26 de diciembre de 2014

Claroscuros de un mito

Escobar: paraíso perdido (Escobar:Paradise Lost)
Dirección: Andrea Di Stefano
Guión: Andrea Di Stefano y Francesca Marciano
Francia-España-Bélgica-Panamá/2014


La figura de Pablo Escobar –capomafia de la cocaína, líder del cártel de Medellín, probablemente el hombre más rico de Colombia y uno de los más ricos del mundo- sigue motivando el recuerdo a través de series para TV, ésta y otras películas, incluso un documental realizado por su hijo Juan Pablo, residente en Argentina, Pecados de mi padre.

En su opera prima como director, el joven actor italiano Andrea Di Sefano recrea de manera ficcional los momentos en que Escobar va a entregarse a las autoridades siguiendo un pacto por el cual no sería extraditado a los Estados Unidos, donde reclamaban su arresto. Lo peculiar del caso es que elige un punto de vista externo para contar esa historia, en la figura de Nick, un muy ingenuo surfista canadiense que llega con su hermano y amigos a unas playas paradisíacas de Colombia. Allí se enamora de una joven (la española Claudia Traisac) que resulta ser sobrina dilecta de Escobar, y quien se ocupa de las tareas sociales a las que el tío destina cifras millonarias: sanatorios, escuelas, ayudas a familias. Así, sin quererlo, sin buscarlo, y casi sin saberlo, Nick (Josh Hutcherson) termina instalado en el círculo estrecho del traficante, con quien cumple tareas en su espacio de poder y participa de sus fiestas familiares, hasta que le asigna una misión confidencial, riesgosa y muy comprometida.



El film resulta una sucesión de diversos momentos con altibajos, algunos logrados, otros prescindibles. La piedra fundamental la constituye la presencia de Benicio del Toro como Pablo Escobar, quien no sólo da el physique du rol, sino que despliega todos los matices de esa personalidad tan compleja. Afectuoso padre de familia, devoto cristiano –reza con su madre, unidas sus voces por el teléfono, antes de entregarse-, filántropo solidario, es también implacable con sus enemigos y no duda en mandar a matar a sus hombres de confianza -que lo siguen con lealtad- para que no revelen sus secretos.

La narración circula en dos tiempos, entre 1991 y los flashbacks que contextualizan la historia, y entre varios géneros: el melodrama romántico, el thriller y el film de acción, está dicho, de manera muy despareja. Las escenas con Nick y su hermano son paupérrimas, el desconcierto del joven, con las múltiples consecuencias de su conducta, algo inverosímil. Pero el film cobra vida cada vez que del Toro ocupa –y se roba- la pantalla, para encarnar el mito. Manteniendo sus actividades en las sombras, sin hacer alusión a ellas, sin que la droga haga su aparición, Escobar puede jugar el rol del paterfamilias latino, mantener toda la ambigüedad de su figura seductora que recuerda -es obvio sobre todo durante la fiesta- la de Vito Corleone. Es este un retrato de su psicología íntima; son sus decisiones las que catalizan la acción, desatando una espiral de violencia siempre a manos de otros, hasta culminar en un epílogo innecesario. Hablando en castellano y en inglés, en una performance formidable que modula el registro entre el paternalismo y la crueldad despiadada, del Toro impide que el film se hunda por su propio peso.


Josefina Sartora

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