21 de octubre de 2015

Vi crucis urbano

Dos días, una noche
Dirección y guión: Jean-Pierre y Luc Dardenne
Bélgica-Francia-Italia/2014


Los hermanos Dardenne incursionan nuevamente en el mundo del trabajo, con un melodrama que retrata como ellos saben hacerlo la crisis del capitalismo y sus consecuencias humanas. Con sus habituales largos planos secuencia, siempre a centímetros de la protagonista, siguen en este caso los pasos de una mujer (Marion Cotillard) cuyo trabajo en una fábrica se ve en riesgo, ya que después de haber atravesado una depresión que la ha tenido ausente de su labor, sus compañeros se vieron forzados a optar entre conseguir una bonificación de mil euros cada uno para apartarla de la empresa o que ella se reincorporara a su trabajo, y por consiguiente los demás perderían ese bono. La primera votación le ha sido adversa, pero habrá una nueva oportunidad el lunes y Sandra tiene el sábado y domingo para visitarlos uno a uno y convencerlos de que cambien su voto, y así podría conservar su trabajo. Con la ayuda de su marido (Fabrizio Rongione) y bastante medicación, sale al camino a buscar a sus 16 interlocutores en su ciudad belga, con resultados diversos. Durante dos días y una noche, Sandra atraviesa una odisea y lucha por su trabajo, y por su autoestima. Por supuesto, no falta el villano en esta cruzada: ella sabe que hay un monstruo en las tinieblas: el jefe de personal que ha amenazado a varios compañeros con ser echados si se reincorpora a Sandra, porque sobra un empleado en el plantel.


Es asombroso el talento de los Dardenne para lograr una suerte de road movie urbana, o película de aventuras, con tan pocos elementos. Crean un clima de tenso suspenso apelando a sentimientos básicos de nobleza y sobre todo, de solidaridad o com-pasión. La actitud de Sandra incluso provoca modificaciones y reacciones morales en sus interlocutores. Grandes directores de actores, los Dardenne consiguen de Marion Cotillard la mejor actuación de su carrera, que le valió una nominación más al Oscar: sencilla y sensible, en una caracterización muy diferente del glamour que exhibe en otros films, su actuación está plena de matices, ajena a los estereotipos. Su rostro denota la emoción de cada instante, ante cada aceptación o rechazo. Tan natural como la cámara, casi documental, que sigue su derrotero. Cada encuentro crucial con un compañero está filmado en un solo plano, lo cual imprime una teatralidad que da su sello de verdad a cada escena.

Los Dardenne desnudan con esta historia simple, personal, un estado de situación social y económica de Europa, donde la lucha por la supervivencia laboral se muestra implacable. Ya habían abordado la problemática en todos sus film anteriores, desde La promesa con sus inmigrantes ilegales hasta el descuido de la infancia en las clases más carenciadas en El niño y El chico de la bici. En este caso, la vulnerabilidad laboral de Sandra significará una prueba de vida y madurez humana. Ella ha evolucionado, se ha fortalecido en ese via crucis y ha recuperado la fe en la vida.


Josefina Sartora

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