18 de septiembre de 2015

Mi hijo sólo camina un poco más lento
Dramaturgia: Ivor Martinic´
Dirección: Guillermo Cacace


La obra comienza apenas subimos a la sala Apacheta un domingo después del mediodía, donde una familia nos espera con música y chipás, mientras deambulan en joggings por esa sala tan peculiar, vacía excepto por una sillas, con ventanas a la calle. Ya estamos inmersos en la obra, que opera alrededor de Branco, un muchacho con una enfermedad que progresivamente lo ha dejado paralítico. Junto a él su madre, desesperada en su impotencia, su hermana, que desea una vida propia, que sea tan importante como la de Branco, la amiga de ésta, que se enamora del chico, y una abuela muy presente aunque con una mente volátil. No menos importante es la tía, una mujer con una personalidad que se impone. Menciono a las mujeres, porque si bien hay hombres, padre, abuelo, amigo y tío están casi ausentes en el drama, circulan de manera casi marginal.

Escrita por el joven director croata Ivor Martinic´, la obra se presentó en 2014 en el marco del Festival Internacional de dramaturgia Europa + América, y está en camino a recibir sus merecidos premios. La temática es universal: la de toda familia con un ser diferente, con la negación de los padres, los celos y rivalidad entre hermanas/os, con entendimiento entre las generaciones más distantes, y el grupo de once actores  lleva adelante el drama con entusiasmo y profesionalismo. Pero sobre todo, se impone el tema de la falta de aceptación a la diferencia, y la dificultad para comunicarse. Al extremo de que los actores a menudo hablan al espacio, y no al interlocutor.

Es ésta una de las mejores obras en cartel en este momento, tan abundante y variado, así como desparejo. El texto, la dirección y la entrega de los actores se ensamblan en una precisa armonía, y el adjetivo más contundente y utilizado es: conmovedora. Produce cierto extrañamiento ver la obra a la luz del día. Este detalle, la falta de artificio, el vestuario, la cercanía del público con la escena conectan al espectador con una fuerza intensa. Así, somos tomados las emociones, el dolor y el amor, en este drama que también puede ser el nuestro.


Josefina Sartora

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