El código Enigma (The Imitation
Game)
Dirección: Morten Tyldum
Guión: Graham Moore,
basado en el libro de Andrew Hodges
Gran Bretaña-Estados Unidos/2014
La teoría del todo (The Theory of
Everything)
Dirección: James Marsh
Guión: Anthony McCarten,
basado en el libro de Jane Wilde
Gran Bretaña/2014
La figura del loco sabio
–el wise fool- ha devenido un cliché
desde el cine mudo, y Jerry Lewis supo burlarse de él magistralmente. Al
parecer, las grandes mentes, que producen ideas fuera de lo habitual –tanto en
el campo científico como en el filosófico-, o capaces de resolver problemas, nunca van acordes con una personalidad socializada, o un cuerpo normal.
Hollywood ha abusado y abusa de ese cliché que parece constituir uno de sus
tópicos favoritos, al juzgar por las nominaciones de El código Enigma y La
teoría del todo como mejores películas para el reciente Globo de Oro y
el próximo Oscar. Dos películas que no merecían figurar en ninguna lista de nominados.
El científico de El
código Enigma es Alan Turing, un inglés con excepcional manejo de las
matemáticas, un hombre arrogante e intratable, algo autista, que lideró un
equipo dedicado a descifrar los códigos secretos de los alemanes durante la 2ª
Guerra Mundial. La película desarrolla con flashbacks
alternados –en una reconstrucción detectivesca- su historia desde su amor por
su compañero de estudios, su trabajo obsesivo con el código nazi y su relación
con sus compañeros criptógrafos, especialmente con la única mujer (Keira
Knightley) de su equipo. Benedict Cumberbatch desarrolla una excelente
composición de su personaje en su desesperación por lograr su objetivo primero,
por enfrentar a la sociedad después, cuando sale a la luz su condición
homosexual, por entonces un delito en Gran Bretaña, desesperación que lo llevó
al suicidio. Pero Turing no hubiera descifrado esos códigos in la ayuda de la
máquina: construyó lo que podría considerarse la primera computadora, que debía
imitar y superar el razonamiento humano.
La performance de
Cumberbatch no puede disimular la pobreza del tratamiento que se le da a su
personaje: tanto por la asombrosa chatura con que se trata su conflicto
personal, su necesidad afectiva, como por la elemental y simplista presentación
de sus descubrimientos. Si el film gira en torno a la tarea de los
criptógrafos, quienes durante meses trabajan contra reloj para lograr entrar en
el código, la solución del enigma aparece apenas esbozada, masticada y digerida
para un público idiota que ha de conformarse a cuentagotas. Y no tratemos de
saber cómo concibió la computadora.
No es mejor la idea que La
teoría del todo tiene de su público. En este caso, seguimos la
trayectoria de el célebre Stephen Hawking, otro inglés notable, físico multi
premiado, hoy de 73 años. El film funciona como un biopic, desde su consagración ya al doctorarse con una tesis sobre
los agujeros negros, y su progresiva
enfermedad, que en principio lo condenaba a dos años de vida, pero que, si bien
le ha permitido seguir con vida, ha dañado su sistema neurológico atrofiando
sus extremidades, inhibiéndole el habla y casi toda movilidad. Eso no le ha
impedido a Hawking enamorarse, formar una familia, tener tres hijos y una
segunda esposa, mientras desarrollaba sus teorías, escribía sucesivos libros y
emprendías giras por todo el mundo. El film se titula La teoría de todo, pero
de eso, casi nada. Basado en la obra autobiográfica de su primera mujer, Jane
Wilde, el biopic se toma todo su
tiempo para desarrollar la historia afectiva del científico, y poco y nada
sobre su teoría. Como en El código Enigma, la compleja teoría
de los agujeros negros que explicarían el principio del mundo –y también su
eliminación- es irrelevante, apenas está mencionada como por obligación, como
si toda teoría científica debiera ser reducida banalmente para aparecer en la
pantalla. A este cine le resulta más importante destacar en qué medida el conocer
las claves del código Enigma permitió a los Aliados desarrollar
contraestrategias y así ganar la guerra. Y quien busque conocer la Teoría del todo no encontrará aquí la
teoría de nada, a menos que se entienda el
todo como las tribulaciones de una esposa.
Eddie Redmayne compone un
Hawking muy al gusto del Oscar, que siempre ha premiado a los actores que
debían interpretar un enfermo discapacitado, desfigurado, o loco. Su progresivo
cambio y atrofia se parece totalmente al sufrido por el científico en la vida
real, y lo logra no sólo mediante maquillaje y prótesis. Pero el film es una
sucesión de lugares comunes que cumplen un plan de guión convencional, y en
esto –si bien tampoco se aparta de las normas- por lo menos El
código Enigma maneja mejor la narración y el suspenso de una historia
más poderosa.
En un aparte cinéfilo,
vale recordar que el gran Derek Jacobi –homosexual él también- había interpretado
a Alan Turing en Braking the Code, en 1996, en teatro y TV, también a partir del
libro de Andrew Hodges. Y Michael Apted filmó en 2001 Enigma, otra versión
sobre el desciframiento del código.
Josefina Sartora
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