Siempre Alice (Still Alice )
Dirección: Wash Westmoreland y
Richard Glatzer
Estados Unidos/2014
El cine es tiempo (y sé
que estoy cayendo en el lugar común) y en gran medida se ocupa de registrar el
transcurrir y sus consecuencias. Más claramente se pone en evidencia cuando
registra una enfermedad, y su evolución ineluctable. Acabamos de verlo en un
film muy mediocre, La teoría del todo, y lo habíamos visto en Safe, aquel film de Todd
Haynes de 1995 en que Julianne Moore desarrollaba una seria alergia o
hipersensibilidad al medio ambiente. La magistral actriz vuelve ahora con Siempre
Alice, en una performance excepcional sobre una enferma de Altzheimer.
También está cercano el film de Sarah Polley Lejos de ella, con otra
excelente composición a cargo de la gran Julie Christie cuyo personaje sufre la
misma enfermedad.
A algunos, el deterioro
neurológico nos parece uno de los más tremendos, sobre todo cuando lo sufre el
cuerpo de un/a intelectual destacado/a como lo es Alice, una eminente y
reconocida profesora universitaria, especializada en lingüística, nada menos.
Alice sufre una variedad prematura de la enfermedad, por ello resulta tan
difícil de aceptar la realidad tanto para su compañero (Alec Baldwin), como
para sus tres hijos. La enfermedad de Altzheimer está asociada tradicionalmente
a la vejez, y Alice tiene sólo 50 años.
Los responsables del film
conocen el tema: basado en la novela de la neuróloga Lisa Genova, está
codirigido por la dupla Wash Westmoreland y Richard Glatzer, quien padece de
una esclerosis lateral amiotrófica. Acabamos de conocer la noticia de que ha
muerto el día en que su película se estrena en Argentina. Siempre Alice registra el
proceso de su enfermedad, y las pérdidas que experimenta la paciente: no sólo
su extravío en el espacio, incluso en su propia casa, sino la de su profesión,
sus recuerdos, su memoria, la pérdida de su persona, en suma. Por eso se aferra
a esas imágenes de su familia, tomadas en su adolescencia. La enfermedad
produce en ella y su entorno las distintas reacciones habituales: negación,
rechazo, vergüenza, enojo, huída. Para colmo, por ser hereditaria, se agrega el
factor de la culpa, frente a su hija y sus futuros nietos. Como sucede a veces,
es su hija más distante, tanto en el espacio como en el afecto, quien mejor la
acompañará en su decadencia, transformando la crisis en una oportunidad.
Kristen Stewart tiene una participación muy sensible y delicada, que revela
además la conflictiva relación con su familia y la complejidad de los sentimientos
de una hija frente a la enfermedad. A su lado, los demás personajes quedan
desdibujados, apenas esbozados.
Nunca me gusta valorar
una película sólo por una actuación. Pero la de Julianne Moore es remarcable,
lo mejor del film, y le ha valido el Oscar. (Sabemos que la Academia prefiere
actuaciones sobre enfermos o discapacitados.) Sutil en su transformación,
conmovedora en su confusión, tiene momentos sublimes, como cuando se pierde en
el espacio, o en su pánico y desesperación cuando se va dando cuenta de que
siempre se ha identificado con su intelecto, y está perdiendo todo por lo que
ha trabajado en su vida. Ahora las palabras que eran su material de trabajo se
vacían de significado. Pero lo más notable es cómo su rostro se va vaciando de
a poco. Por eso las mejores escenas son aquellas silenciosas, como cuando Alice
sostiene su nieto en sus brazos, volviendo a otra escena primaria, o cuando su
hija le lee un texto. Y logra superar a la banda sonora, que no cesa de intentar
reblandecer todo el drama, quitándole rigor a su empática actuación.
Josefina Sartora
No hay comentarios:
Publicar un comentario