Leviatán (Leviafan)
Dirección: Andrei
Zvyagintsev
Guión: Oleg Negin y Andrei Zvyagintsev
Rusia/2014
Premiado en Cannes y
Venecia, Andrei Zvyagintsev despierta interés y comentarios con cada nuevo film,
que cosecha tantos aplausos como rechazos. Como me había parecido con su opera
prima El regreso, este último se trata de una obra muy ambiciosa pero
algo forzada en su enorme pretensión. La historia pretende ser una alegoría del
país, un espacio micro donde sucede lo mismo que en el macro, y carga las
tintas poniendo todo sobre la mesa. Muy en la tradición rusa, su intención lo
acerca a Dostoievski, y a Tolstoi en su grandilocuencia, en su deseo de abarcarlo
todo. No en su excelencia. Todo lo cual podría evocar a Tarkovski, claro.
La historia es muy potente,
sobre el abuso de poder encarnado en el alcalde de un pueblo del norte, un
cualquiera, brutal, pero que tiene la foto de Putin tras su sillón, en un mensaje
sin palabras. El factótum enfrenta a Kolya, un hombre con una propiedad de
herencia familiar frente al mar, donde vive y resiste con su mujer y su hijo. El
litigio altera su vida, poniendo en crisis toda la relación del hombre con la familia.
Resulta muy obvia la referencia a Job, y a Leviatán, porque Kolya, como el Job
de la Biblia, pierde todo: su casa, su mujer, su libertad. La ambición cruel y
la corrupción son la fuerza del país, amparadas en una ley y una burocracia que
los favorece, con el beneplácito y estímulo de la iglesia ortodoxa. Frente a la
fuerza institucional, los individuos quedan vulnerables, frágiles, fácilmente dominados.
Frente al monstruo, la resistencia del pequeño no tiene ninguna salida. El
director ya había abordado también con pesimismo similares temas de los
factores de poder en su film previo, Elena, otra elaborada pieza de
realismo social.
Zvyagintsev es muy hábil
con la cámara para desarrollar cada uno de los núcleos del film: con amplios
planos secuencia, que respiran y se toman el tiempo necesario, una a una se van
mostrando las vivencias de cada personaje en una sociedad que parece bastante
hostil, algo salvaje, o tal vez todo sea efecto del alcohol que corre por sus
venas. Y la naturaleza está bellamente fotografiada, por Mikhail Krichman, en
una paleta media, iluminación baja y sabio uso de la profundidad de campo.
Kolya es alcohólico y
violento, así que poco puede hacer para salir de la trampa que le ha puesto el
sistema. Ningún aspecto de la realidad queda ajeno o en pie. Para mayor
metáfora, allí está Leviatán, ese monstruo marino, cuyo esqueleto yace en la
playa. O ese otro monstruo, la máquina de demolición. Ante tanta disolución,
pareciera que lo único permanente es la naturaleza, el paisaje silencioso.
Excesiva, ampulosa –como
la música de Philip Glass- tomada como paradigma por quienes critican el
sistema de la Rusia post-soviética, la película ganó un Golden Globe, fue
candidata al Oscar y su guión ganó el premio en Cannes a pesar de ciertas inverosimilitudes
y contradicciones obvias, lo cual demuestra las motivaciones que se mueven
detrás de los premios. Sin embargo, Zvyagintsev sostiene que su film no tiene
una finalidad política sino moral, y que no habla sobre su país sino sobre la
naturaleza humana.
Josefina Sartora
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