23 de junio de 2016

Todo desde mi madre

Julieta
Dirección: Pedro Almodóvar
Guión: Pedro Almodóvar, basado en tres cuentos de Alice Munro
España/2016


Hay delicados directores que han demostrado un talento y pregnancia peculiares para crear mundos y sensibilidades femeninas en el cine: Ingmar Bergman, Douglas Sirk, Todd Haynes, algún Woody Allen, y por supuesto, Pedro Almodóvar. Julieta, su película número 20, constituye sustancialmente un film de mujeres, y sus hombres están desarrollados desde su exclusivo punto de vista. Tampoco ellas son muchas: una Julieta mayor y otra juvenil, ambas interpretadas por actrices diferentes –Emma Suárez, actriz de Julio Medem, y Adriana Ugarte, la protagonista de la serie El tiempo entre costuras-, su hija, una amiga, y la empleada doméstica. Si en Ese oscuro objeto del deseo Luis Buñuel diferenció los aspectos de un mismo personaje encarnándolo en dos actrices distintas, aquí ellas encarnan dos etapas muy diferentes de la vida de Julieta. Los hombres están allí atravesados por las vivencias femeninas, su amor, o su rechazo.

Estructurado con fragmentos de la historia de la mujer del título, a lo largo de 30 años en distintos momentos entre su adultez y la lejana juventud, con el alternado de flashbacks, elipsis, diversas épocas, siempre centrado en la protagonista, a quien la cámara nunca abandona, Almodóvar se las ha ingeniado para construir libremente una larga historia a partir de tres cuentos independientes de la nobel canadiense Alice Munro: Destino, Pronto y Silencio.


En su vigésima película, Almodóvar se ha permitido salirse del molde almodovariano que él mismo había forjado, y construye una película distinta, con un mundo otro, y sobre todo, con otro lenguaje, podríamos decir. Es cierto que están allí sus gestos propios, su paleta de colores primarios saturados, el abuso del rojo en la ropa, manos, labios, orejas, coches, ¡hasta tortas!, el contraste de colores entre campo y ciudad, la obvia empatía del realizador con la protagonista. Tampoco falta un doble homenaje a Chavela Vargas: una foto entre los objetos amados y el tema de los títulos finales: Si no te vas, de Cuco Sánchez. Pero aquí en necesario olvidarse de esperar el chiste fácil, la burla a las instituciones, la broma liviana. Esto es un melodrama completo, heredero de los melos del Hollywood de los ’50, pero absolutamente español.

Julieta decide reconstruir su historia para su hija ausente, una hija que ha cortado todo vínculo con ella a los dieciséis años. La madre nunca ha podido aceptar este quiebre, le duele la falta, aunque evita referirse a ella. Puesto en negro sobre el blanco del papel, con su relato volvemos atrás en el tiempo, para conocer cómo constituyó una familia, aflojó los lazos con la suya de origen, y su hija terminó alejándose de ella. Esta historia está relatada con un discurso seco, con cierto distanciamiento, y las actrices recibieron la indicación de no dejarse llevar por las emociones, no hacerlas manifiestas sino al contrario, mantenerlas controladas ante la cámara. Cuando aparece Rossy de Palma esperamos sus habituales toques de humor, pero ni siquiera a ella le están permitidos. Por el contrario, de Palma en su personaje oscuro, ríspido, maquiavélico, es la encargada de desatar la tragedia. (La tragedia griega es el libro que lee Julieta en el tren cuando conoce a quien sería el padre de su hija.) Los saltos temporales, el misterio, la información que se entrega en forma parcial, van generando una tensión que se diluye en la última parte, menos lograda. Si ambas actrices se destacan por sus sutilmente distintas interpretaciones de Julieta, la presencia de Darío Grandinetti suena en disonancia, en otro registro y totalmente fuera de lugar.


Aplaudida en Cannes, Julieta no logró la aprobación española. La semana de su estreno, trascendió que él y su hermano y socio Agustín estaban involucrados en el escándalo financiero de los Panamá Papers. Almodóvar no tuvo la fortuna que acompaña a nuestro presidente Macri: los Panamá Papers mancharon su imagen pública, le ganaron el rechazo de sus compatriotas. Por otro lado, no deja de pesar el hecho de que la película no responde a las expectativas que se generan ante un Almodóvar clásico, al apartarse del modelo. Es este un Almodóvar renovado, que propone un nuevo tratamiento a los temas consabidos. Se acabó la iconoclastia, el desparpajo, sólo permanece el permanente interés por la relación materno-filial. (¿Hay otro tema? decía mi analista.) Y por fin queda el dolor, la profunda tristeza, el abandono y la falta, la culpa, la vejez, con todo lo cual nos deja sacudidos, desvastados, en el mejor film de su última época.


Josefina Sartora

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