24 de abril de 2016

Bafici 2016 – Memoria y balance


¡Larga vida al Bafici!

Terminó el 18º Bafici, y en esta oportunidad se dio el raro caso de que recibieron premio las películas que me gustaron. La larga noche de Francisco Sanctis, opera prima de los muy jóvenes Andrea Testa y Francisco Márquez, ya reseñada, fue la gran ganadora, con el primer premio de la Competencia Internacional, y premio a su gran actor, Diego Velázquez. La película también ganó los premios paralelos, no oficiales, Signis y Feisal. La también muy joven Melisa Liebenthal ganó el premio a Mejor Directora en la Competencia Argentina con su film Las lindas (ver abajo) y la colombiana Inmortal, de Homer Etminiani, también ya reseñada, ganó la Competencia Latinoamericana. El premio a Mejor Director de la Competencia Internacional fue para el egipcio Tamer El Said por su film In the Last Days of the City. La excepción fue La noche, de Edgardo Castro, que ganó el Gran Premio del Jurado (o segundo premio), decisión que no comparto. Los otros premios fueron para películas que no tuve la suerte de ver.

Lo diremos una vez más: no tiene sentido realizar un festival de 400 películas. Lo que para los organizadores es un logro a conservar y reiterar, muchos lo consideramos una decisión que atenta contra la calidad de la programación del Bafici. Y cada año este problema deviene más y más agudo. La programación no tuvo brillos, y si bien tampoco hubo horrores, hace tiempo que venimos lamentando la falta de buenas revelaciones, hallazgos, las sorpresas a que nos habían acostumbrado Baficis anteriores, y que generaron nuestro amor al Bafici. Nos dirán: es lo que hay hoy, y entonces con mayor razón: acotemos la cantidad de películas. Es preferible un festival con 150 o 200 muy buenos títulos, establecer un filtro selectivo de vara más alta, que sólo permita mostrar películas de gran nivel, con más proyecciones por películas, para que pueda verlas mayor cantidad de público, y estaremos todos más contentos. E incluso se achicaría el presupuesto, o con el mismo presupuesto podría accederse a títulos que hoy no se dieron porque eran demasiado caros. El otro aspecto a acotar es la cantidad de competencias, que esta año aumentaron, dispersando aún más la atención, en sentido contrario a la tendencia internacional, que es a reducirlas. Es imposible abarcar tanto.

Unas breves reseñas para terminar:


Las lindas. Melisa Liebenthal, Argentina/2016. Competencia Argentina
Una agradable sorpresa, opera prima de una directora muy joven, documental-ensayo sobre las jóvenes porteñas de su medio ambiente de clase media alta, que llega con un premio en Rotterdam. Desde niña, Melisa ha fotografiado y filmado a sí misma y sus amigas, y ahora, a los veintipico, las entrevista para que hablen sobre las vivencias de su edad, su pubertad, el devenir mujer, los tabúes, normas y mandatos familiares y sociales, sus deseos y miedos. Lo que empieza con testimonios algo banales va cobrando densidad e inteligencia de la mano de una directora que no se queda allí, sino que indaga –a veces con humor corrosivo- en temas como género, autoimagen, el aspecto físico y la necesidad de parecer linda, de seducir a la gente, disquisiciones sobre el pelo largo que hoy todas llevan, o la depilación, y la necesidad -o no- de responder a un modelo femenino establecido.


La helada negra. Maximiliano Schonfeld, Argentina/2016. Noches especiales
Ya en Germania Schonfeld había mostrado su sensibilidad para desplegar el mundo de los campesinos descendientes de alemanes en Entre Ríos, comunidad que es la propia, y que nunca antes el cine argentino había registrado. En esta oportunidad vuelve a contemplar a sus congéneres, en contraste con una chica criolla, a cargo de la talentosa Ailín Salas.
Como salida de la nada, llega a una familia de hombres granjeros una joven que misteriosamente salva los campos de la helada, se gana un lugar en ese hogar, y su misterioso poder sanador llega a oídos de la comunidad, que acude en masa buscando curaciones mágicas. Nada queda explicitado –y lo agradecemos- pero la joven cumple con la figura mítica del extraño que llega ha hacer el bien a una comunidad.
Basada en un hecho real, La helada negra es una película pequeña, franca y auténtica, y si bien podría tener ciertos ajustes de guión, esto no desmerece su valor.


The Laundryman. Lee Ching, Taiwan/2015. Competencia Vanguardia y Género
El hombre del lavadero trabaja a las órdenes de su hermosa jefa limpiando elementos indeseables, o –así se ofrecen- “limpiando la mancha de tu vida”, esto es, matando gente por encargo. Y lo hace con mucha eficiencia. Más tarde la lavandería se ocupa de procesarlos. El problema llega cuando los fantasmas de sus víctimas llegan para acosarlo, invadiendo su hogar y su vida privada. Por consejo de su jefa, consulta una médium joven y encantadora que lo ayudará a desembarazarse de esas presencias que no lo dejan ni dormir, ni vivir en paz. El debe conocer la causa de sus muertes para liberarse de ellos, y en eso pondrán todo su empeño.
Con momentos de acción, lucha cuerpo a cuerpo filmada con steady cam y cámara lenta y música estridente, y con una fotografía excelente, el concepto de limpieza toma en el film un sentido muy amplio y equívoco, ya que esa pareja sale a limpiar a los pasados clientes.
La fórmula oriental del combo magia-acción-romance funciona bien al principio, pero se va complicando a medida que aparecen otras subtramas y el relato se va haciendo confuso. De todas maneras, se trata de un film que apunta a una difusión comercial, y seguramente tendrá éxito en ese medio.

Traces of Garden. Wolfgang Lehmann, Suecia-Alemania/2016.
Un film experimental, bien posicionado en la Competencia Vanguardia y Género. Lehmann experimenta con la imagen y el sonido, a partir del registro de los árboles frutales en primavera con sus ramas y con gran valor estético, sus flores. Con una imagen en movimiento constante, la fotografía originaria de plantas y agua va mutando, fundiéndose, en una deconstrucción permanente, donde los planos se funden, se confunden, se pixelan, produciéndose pasajes sin solución de continuidad. La banda sonora también es intervenida en una progresiva estilización, desde el canto de los pájaros hasta una intuición electrónica.

El resultado es un trip cinematográfico, un estado de meditación lírica en el cual lo único inalterable es la pareja de seres humanos entrelazados, confundidos en un torrente de naturaleza.


Josefina Sartora

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