12 de octubre de 2015

Desde Nueva York

53º Festival de Nueva York, primera nota

Primera vez en el New York Film Festival, en su 53ª edición. Resulta extraño estar aquí trabajando, y no como simple turista. El Festival está organizado por la Film Society del Lincoln Center, y sus pocas funciones diarias tienen lugar allí, en los cines de la calle 65. Es éste un festival acotado, como los prefiero, con unos cien títulos, muy cuidadosamente seleccionados entre lo mejor del cine internacional, en general ya mostrados en otros festivales –sobre todo en Cannes- y lo último del más reciente cine de Estados Unidos. Compite en cierta forma con el Festival de Chicago, que se realiza a continuación, desde el 15 de octubre (y donde estuvimos 2 veces) y este año ambas programaciones tienen varios puntos en común. No se trata de un festival competitivo, sino la vidriera del mejor cine ofrecida sobre todo a los habitantes de la ciudad, ya que las funciones comienzan a las 6 de la tarde. Está estructurado con un fuerte tronco principal, Main Slate, con largos internacionales, documentales, 4 programas de cortometrajes, otros de cine experimental, funciones especiales y algunos revivals.

El festival abrió con The Walk de Robert Zemeckis, de próximo estreno en Argentina con el título En la cuerda floja. Pero de sus 12 días sólo estaré los últimos 4, de manera que mi cobertura tendrá sus limitaciones. El Festival no es competitivo, sino que constituye la vidriera del mejor cine para los habitantes de la ciudad, así que las funciones empiezan a las 6 de la tarde. En la Main Slate se proyectan, entre otros títulos, el último de Apichatpong, Cementery of Splendour, Bridge of Spies de Steven Spielberg, Carol de Todd Haynes, The Forbidden Room de Guy Maddin,  Journey to the Shore de Kiyoshi Kurosawa, The Lobster, debut en inglés del griego Yorgos Lanthimos, Heart of a Dog, de Laurie Anderson y Mi madre de Nanni Moretti, film ya estrenado en Argentina. Entre los documentales, No Home Movie, lo último de Chantal Akerman, programada justamente en la semana en que ella murió, y a quien se le harán homenajes. Los únicos títulos provenientes de Argentina son los cortos La novia de Frankenstein, de Agustina Gálvez y Francisco Lezama y The Mad Half Hour, de Leonardo Brzezicki.


Mi comienzo no pudo ser mejor: Junun es un documental muy libre de Paul Thomas Anderson (creo que es su primera incursión en el documental) sobre un grupo de músicos en Jodhpur, Rajasthan, tierra de marajás al oeste de India. Filmada en un palacio sobre la ciudad, con bella estética local, el film no le huye al pintoresquismo, mostrando esos seres inspirados, tan coloridos como talentosos. El film está dedicado a los ensayos de ese conjunto de cuerdas, vientos, percusión y voces, rodado a pura intuición, siguiendo el devenir de la música, las circunstancias de los ensayos, y como resultado significa una fiesta para la vista y el oído. Una de las varias escalas musicales del NYFF, que cerrará con Miles Ahead, la película de Don Cheadle sobre Miles Davis. 


Dos películas de la sección principal constituyen un retrato de los Estados Unidos en los años ´50, centrados en mujeres enamoradas. Carol de Todd Haynes, es un film extraordinario, en todo sentido. La historia de amor entre una mujer de clase alta (Cate Blanchett), poderosa pero infelizmente casada, y una muchacha que trabaja en una de las grandes tiendas de Nueva York y que desea ser fotógrafa, da pie a una reflexión sobre la situación de la mujer en el rígido sistema de vida americano de aquellos años. Blanchett y Rooney Mara cumplen sendas actuaciones memorables; Mara ganó el premio a mejor actriz en Cannes y ya se especula con su doble carrera al Oscar. Blanchett posee una fuerza expresiva arrolladora, su lenguaje corporal habla por sí mismo como signo del deseo y la contención, mientras que el rostro y gestos de Mara la muestran claramente ansiosa por conocer un mundo nuevo. Mara posee un algo de la Audrey Hepburn de La mentira infame (The Children´s Hour, 1961), pero en este film el lesbianismo no está vivido como un problema en sí mismo, sino como conflictivo socialmente. Es interesante observar que la autora de la novela que dio origen al film, Patricia Highsmith (con The Price of Salt) era bisexual, mientras la productora, la talentosa Christine Vachon, productora habitual de Haynes, es lesbiana.
Todd Haynes ha demostrado en toda su filmografía tener una especial sensibilidad para plasmar la psicología femenina, y aquí su exquisitez se expande a todos los niveles: el cuadro social, la recreación de época -con un esfuerzo admirable sobre todo si tenemos en cuenta que el film transcurre en gran parte en exteriores- y por sobre todo, lo más notable es la creación de atmósferas. La atracción entre ambas mujeres es inmediata, un coup de foudre, y la tensión erótica está sostenida, contenida, y también llega a momentos de expansión. La fotografía es muy sofisticada, los planos lejanos tomados tras vidrios o reflejados en espejos, como el mejor melodrama clásico. La narración está estructurada con una introducción y un largo flashback, después del cual la escena inicial queda resignificada. El film muestra el estado de la mujer, encorsetada dentro de un rígido sistema de pautas sociales, pero ellas eligen vivir sus propias elecciones, en una suerte de Thelma y Louise de los ´50. Con Carol, Haynes continúa la tarea crítica que ya desarrollara en Lejos del paraíso (2002)  y Safe (1995).
Por supuesto, debo volver a verla, y con subtítulos en castellano, para captar mejor los detalles de las observaciones sociales, los toques de humor y lo elaborado de los díálogos de este film admirable.


Brooklyn, del irlandés John Crowley, es otro melodrama ambientado en la misma época de Carol. En este caso, se trata del sueño americano. Una joven emigra de Irlanda a Nueva York en busca de una vida mejor, y donde -después el shock cultural de la llegada- construye una nueva vida con estudios y trabajo (también en una gran tienda). También basada en una novela, en este caso de Colm Tóibín, y adaptada por Nick Hornby, constituye otro cuadro de época, en Brooklyn, donde Eilis (una sensible Saoirse Roman) vive en una pensión con otras mujeres jóvenes, conformando una suerte de familia putativa. Ellis vive el amor con un joven italiano, pero debe volver a Irlanda, y allí tiene la oportunidad de formar otra pareja. Entonces, Eilis se ve en la encrucijada, debe elegir entre sus dos vidas. El film está muy apoyado en las actuaciones y diálogos: Julie Waters tiene un rol muy hilarante como la dueña de la pensión donde vive la joven, y Jim Broadbent siempre excelente como su mentor, un cura irlandés; aunque todos los personajes secundarios merecían un mayor desarrollo. Un film clásico, como de la época dorada de Hollywood, que recrea el clima de entonces.


Por último, la nota de color. Resultó interesante concurrir a una première en Manhattan. Carol había suscitado un gran interés en el público, que acudió en masa al estreno. El Alice Tully Hall desbordaba –casi todas las funciones del Festival estuvieron llenas-, totalmente vendido a 75 dólares la entrada, y una larga cola o waiting line aguardaba bajo la lluvia torrencial para adquirir alguna de las entradas sobrantes que se ponen en venta en los últimos minutos. El público esperaba comiendo en el paquete restorán del foyer, donde los concurrentes parecían salidos de una buena película de Woody Allen. Cuando terminó la película la ovación fue espectacular, y Haynes y su elenco pasaron –como en casi todos los casos- al escenario a conversar con el público.


Josefina Sartora

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