4 de febrero de 2015

La teoría es lo de menos

El código Enigma (The Imitation Game)
Dirección: Morten Tyldum
Guión: Graham Moore, basado en el libro de Andrew Hodges
Gran Bretaña-Estados Unidos/2014

La teoría del todo (The Theory of Everything)
Dirección: James Marsh
Guión: Anthony McCarten, basado en el libro de Jane Wilde
Gran Bretaña/2014


La figura del loco sabio –el wise fool- ha devenido un cliché desde el cine mudo, y Jerry Lewis supo burlarse de él magistralmente. Al parecer, las grandes mentes, que producen ideas fuera de lo habitual –tanto en el campo científico como en el filosófico-, o capaces de resolver problemas,  nunca van acordes con una personalidad socializada, o un cuerpo normal.

Hollywood ha abusado y abusa de ese cliché que parece constituir uno de sus tópicos favoritos, al juzgar por las nominaciones de El código Enigma y La teoría del todo como mejores películas para el reciente Globo de Oro y el próximo Oscar. Dos películas que no merecían figurar en ninguna lista de nominados.

El científico de El código Enigma es Alan Turing, un inglés con excepcional manejo de las matemáticas, un hombre arrogante e intratable, algo autista, que lideró un equipo dedicado a descifrar los códigos secretos de los alemanes durante la 2ª Guerra Mundial. La película desarrolla con flashbacks alternados –en una reconstrucción detectivesca- su historia desde su amor por su compañero de estudios, su trabajo obsesivo con el código nazi y su relación con sus compañeros criptógrafos, especialmente con la única mujer (Keira Knightley) de su equipo. Benedict Cumberbatch desarrolla una excelente composición de su personaje en su desesperación por lograr su objetivo primero, por enfrentar a la sociedad después, cuando sale a la luz su condición homosexual, por entonces un delito en Gran Bretaña, desesperación que lo llevó al suicidio. Pero Turing no hubiera descifrado esos códigos in la ayuda de la máquina: construyó lo que podría considerarse la primera computadora, que debía imitar y superar el razonamiento humano.

La performance de Cumberbatch no puede disimular la pobreza del tratamiento que se le da a su personaje: tanto por la asombrosa chatura con que se trata su conflicto personal, su necesidad afectiva, como por la elemental y simplista presentación de sus descubrimientos. Si el film gira en torno a la tarea de los criptógrafos, quienes durante meses trabajan contra reloj para lograr entrar en el código, la solución del enigma aparece apenas esbozada, masticada y digerida para un público idiota que ha de conformarse a cuentagotas. Y no tratemos de saber cómo concibió la computadora.


No es mejor la idea que La teoría del todo tiene de su público. En este caso, seguimos la trayectoria de el célebre Stephen Hawking, otro inglés notable, físico multi premiado, hoy de 73 años. El film funciona como un biopic, desde su consagración ya al doctorarse con una tesis sobre los agujeros negros,  y su progresiva enfermedad, que en principio lo condenaba a dos años de vida, pero que, si bien le ha permitido seguir con vida, ha dañado su sistema neurológico atrofiando sus extremidades, inhibiéndole el habla y casi toda movilidad. Eso no le ha impedido a Hawking enamorarse, formar una familia, tener tres hijos y una segunda esposa, mientras desarrollaba sus teorías, escribía sucesivos libros y emprendías giras por todo el mundo. El film se titula La teoría de todo, pero de eso, casi nada. Basado en la obra autobiográfica de su primera mujer, Jane Wilde, el biopic se toma todo su tiempo para desarrollar la historia afectiva del científico, y poco y nada sobre su teoría. Como en El código Enigma, la compleja teoría de los agujeros negros que explicarían el principio del mundo –y también su eliminación- es irrelevante, apenas está mencionada como por obligación, como si toda teoría científica debiera ser reducida banalmente para aparecer en la pantalla. A este cine le resulta más importante destacar en qué medida el conocer las claves del código Enigma permitió a los Aliados desarrollar contraestrategias y así ganar la guerra. Y quien busque conocer la Teoría del todo no encontrará aquí la teoría de nada, a menos que se entienda el todo como las tribulaciones de una esposa.

Eddie Redmayne compone un Hawking muy al gusto del Oscar, que siempre ha premiado a los actores que debían interpretar un enfermo discapacitado, desfigurado, o loco. Su progresivo cambio y atrofia se parece totalmente al sufrido por el científico en la vida real, y lo logra no sólo mediante maquillaje y prótesis. Pero el film es una sucesión de lugares comunes que cumplen un plan de guión convencional, y en esto –si bien tampoco se aparta de las normas- por lo menos El código Enigma maneja mejor la narración y el suspenso de una historia más poderosa.



En un aparte cinéfilo, vale recordar que el gran Derek Jacobi –homosexual él también- había interpretado a Alan Turing en Braking the Code, en 1996, en teatro y TV, también a partir del libro de Andrew Hodges. Y Michael Apted filmó en 2001 Enigma, otra versión sobre el desciframiento del código.


Josefina Sartora

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