Un director soviético a conocer: Marlen Khutsiev
Son destacables
las retrospectivas que ofreció el Festival de Mar del Plata, en las que pudo
apreciarse la mano del su director artístico, el historiador y restaurador por
excelencia, Fernando Peña. Además de la
revisión de clásicos argentinos, de películas de la era de Hollywood antes de
la censura del Código Hays, del cine de Daisuke Ito, de Kidlat Tahimik, de
Gustav Deutsch y del gran Aleksandr Dovzhenko, tuvimos la oportunidad de
conocer un realizador soviético poco difundido, Marlen Khutsiev. Nacido en 1925,
su primer film es de 1958 y hoy sigue filmando. El Festival de Locarno le
dedicó un foco de seis películas, que se trasladó a Mar del Plata con el
agregado de dos más, y seguirá su camino al próximo Festival de México, en un
rescate bastante integral de la filmografía de este director muy personal.
Khutsiev aborda
variados temas a lo largo de su carrera, aunque es permanente su interés por la
evocación de la guerra, la construcción de la nación y el rescate del pasado. Lluvia
de julio (1967) es su film más nouvelle
vague, filmado en blanco y negro, constituye un retrato amoroso de Moscú y
su gente, en el que la ficción y el documental se combinan sabiamente,
anticipando una tendencia de plena actualidad. Cuadro de situación de una
sociedad en un primer deshielo, liberada del stalinismo (Khutsiev perdió a su
padre en las purgas ordenadas por Stalin), el film constituye un retrato de los
jóvenes y no tanto, mezclado con imágenes renacentistas, pero sobre todo, de la
ciudad. La historia, algo menor, de una pareja que no termina de formarse, puede
ser emergente de toda una sociedad, poco sincera, egoísta y engañosa, y está contada fragmentariamente, sin
intención de linealidad. Kutsiev saca la cámara a la calle y toma su gente, sus
plazas, su luz y sonidos de una manera fresca y admirativa. El film está muy
cercano al cine italiano de esos años, al Antonioni y Fellini de entonces, con
su cuadro melancólico de un grupo de intelectuales. El film despertó el rechazo
de Nikita Khruschov, quien constituyó una permanente amenaza para el director.
Si Lluvia
de julio abunda en exteriores, urbanos y campestres, en cambio Epílogo
(1984) es una obra de cámara, casi íntegramente filmada dentro de un
departamento, su primer film en color. Basada en el cuento La visita del suegro, de Yuri Pakhomov, es engañosamente simple. Un
anciano va a visitar a su hija a Moscú, pero ella (Lena, como la protagonista
de Lluvia
de julio) debe ausentarse por trabajo. De manera que el viejo permanece
en el departamento con su yerno, quien pensaba dedicar esos días a redactar su
tesis de doctorado. Todo lo que el joven tiene de reconcentrado y silencioso,
su suegro lo tiene de extrovertido, bullicioso, vital. El hombre ha viajado
mucho, conoce de casi todo, es un viejo sabio, un sibarita, sabe de vinos, de
idiomas, de literatura. Es permanente su admiración por Chejov y Tolstoi, dos
escritores a los que actualmente Khutsiev les está dedicando un film. El
entusiasmo del suegro irrita al yerno, aunque progresivamente lo acepta,
incluso llega a extrañarlo cuando no está. Un film delicioso, de un humanismo
de total profundidad, que propone los temas caros a Khutsiev: el encuentro de
dos generaciones, el recuerdo del pasado de Rusia, la evocación de la guerra,
la pasión por la vida.
El film más bello de los que pude ver fue Infinitas (1992), tal vez
su obra maestra, premiada en el Festival de Berlín. Un film total, una summa que se extiende por 206 minutos,
en la que un hombre revisa su vida, y se prepara para la muerte. Tras una
secuencia rayana en el absurdo, el protagonista (Volodya, como el de Lluvia
de julio) permite que lo despojen de todas sus pertenencias, y se va de
Moscú a su pueblo, en un reencuentro con su pasado. En ese descenso cuenta con
un acompañante, suerte de alter ego, o él mismo como joven. Atraviesa todas las
estaciones del año, todos los climas, todos los colores, en su reencuentro con
sus conocidos, en su recorrido por las calles, la iglesia, los edificios
agrietados de esa ciudad de provincia. Hay un sentimiento trágico ante la
aceptación del final, un desánimo, sin fuerzas para seguir viviendo, pero
también está la angustia ante la muerte. “No importa la cantidad de años que
vivas, sino la calidad de tus días”, le dice uno de los tantos personajes que
reencuentra. El film me recordó en cierta medida El espejo de Tarkovski,
aunque el de Khutsiev es menos intelectual, más melancólico y elegíaco.
En cambio su última obra, el documental Gente de 1941 (2001), no
tiene el nivel de las anteriores. Nuevamente Khutsiev evoca la guerra, con
registros documentales de los momentos previos, y las batallas y bombardeos. Film de
propaganda, panfletario, que muestra el saludable e inocente pueblo soviético
sufriendo la invasión alemana y respondiendo con valentía. Film de montaje,
conformado por imágenes de archivo, algunos films de ficción y escenas actuales
en paralelo, lo cual podría interpretarse como una continuidad del mensaje
político. Sin embargo, de ninguna manera esta última película llega a opacar la
obra de un cineasta completo, fresco y lleno de ideas y propuestas.
Josefina Sartora
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