Ay tus pinos, Pinamar
Siempre
me ha gustado Pinamar. Desde los años ‘70, en que me hacía escapadas desde Mar
del Plata, hasta los últimos, cuando voy invitada al festival Pantalla Pinamar,
siempre es un gusto pasear por su peculiar geografía. El bosque que en los ‘40
plantaron los Bunge y los Guerrero para fijar los médanos de arena, y que
sirvió para albergar un emprendimiento edilicio que derivó en lo que es hoy una
ciudad, poseía un atractivo y un encanto peculiar, recorrido por sinuosas
calles de arena, envuelto en ese olor tan propio a pino insignis, a pino
marítimo, a eucaliptus.
Hoy
todo eso está cambiado. Poco queda de aquel bosque tupido, en algunas zonas
oscuro, por la cantidad de árboles que había. Una tala indiscriminada, motivada
en gran parte por el intenso ritmo de la construcción, la falta de una política
coherente de mantenimiento, la construcción sin criterio de numerosos edificios
en la zona céntrica, sumados a la falta de una política seria de reforestación,
han dejado a la ciudad sin su sello más característico, que antes era su mayor
atractivo.
Toda
la franja de unos 300 metros desde el mar carece absolutamente de árboles, de
cualquier tipo. Innumerables terrenos no tienen ni un solo árbol, y la avenida
Bunge, la principal arteria que atraviesa la ciudad de Oeste a Este, desde el
campo hasta la playa, ya no luce, los muy pocos árboles que allí se
conservan no disimulan la fealdad de los
edificios que la pueblan, de los negocios comerciales desangelados.
Durante
la clausura de la última Pantalla Pinamar intentamos dialogar con el nuevo y
muy joven intendente, Martín Yeza. Nos negaron esa posibilidad, el intendente
estuvo inaccesible. Deseábamos presentarle una idea para un proyecto municipal,
que podría contribuir a recuperar algo de aquella magia verde.
Si
cada propietario/a de cada terreno plantara UN pino en su terreno, la
ciudad vería poblarse nuevamente con miles y miles de pinos que justificarían
el hermoso nombre de la ciudad. El histórico hotel Playas, que brinda jabones y
cremas con aroma a pino, es un modelo: acaba de reforestar con pinos jóvenes el
jardín que tiene sobre la calle. Tengo presente el recuerdo de lo que ocurrió
en Mar del Plata en los ‘90: una ordenanza municipal impuso la plantación de
árboles en las veredas. El intendente Mario Russak no será recordado por sus
modos autoritarios sino por ser quien llenó la ciudad de arbolitos.
La
administración municipal de Pinamar podría elaborar una lista de las especies
posibles, aportar los plantines, en algún convenio con los viveros marítimos
que existen en la costa atlántica, brindárselos a los propietarios y establecer
un plazo de un año para que cada uno plante el árbol que le corresponda, y un
seguimiento para saber si esos árboles prosperaron. En caso contrario, reemplazarlos.
De esta manera, con muy poca inversión, con muy poco esfuerzo, la ciudad
recuperaría la magia de su perfil original. ¿Y quién mejor para llevarlo a cabo
que una administración joven, con futuro por delante, que podrá ver esas
plantas en toda su madurez y esplendor?
Josefina
Sartora
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