Calvario (Calvary)
Dirección y guión: John
Michael McDonagh
Irlanda-Inglaterra/2014
En la primera escena, en
un solo plano, se presenta el calvario que habrá de atravesar el padre James
(Brendan Gleeson): un feligrés le informa de que lo matará en una semana, un
domingo –como corresponde-, en venganza por haber sufrido violaciones y abusos por
parte de otro cura cuando niño, durante 5 años. Esa afrenta le ha dejado
heridas incurables, y habrá de pagar justo por pecador. Porque el padre James
es un modelo de bondad: esa es la paradoja. Al día siguiente, en la misa,
comulgan unos pocos fieles que representarán la sociedad de ese pueblo del
Norte de Irlanda: una pareja adúltera, el tercero en discordia, el médico
cínico, el escritor, y así se irán presentando a la manera clásica una galería
de personajes, miembros de esa pequeña comunidad. El cura sabe quién será su
asesino, pero no busca denunciarlo sino, en esa semana, prepararse para morir.
Día a día, ese cura
bonachón, con experiencia de vida y que aún lucha con su adicción al alcohol,
pondrá en orden algunos temas, sobre todo su relación con la hija que tuvo
antes del sacerdocio. También intentará llevar a su feligresía por el camino
del bien, sin mucho éxito, en una
peripecia que cultiva la comedia de costumbres, negra, y el drama. A manera de
viñetas muy dialogadas, unas más logradas que otras, que oscilan entre la
solemnidad y el cinismo, la fe y el desasosiego, la responsabilidad y el
desborde.
El padre James se siente
frustrado, la religión ha dejado de ser necesaria, y mucho menos la gente cree en
la iglesia. Calvario intenta tranquilizar las conciencias culposas por los
pecados de la iglesia católica. Tema muy à
la page, ahora que con el papa argentino los católicos han empezado a
reconocer tibiamente los crímenes de la pedofilia y otros varios excesos de la
jerarquía eclesiástica. Irlanda es un país tan católico como España o Italia,
pero al parecer allí también reina el descreimiento y la falta de confianza en
sus líderes religiosos. Ya el padre James no puede siquiera conversar con una
niña desconocida sin que el progenitor sospeche de sus intenciones morbosas. Sin
embargo, se sugiere que absolutamente nadie está libre de pecado, y que alguien
debe hacerse cargo del mal colectivo. El film puede abrir polémicas entre
creyentes y otros fuera de la iglesia, porque pone en crisis temas teológicos así
como morales. Incluso el título sugiere una interpretación crística, un
paralelo entre la Pasión de Jesús y la del padre James. El epígrafe del film
remite a la historia de los dos ladrones que iban a morir con Jesús, uno fue
salvado y el otro condenado: ¿dónde está el bien, dónde el mal? ¿Y la justicia?
¿Quién merece castigo? ¿Tiene sentido la iglesia en su estado actual? En todo
caso, las cuestiones quedan abiertas.
Brendan Gleeson tiene una
presencia poderosa, parece invulnerable al principio, y va evolucionando hasta
mostrar sus aspectos más débiles. A su lado, entre el mar y cerros agrestes
fotografiados espectacularmente por Larry Smith, un cast excelente, en el que
se destacan Kelly Reilly como su hija, Chris O´Dowd, el gran Emmet Walsh, Dylan
Moran e Isaach de Bankolé. Como curiosidad, los títulos finales se muestran –demasiado
fugazmente- mientras suena Subo, una tonada
del Norte argentino.
Josefina Sartora
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