25 de noviembre de 2015

Finaliza 2015: Balance de un año teatral

La cartelera teatral de Buenos Aires constituye un hecho inusitado en el mundo: cada fin de semana los muy variados teatros ofrecen más de doscientas obras (sí, más) para ver en distintos  días, sea en el circuito comercial, en los teatros oficiales o en los numerosos teatros independientes,  alternativos o under, antes llamados off Corrientes y hoy ya instalados institucionalmente como el circuito donde tiene lugar lo más nuevo, el teatro más arriesgado, donde circulan los directores, autores, actores y actrices más valientes, que se juegan en cada puesta.


Mi hijo sólo camina un poco más lento

Imposible verlo todo, pero sí pude ver mucho, y de ello haré un recorte necesario.
Sabemos que toda selección es parcial y subjetiva, pero en la programación de este año ha habido valores innegables: Mi hijo sólo camina un poco más lento, obra del croata Ivor Martinic con dirección de Guillermo Cacace, un drama familiar con una creativa utilización del espacio y un elenco inmejorable, fue uno de los puntos más altos de la temporada. Si esa obra se vio en uno de los espacios menos convencionales de Buenos Aires ¡y a mediodía! Cacace dirigió también en el teatro Cervantes, La crueldad de los animales. Este drama político no llega ni por asomo a la altura de la anterior, pero tienen en común el uso de una voz narrativa, que coincide o no con lo que sucede en escena, recurso que está imponiéndose en esa cruza de géneros que viven las artes en estos momentos. Como en el caso de Cactus orquídea.

Salón Skeffington

Gran iniciativa fue la de la Casona Iluminada con su ciclo Teatro Bombón,  “festival permanente de obras cortas”, que los domingos convoca nutrido público con un variado programa que se renueva mensualmente. Entre otras, en ese contexto se destacó Salón Skeffington, una recreación muy original de textos de María Moreno realizada por Silvio Lang con dos intérpretes extraordinarias, dos de las mejores actrices del teatro porteño: Alejandra Flechner e Iride Mockert, que ponen a prueba toda su capacidad histriónica, su ductilidad y destreza física, en suma, su enorme talento. Silvio Lang –en ese doble standard de los directores que se mueven tanto en el teatro oficial como en el alternativo- dirigió la última obra de Griselda Gambaro, El don, en el teatro Cervantes.  Este teatro oficial nacional también se mueve en dos órdenes, poniendo en escena clásicos nacionales como Jettatore, y obras muy contemporáneas. El don es una obra muy ambiciosa, tanto en lo textual –que analiza los mecanismos del poder y las potencias personlaes que escapan a la lógica racional- como en la puesta en escena, para mí fascinante, para otros farragosa, en la que se lucen Belén Blanco y la gran Cristina Benegas. Esta tiene también una actuación destacada en Los caminos de Federico, la puesta de los poemas de García Lorca que hiciera célebre Alfredo Alcón.

Ya es amplio el reconocimiento a las excelentes actrices y actores de la escena teatral de Buenso Aires. Incluso, en muchos casos, son ellos los que sostienen obras que no están a la altura de sus intérpretes. No es el caso de ¿Cómo vuelvo?, una obra que, basada en textos narrativos de Hebe Uhart, tuvo una intervención recreativa invalorable de su director, Diego Lerman, y sobre todo, de su extraordinaria intérprete, María Merlino. Una obra muy argentina, con las impresiones de una maestra rural, que podría ser la mujer nacional. Tras sus destacadas actuaciones unipersonales, es el momento de que Merlino tenga su lugar en alguna obra colectiva.


Yo no duermo la siesta

Otra obra admirable y muy disfrutable fue Yo no duermo la siesta, que involucra a las hermanas Paula y María Marull. Es difícil discriminar quién es quién entre ambas, qué hace cada una de estas mellizas en cada obra, ya que han trabajado juntas y mancomunadas. En esta ocasión, Paula escribe y dirige la obra, mientras María cumple una excelente actuación en un drama familiar y de pueblo –tema que ambas manejan muy bien- en un espacio escénico logrado gracias a la renovación del escenario del Espacio Callejón que diseñó la talentosa Alicia Leloutre. Junto a la escenógrafa, su compinche habitual y factótum de la iluminación de la escena under: Matías Sendón. María Marull, por su parte, escribió otra obra deliciosa, La Pilarcita, que aborda mitos y constumbres provincianas.

Este ha sido un buen año para Maruja Bustamante, una artista que puede estar en uno u otro lado del escenario. Su obra más destacada este año fue Maruja enamorada, una autobiografía que la tuvo como autora e intérprete de sí misma. Pero Maruja también actúa en Tribus, dirigida por Claudio Tolcachir, y dirige a otros actores en su obra Dios tenía algo guardado para nosotros, y en Un gesto común, de Santiago Loza. Tolcachir –quien también se mueve entre el teatro comercial y su propio espacio Timbre 4, donde experimenta con obras muy osadas, volvió a asombrar con Dínamo, escrita junto a Lautaro Peirotti y Melisa Hermida. La obra prescinde de los habituales diálogos, con apenas unos pocos parlamentos, y recuesta su peso en la expresividad gestual y física a las excelentes actrices, Marta Lubos, Paula Ransemberg y Daniela Pal.

Varias obras abordan el tema de la violencia contra la mujer, ejercida de una u otra manera: desde La Wagner, un ejercicio físico a mi juicio equivocado, que llega a volcar esa misma violencia sobre las actrices que lo interpretan peligrosamente, pasando por La sirena, de Luis Cano, y La violación de Lucrecia que tuvo una interpretación magistral de Nuria Espert.

Alejandra Radano tuvo a su cargo la interpretación de Fanny Navarro en Deshonrada, con la genial dirección de Alfredo Arias. Una obra que revisa nuestro pasado en una gran puesta. Y otra diosa de la escena, Analía Couceyro, volvió a desplegar su talento en Constanza muere, un despliegue lúdico y nada solemne sobre la muerte cercana, pero también sobre  la vida.

Constanza muere

Frente tantas mujeres actrices, directoras y dramaturgas, una obra muy masculina: Terrenal cumplió su segundo año después de haver cosechado justos premios en sus ditintos rubros. El mito de Caín y Abel traladado al grotesco criollo con un texto elaborado, maravilloso, de Mauricio Kartun, y la pareja actuación de tres grandes Claudios: Da  Passano, Martínez Bel Y Rissi.

Terrenal

Otra obra valiosa se puso en el Teatro San Martín: Vigilia de noche, del sueco Lars Norén, es un melodrama que enfrenta dos parejas con hermanos en crisis, con un elenco notable: la gran Pilar Gamboa, Walter Jacob, Luis Machín y Mara Bestelli.

Por último, el Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires resultó un evento decepcionante. Lejos están los tiempos en que venían espectáculos con propuestas estéticas innovadoras, sorprendentes. Con poquísimas excepciones, lo de este año abundó en efectismos visuales, parafernalia, estética hueca, de menor calidad que los espectáculos que estamos habituados a ver en esta ciudad.


Josefina Sartora

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