23 de marzo de 2016

Lo que guarda la tierra

El tesoro (Comoara)
Dirección y guión: Corneliu Porumboiu
Rumania-Francia/2015


El tesoro constituye un nuevo hallazgo de la cinematografía rumana, y otra muestra de cómo una historia pequeña, y que en este caso no cesa de transitar por el borde del absurdo, puede dar lugar a complejas situaciones y reflexiones que la trascienden.

Costi, un burgués pequeño pequeño, un burócrata, comienza a soñar con grandezas cuando un vecino acosado por la crisis (el director Adrian Purcarescu), con una hipoteca que no puede pagar, llega a proponerle desenterrar un tesoro que su abuelo habría ocultado años atrás en el jardín de su casa de campo. Ese lugar, evocación de tiempos de abundancia ya idos, estuvo atravesado por la historia de su país. El tesoro a encontrar pasa entonces a constituirse como símbolo. Ambos se ponen a la búsqueda, en una suerte de programa de fin de semana. Desde la primera escena, con padre e hijo a bordo de un coche, se menciona a Robin Hood. La figura del héroe queda así instalada. Costi es un padre excelente, acompaña a su hijo, le lee historias de aventuras, y necesita de su admiración. Toda la búsqueda del tesoro está concebida como una aventura, y con el modelo del héroe Costi debe demostrarle al niño que ha tenido éxito. Hay complicaciones, claro: como en toda aventura, hay obstáculos que deberá superar. Conseguir el dinero para la empresa, después un detector de metales, cuyo técnico no es ni eficiente ni muy colaborador; durante la búsqueda del tesoro, se producen fricciones entre los buscadores, que nunca se sabe cómo derivarán; y por fin enfrentar a la policía, y rendir cuentas: la ley indica que todo elemento que pueda contener valor cultural para Rumania debe ser declarado, y ceder parte de él al estado. Una vez más, la burocracia siempre presente sólo está allí para entorpecer el desarrollo de las cosas y de sus protagonistas.


El film está claramente estructurado en tres partes: la primera, urbana y fotografiada en una paleta de azules y grises, prepara la búsqueda. La segunda, rural, con tonos tierras y verdes, se desarrolla en el día de la búsqueda y está filmada en largos planos generales, sin los primeros planos que abundan al principio y al final. Sólo al final, cuando juegan los niños, como rasgo estilístico que aparecía en Policía, adjetivo, recurre a los colores cálidos. Y ese tercer acto, que tiene lugar nuevamente en la ciudad, constituye la peculiar consagración del héroe, con un último plano que es una lección de cine, y de gran significado moral. Porumboiu ganó el premio Un certain regard en Cannes, y la película obtuvo el premio en el Festival de Transilvania.


El film tiene momentos hilarantes, el humor, la farsa y el absurdo crecen a medida que pasan las horas de búsqueda, las derivaciones recuerdan los films anteriores de Porumboiu, sobre todo Policía, adjetivo y su puesta en ridículo de la burocracia. Su película mantiene un suspenso inquietante, y la permanente duda de si se está hablando en serio o acaso todo se trata de una sátira. Pero sí, el asunto va en serio, sobre todo en la opinión de Costi, quien debe presentarse triunfador ante su hijo. Los diálogos entre marido y mujer (Cuzi y Cristina Toma), mínimos, secos, son imperdibles, y hablan del estado de la sociedad. Así como en Cae la noche en Bucarest una anécdota mínima, personal, daba pie a una reflexión sobre el estado del cine, en El tesoro toda la peripecia aparentemente muy simple, con su ambigüedad y cambios de tono, está abierta a múltiples lecturas referidas a la política, la historia de Rumania, la moral, la familia y la sociedad. Resulta inevitable el recuerdo de una obra de teatro reciente en nuestros escenarios, Cuando vuelva a casa voy a ser otro, de Mariano Pensotti, en la que también las huellas del pasado estaban enterradas en el jardín de los abuelos. Y este tesoro oficiaba como pretexto para hablar de la historia de los argentinos. Cabe subrayar también que tanto El tesoro como la obra teatral están basadas en hechos autobiográficos de Purcarescu, Costi y su mujer son esposos en la vida real, el chico es hijo de ambos, y el técnico es un verdadero especialista en detectores de metales, con todo lo cual ficción y documental se articulan de manera sutil y magistral.

Ya en 12:08 Este de Bucarest Porumboiu había abordado la historia de Rumania como sátira. En esta oportunidad, desarrolla su propuesta con mayor benevolencia: ácido, sí, pero también con ternura. En su quinto opus, Porumboiu se afirma como el mejor director del cine rumano.


Josefina Sartora

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