Entre la vida y la muerte: dos documentales
Dos documentales
se destacaron en el Festival y convocaron nutrido público, debido a la
importancia de sus realizadoras: No Home Movie de Chantal Akerman y Heart
of a Dog, de Laurie Anderson. Dos documentales de dos artistas de
vanguardia, que se han consagrado por su talento y creatividad, tanto en el
cine moderno como en a música vanguardista. Dos documentales elegíacos,
dedicados a hablar de la muerte, pero no solamente.
El título del
último film que realizó Akerman constituye una boutade: justamente la suya podría considerarse una película
casera, dedicada a registrar a su madre en su última época, rodada casi
íntegramente dentro de su departamento en Bruselas. Resulta insoslayable el
recuerdo de la obra maestra de Chantal Akerman: Jeanne Dielman, 23 Quai de
Commerce, que registrara a una ama de casa en su vida cotidiana en su
hogar. 40 años después, Akerman planta la cámara fija para registrar los
menores movimientos de su madre, muy anciana, sus comidas, sus lecturas, sus
siestas y sus conversaciones con su hija, la propia directora. Ella ya le había
dedicado en film, News From Home, en 1977. Filmada en varios capítulos, divididos
por largos planos fijos de un paisaje desértico, travellings en sitios
similares, un árbol que resiste el batir del viento (como su madre), o el
correr de agua; esos episodios poco se diferencian entre sí: las charlas casi
siempre son banales, a veces por Skype con la hija que pasa parte de su tiempo
en Estados Unidos, pero sutilmente vemos que la mujer va empeorando
progresivamente su estado físico. Una toma cambia decisivamente la iluminación,
más natural, por ende más oscura, y es el anuncio del final.
Se trata de un
film duro, sin concesiones, cuya aspereza queda distante de todo
sentimentalismo. Pero no del sentimiento. Madre e hija están unidas por un amor
incondicional, por un entendimiento absoluto, sea en los saludos como en las
conversaciones entre ambas –la directora casi siempre fuera de campo, o de
espaldas, o en fugaces perfiles- que por momentos tocan temas dolorosos, como
su educación judía, su paso por el campo de concentración de Auschwitz, o su
emigración a Bélgica, o sobre las simpatías nazis de su rey, sin que el film pretenda
erigirse en una biografía, ni siquiera un retrato.
Un film muy
tanático, que resulta doblemente estremecedor
porque nunca dejamos de recordar que fue el último que filmó Chantal
Akerman antes de acabar con su vida, el mes pasado.
También el film de
Laurie Anderson es un canto de amor a un ser querido que ha muerto: su perra
Lolabelle. Todo lo que el film de Akerman tiene de fijo, seco o áspero, el de
Anderson lo tiene de experimental y dinámico. Hemos tenido la oportunidad de
apreciarsu talento como compositora en los recitales que ha brindado en Buenos
Aires, siempre innovadores y creativos, nunca convencionales. Puesta a hacer
cine, Anderson filma como compone: con toda libertad. En Heart of a Dog evoca a su
perra muerta mediante infinidad de recursos: dibujos, fotografías, imágenes
turbias, acuosas, filmaciones se suceden sin cesar y evocan otros temas, además
de la vida y la muerte: la libertad, la sociedad de control en que se ha
convertido su país después del 11 de septiembre, su propia niñez, la
perdurabilidad después de la muerte. “El propósito de la muerte es liberar la
vida”. Anderson apela a la sabiduría budista, y a las creencias sobre el más
allá, referidas a amigos, a su perra, a su madre, en un libre fluir de la
conciencia de su voz over, con algo
de mantra, e imágenes turbias evocativas, sugestivas. Un film celebratorio, que
exuda frescura y amor por la vida, aceptación de la muerte. Muy en segundo
plano, apenas evocado en la música, o en la dedicatoria final, está presente su
marido muerto en 2013, Lou Reed.
Josefina Sartora
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