22 de octubre de 2015

Picasso en Nueva York


En estos días de otoño Nueva York tiene mucho para ofrecer: hermosos días soleados sin frío, un Central Park que empieza a enrojecer, una ópera diferente en el Met cada noche, el Festival de Cine de NY, en la calle sirenas de ambulancias, sirenas de la policía, sirenas de bomberos…, y Pablo Picasso, que no deja de sorprendernos en el Museo de Arte Moderno, el extraordinario MOMA.

El 4º piso del MOMA está totalmente ocupado por una exposición de las esculturas de Picasso. Si bien la practicó en menor medida que la pintura, la escultura constituyó para el artista una zona de experimentación, tanto en la composición como en el uso de los materiales, en muchas ocasiones no convencionales. Su producción escultórica es muy abundante, aunque pocas veces ha sido mostrada, como en esta ocasión, en una exposición que –con unas 140 obras de diversos tamaños y materiales- abarca varios períodos de su vida, desde 1902 hasta 1964. Provenientes de distintos museos y colecciones privadas de todo el mundo, es la primera exposición de su tipo que se realiza en Estados Unidos en casi medio siglo, insoslayable para quien visite NY, y estará abierta hasta febrero de 2016.

Pablo Picasso. Naturaleza muerta con guitarra

Escultor autodidacta, sus obras en tres dimensiones son muy cercanas a su pintura, a veces constituyen un complemento o están hermanadas con alguna obra pictórica. La muestra está montada en grupos, siguiendo los diversos períodos de su obra, y cada uno de ellos ocupa una sala propia, una galería en sí misma, donde las piezas establecen entre sí diálogos, espejos y contrastes. Comienza con la escultura cubista de sus años iniciales, entre las que se destacan las guitarras, muy cercanas a su pintura, con las que logra la abstracción formal y la experimentación del uso de planchas de hierro y el cartón corrugado. En ellas Picasso da inicio a la escultura moderna, con su creativa articulación del cuerpo y el espacio y del tratamiento de los materiales. 

Pablo Picasso. Vaso de ajenjo

Seis variaciones sobre el
Vaso de ajenjo, de hierro doblado, reunidas por primera vez, comparten la galería con obras de bulto, algunas totémicas, en las que ya se ve la influencia del arte primitivo africano. Esta impronta puede apreciarse también en diversos ídolos, algunos tallados, de evocaciones primitivas. Otro grupo de esculturas fue concebido para el monumento que se le dedicaría a su amigo Guillaume Apollinaire, en las que Picasso llega a la mayor abstracción, utilizando varillas de hierro.

Pablo Picasso. Mujer en el jardín

En 1930 el maestro adquirió el castillo de Boisgeloup, donde trabajó en algunas de sus esculturas de bulto que tal vez sean las más conocidas, como las cabezas de mujer de yeso, material que le permitía quitar, agregar y modelar, e imprimir sugerencias genitales o botánicas, o la Bañista recostada, de bronce.

Pablo Picasso. Flores en un vaso

Por fin, las piezas y cerámicas que realizó en sus últimos años en el sur de Francia, en Vallauris y Cannes despiertan el interés por su conjunción de madera, cerámica, yeso y hierro, pintados. Entre ellas, Flores en un vaso no puede evitar el recuerdo de Van Gogh, y no menos interesante resulta su bestiario, con cabra, toros, lechuza, gato, mono, pájaros, y el famoso Hombre con cordero en bronce. Lo notable –entre otros puntos- de la obra de Picasso es que en toda su variedad formal y material, a lo largo de tantos años, en los que cultivó diversos lenguajes e imágenes, cada obra puede reconocerse como suya, tiene una personalidad peculiar, que la hace reconocible.

Esta muestra extraordinaria se completa con admirables fotografías que su amigo Brassaï tomó de estas esculturas en los talleres del pintor, lo que constituye el complementario encuentro entre dos artistas enormes.


Josefina Sartora

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