9 de noviembre de 2015

Festival de Mar del Plata 2015. Akerman y Anderson

Entre la vida y la muerte: dos documentales

Dos documentales se destacaron en el Festival y convocaron nutrido público, debido a la importancia de sus realizadoras: No Home Movie de Chantal Akerman y Heart of a Dog, de Laurie Anderson. Dos documentales de dos artistas de vanguardia, que se han consagrado por su talento y creatividad, tanto en el cine moderno como en a música vanguardista. Dos documentales elegíacos, dedicados a hablar de la muerte, pero no solamente.


El título del último film que realizó Akerman constituye una boutade: justamente la suya podría considerarse una película casera, dedicada a registrar a su madre en su última época, rodada casi íntegramente dentro de su departamento en Bruselas. Resulta insoslayable el recuerdo de la obra maestra de Chantal Akerman: Jeanne Dielman, 23 Quai de Commerce, que registrara a una ama de casa en su vida cotidiana en su hogar. 40 años después, Akerman planta la cámara fija para registrar los menores movimientos de su madre, muy anciana, sus comidas, sus lecturas, sus siestas y sus conversaciones con su hija, la propia directora. Ella ya le había dedicado en film, News From Home, en 1977. Filmada en varios capítulos, divididos por largos planos fijos de un paisaje desértico, travellings en sitios similares, un árbol que resiste el batir del viento (como su madre), o el correr de agua; esos episodios poco se diferencian entre sí: las charlas casi siempre son banales, a veces por Skype con la hija que pasa parte de su tiempo en Estados Unidos, pero sutilmente vemos que la mujer va empeorando progresivamente su estado físico. Una toma cambia decisivamente la iluminación, más natural, por ende más oscura, y es el anuncio del final.

Se trata de un film duro, sin concesiones, cuya aspereza queda distante de todo sentimentalismo. Pero no del sentimiento. Madre e hija están unidas por un amor incondicional, por un entendimiento absoluto, sea en los saludos como en las conversaciones entre ambas –la directora casi siempre fuera de campo, o de espaldas, o en fugaces perfiles- que por momentos tocan temas dolorosos, como su educación judía, su paso por el campo de concentración de Auschwitz, o su emigración a Bélgica, o sobre las simpatías nazis de su rey, sin que el film pretenda erigirse en una biografía, ni siquiera un retrato.

Un film muy tanático, que resulta doblemente estremecedor  porque nunca dejamos de recordar que fue el último que filmó Chantal Akerman antes de acabar con su vida, el mes pasado.


También el film de Laurie Anderson es un canto de amor a un ser querido que ha muerto: su perra Lolabelle. Todo lo que el film de Akerman tiene de fijo, seco o áspero, el de Anderson lo tiene de experimental y dinámico. Hemos tenido la oportunidad de apreciarsu talento como compositora en los recitales que ha brindado en Buenos Aires, siempre innovadores y creativos, nunca convencionales. Puesta a hacer cine, Anderson filma como compone: con toda libertad. En Heart of a Dog evoca a su perra muerta mediante infinidad de recursos: dibujos, fotografías, imágenes turbias, acuosas, filmaciones se suceden sin cesar y evocan otros temas, además de la vida y la muerte: la libertad, la sociedad de control en que se ha convertido su país después del 11 de septiembre, su propia niñez, la perdurabilidad después de la muerte. “El propósito de la muerte es liberar la vida”. Anderson apela a la sabiduría budista, y a las creencias sobre el más allá, referidas a amigos, a su perra, a su madre, en un libre fluir de la conciencia de su voz over, con algo de mantra, e imágenes turbias evocativas, sugestivas. Un film celebratorio, que exuda frescura y amor por la vida, aceptación de la muerte. Muy en segundo plano, apenas evocado en la música, o en la dedicatoria final, está presente su marido muerto en 2013, Lou Reed.

Josefina Sartora


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