo, sin buscarlo, y casi sin saberlo, Nick (Josh Hutcherson) termina
instalado en el círculo estrecho del traficante, con quien cumple tareas en su espacio
de poder y participa de sus fiestas familiares, hasta que le asigna una misión
confidencial, riesgosa y muy comprometida.
El film resulta una
sucesión de diversos momentos con altibajos, algunos logrados, otros prescindibles.
La piedra fundamental la constituye la presencia de Benicio del Toro como Pablo
Escobar, quien no sólo da el physique du
rol, sino que despliega todos los matices de esa personalidad tan compleja.
Afectuoso padre de familia, devoto cristiano –reza con su madre, unidas sus
voces por el teléfono, antes de entregarse-, filántropo solidario, es también
implacable con sus enemigos y no duda en mandar a matar a sus hombres de
confianza -que lo siguen con lealtad- para que no revelen sus secretos.
La narración circula en
dos tiempos, entre 1991 y los flashbacks
que contextualizan la historia, y entre varios géneros: el melodrama romántico,
el thriller y el film de acción, está dicho, de manera muy despareja. Las
escenas con Nick y su hermano son paupérrimas, el desconcierto del joven, con las
múltiples consecuencias de su conducta, algo inverosímil. Pero el film cobra
vida cada vez que del Toro ocupa –y se roba- la pantalla, para encarnar el mito.
Manteniendo sus actividades en las sombras, sin hacer alusión a ellas, sin que
la droga haga su aparición, Escobar puede jugar el rol del paterfamilias
latino, mantener toda la ambigüedad de su figura seductora que recuerda -es
obvio sobre todo durante la fiesta- la de Vito Corleone. Es este un retrato de
su psicología íntima; son sus decisiones las que catalizan la acción, desatando
una espiral de violencia siempre a manos de otros, hasta culminar en un epílogo
innecesario. Hablando en castellano y en inglés, en una performance formidable
que modula el registro entre el paternalismo y la crueldad despiadada, del Toro
impide que el film se hunda por su propio peso.
Josefina Sartora
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