Dos días, una noche
Dirección y guión: Jean-Pierre
y Luc Dardenne
Bélgica-Francia-Italia/2014
Los hermanos Dardenne incursionan
nuevamente en el mundo del trabajo, con un melodrama que retrata como ellos
saben hacerlo la crisis del capitalismo y sus consecuencias humanas. Con sus habituales
largos planos secuencia, siempre a centímetros de la protagonista, siguen en
este caso los pasos de una mujer (Marion Cotillard) cuyo trabajo en una fábrica
se ve en riesgo, ya que después de haber atravesado una depresión que la ha
tenido ausente de su labor, sus compañeros se vieron forzados a optar entre
conseguir una bonificación de mil euros cada uno para apartarla de la empresa o
que ella se reincorporara a su trabajo, y por consiguiente los demás perderían
ese bono. La primera votación le ha sido adversa, pero habrá una nueva oportunidad
el lunes y Sandra tiene el sábado y domingo para visitarlos uno a uno y
convencerlos de que cambien su voto, y así podría conservar su trabajo. Con la ayuda
de su marido (Fabrizio Rongione) y bastante medicación, sale al camino a buscar
a sus 16 interlocutores en su ciudad belga, con resultados diversos. Durante
dos días y una noche, Sandra atraviesa una odisea y lucha por su trabajo, y por
su autoestima. Por supuesto, no falta el villano en esta cruzada: ella sabe que
hay un monstruo en las tinieblas: el jefe de personal que ha amenazado a varios
compañeros con ser echados si se reincorpora a Sandra, porque sobra un empleado
en el plantel.
Es asombroso el talento
de los Dardenne para lograr una suerte de road
movie urbana, o película de aventuras, con tan pocos elementos. Crean un
clima de tenso suspenso apelando a sentimientos básicos de nobleza y sobre
todo, de solidaridad o com-pasión. La actitud de Sandra incluso provoca modificaciones
y reacciones morales en sus interlocutores. Grandes directores de actores, los
Dardenne consiguen de Marion Cotillard la mejor actuación de su carrera, que le
valió una nominación más al Oscar: sencilla y sensible, en una caracterización
muy diferente del glamour que exhibe
en otros films, su actuación está plena de matices, ajena a los estereotipos.
Su rostro denota la emoción de cada instante, ante cada aceptación o rechazo.
Tan natural como la cámara, casi documental, que sigue su derrotero. Cada
encuentro crucial con un compañero está filmado en un solo plano, lo cual
imprime una teatralidad que da su sello de verdad a cada escena.
Los Dardenne desnudan con
esta historia simple, personal, un estado de situación social y económica de
Europa, donde la lucha por la supervivencia laboral se muestra implacable. Ya
habían abordado la problemática en todos sus film anteriores, desde La
promesa con sus inmigrantes ilegales hasta el descuido de la infancia
en las clases más carenciadas en El niño y El chico de la bici. En
este caso, la vulnerabilidad laboral de Sandra significará una prueba de vida y
madurez humana. Ella ha evolucionado, se ha fortalecido en ese via crucis y ha recuperado la fe en la
vida.
Josefina Sartora
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