16 de enero de 2015




El libro de las pruebas (The Book of Evidence)
John Banville
Buenos Aires, Alfaguara, noviembre de 2014
234 páginas



Recuerdo cuando leí por primera vez una novela de John Banville, El mar. Fue toda una revelación, una epifanía, diría. Mi asombro frente a una prosa tan delicada, tan elaborada y sutil, para crear climas, describir situaciones de una intensidad penetrante. Su riqueza cromática, la variedad de sus innumerables comparaciones -varias por página-, el uso del como si para darnos un paralelo inusitado, inesperado, que enriquece cada elemento del cuadro. Después vino la lectura en inglés: Eclipse, The Infinities, y con ellos la constatación de que lo de Banville es estilo puro, la comprobación de su lenguaje riquísimo, de un vocabulario tan amplio como pocos escritores anglófonos poseen. Su punto de apoyo no está en la acción sino en la descripción de ella y de los ambientes donde se lleva a cabo.  Diferente, pero también cautivadora, más dialogada, me pareció la literatura que escribe con el seudónimo de Benjamin Black, sus novelas negras, su creación de atmósferas, y con un protagonista que ya pertenece a la galería de la novela policial.

El libro de las pruebas (The Book of Evidence) es de 1989, y se acaba de reeditar en castellano. Si bien obra temprana, ya todo Banville está allí: su relato en primera persona, el protagonista: un hombre solitario y taciturno, su sensualidad exacerbada. En Banville hay un amplio trabajo con la percepción: todo es imágenes, visuales y olfativas, descriptas con una adjetivación impecable y elegante.

La galería de olores que elige Banville en esta novela sugiere un campo sórdido: hay hedor a fenol, huele a semen, a fritura, a sexo y a cloro, a kerosén, y si bien olía a cipreses, el aire también traía el olor a humo de coches, y, en el coche, el tapizado despedía un olor ligeramente fecal y el baúl olía espantosamente a pescado. El acto siniestro, criminal, se va insinuando desde el principio, ya que el narrador comienza el relato de su peripecia desde la cárcel. Un asesinato gratuito, sin una causa de peso, acto de un personaje que en ningún momento despierta la simpatía o la identificación del lector. Sus acciones se van desarrollando sin ningún plan, casi sin saber qué se propone, ni siquiera lo sabe él mismo, como si actuara movido por una fuerza ajena, presa del desconcierto: me movía bajo el influjo de un hechizo mágico. O quizá ejecute su crimen en un intento por alcanzar la libertad. Como en otras novelas, la narración se desarrolla acotada a ese protagonista, a su punto de vista, un hombre a la deriva, que vive escapando de sus propios actos, que abandona a su mujer e hijo y regresa a su Irlanda natal después de varios años, en un reencuentro cargado de melancolía. Es un acierto el desafío de Banville, al proponer un protagonista bastante infame, cínico y nada simpático, a pesar de lo cual padecemos su tormento.

Si bien esta obra no alcanza la excelencia de Antigua luz, ni la perfección de El mar -su mejor novela hasta el momento-, El libro de las pruebas es otra muestra de su magistral ejercicio de estilo. Es notable el uso del lenguaje en la descripción de esos espacios, en las referencias a obras pictóricas, en los detalles de la luz y sus efectos, en el aire y el cielo, la costrucción de atmósferas –los bordes del silencio se deshilachaban- y el lirismo con el color, en su variedad de azules: el mar me sorprendió: un cuenco de metal azul en movimiento, de cuya superficie la luz se alzaba en copos, o el sexo: los tres luchamos lentamente en la cama, como si participáramos en una ceremonia arcaica de esfuerzo y adoración, imitando la construcción y la erección de algo, digamos que de un santuario o de un templo con cúpula. La sutileza de sus comparaciones y paralelismos, harto expresivos, quizá constituyen su marca más notable: las casas que bordeaban la costa relumbraran en medio de la bruma azul claro, como si el cielo hubiere adquirido una geometría etérea, o: vacilé unos segundos, como si algo rozara mi conciencia, un aleteo de incrédula especulación, o: esa información creció y se petrificó como el coral que se adhiere a un barco hundido. Ejemplos que muestran al, si no el mejor, uno de los mejores escritores de habla inglesa y del mundo contemporáneo.


Josefina Sartora

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