Maruja y el amor
Artista cabal y completa,
Maruja Bustamante brilla con todas las luces en su espectáculo Maruja
enamorada, si bien podría cuestionársele el abuso de la primera
persona. Pero se lo aceptamos, desde el momento que se trata de un biodrama, ese
género que Vivi Tellas curte magistralmente desde hace unos años, poniendo en
escena historias verdaderas, autobiográficas de los protagonistas que en alguna
ocasión –como ésta- suben también físicamente al escenario.
Maruja ha transitado
diversos terrenos de la creación –autoría, actuación, dirección y un etcétera
en rubros técnicos- y felizmente su obra se repone en la Casa del Bicentenario.
Como en otras ocasiones, versa sobre el amor, el amor en todas sus formas,
desde que era niña y buscaba el amor de sus padres, y entre sus padres, en sus
compañeros a los 5 años, a los 12, y así siguiendo, porque Maruja se declara
erotómana, esto es: supone que todos están enamorados de ella. Con la dirección
de Tellas, Maruja evoca su historia y la de su familia, incluyendo a sus padres
en fotos y videos. A su lado, Iti el Hermoso parece la pareja insuperable para
encarnar a todos sus enamorados, en una maleable, plástica y variadísima
interpretación. Esto no es todo, porque la pareja se vale también de la música,
con canciones de Maruja, para imprimir variaciones a su tema amoroso. Así, en
una frenética actuación, siempre cambiante, siempre hilarante, siempre
encantadora, surgen las preguntas de la autora-actriz:
¿El amor es una ficción?
¿Quiénes somos en el amor? ¿El amor termina cuando empieza? ¿Siempre nos
enamoramos de la misma persona? ¿Cuál es el cuerpo del amor?
Y no es lo único: en el
centro Cultural Ricardo Rojas Maruja dirige su obra Dios tenía algo guardado para
nosotros, otra historia de amor, esta de una pareja, armada
fragmentariamente, en base a mensajes telefónicos, Emails, encuentros, idas y
regresos en el tiempo y atravesando los humores de la historia juntos. Ellos
están interpretados por Barbara Massó y Gonzalo Pastrana, y Gael Policarpo
Rossi es el tercero en escena, suerte de dios o personaje omnisciente que de
algún modo empuja la acción, o por lo menos la acompaña. Tampoco esto es todo:
así como en Maruja enamorada funcionan las canciones, aquí se introduce un
gran lienzo que cubre fondo y piso, y que los personajes van pintando a medida
que avanza la acción, realizando en cada función una nueva obra, singular, y
efímera. Y por añadidura, el uso de textos poéticos que enriquecen la historia.
Historia que toca muy de cerca de toda una generación de jóvenes que, tarde o
temprano, deben iniciarse en la madurez.
Josefina Sartora
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