18 de junio de 2015

Ni una menos

La patota
Dirección: Santiago Mitre
Guión: Santiago Mitre y Mariano Llinás
Argentina-Francia-Brasil/2015


Después de una escena inicial notable, filmada en plano secuencia, en que padre (Oscar Martínez) e hija (Dolores Fonzi) discuten ácidamente sobre la decisión de la muchacha de dejar su carrera judicial para dedicarse a la tarea social, nada será igual. Ni en la vida de los personajes, ni el film volverá a lograr el climax conseguido. En esa discusión se ponen en juego temas que atraviesan toda nuestra historia reciente: el compromiso social, la ambición, el ascenso y triunfo profesional, el conflicto generacional. M´hijo el dotor se complica en un plano más culto. Paulina (tal el título internacional) se dedica a poner en práctica sus ideales sin tener en cuenta que conoce muy poco de la realidad donde quiere implantarlos. Serán esos mismos seres que desea educar quienes pongan en crisis sus enseñanzas y abusen de ella hasta la violación, dejándola con el fruto de la misma.

Santiago Mitre vuelve a colocar en primer plano el tema político que subyace en todo nuestro cine, como lo hiciera en El estudiante. Los tópicos planteados en la apertura vuelven de una y otra manera a lo largo del film, que plantea sistemas de creencias my fuertes, dirigidos a abrir la polémica (política, psicológica, social, jurídica y etc). Frente a una situación extrema, las reacciones son muy diferentes, y el sentido común puede colocarnos del lado más incómodo.

Premiada en Cannes, remake del clásico film de Daniel Tinayre que presentaba a Mirtha Legrand como actriz dramática, La patota de Mitre elige las rojas tierras de Misiones como locación, y actores no profesionales para componer esa patota que lleva el maltrato de género al máximo. No podía ser más oportuno el estreno de este drama, a días de la manifestación más importante que ha ganado las calles de Argentina contra el maltrato a la mujer.


Lo más logrado del film –más que el tratamiento de la historia en sí- son las dos escenas cruciales entre Dolores Fonzi y Oscar Martínez, en las cuales se abordan cuestiones moralmente significativas y se pone en claro la decisión de asumir un destino, tal vez como sacrificio, tal vez como toma de compromiso ante una realidad social de injusticia y marginación. Con la violación, la situación efectiva de dominación cambia de mano, y tras el quiebre del límite, ella se ve obligada a definir. Pero Paulina permanece inescrutable, sus razones quedan silenciadas. El guión, escrito a dos manos con Mariano Llinás, traslada el foco de la película original, puesto en el significado religioso, a su cariz político, con la apología de la militancia, de la convicción que llega hasta sus últimas consecuencias, haciendo del cuerpo el territorio del compromiso.  

El film está pensado para abrir polémicas de todo tipo, sobre todo extra cinematográficas. Lo que más me llama la atención es la actitud de Paulina, que no parece haber cambiado un ápice su punto de apoyo después de la agresión recibida. O quizás sea la actuación de Dolores Fonzi, que si bien pone el cuerpo al drama, no modula su interpretación en todo su largo. En los otros roles, Paula López Alonso por fin salta de los escenarios teatrales a la pantalla para mostrar sus virtudes en el rol de la colega y amiga que trata como puede de acompañar a la víctima y aporta momentos de distensión, como aquellos breves momentos en que aparece Verónica Llinás. Esteban Lamothe queda desaprovechado como el novio que se hace a un lado. No resulta acertado el casting de los no profesionales, que si bien aportan al naturalismo, su torpeza actoral resta tensión a los momentos más terribles, filmados a pura crudeza.


Josefina Sartora

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