L’incoronazione di Poppea
Música: Caludio Monteverdi
Libreto: Gian Francesco Busenello
Dirección musical: Marcelo Birman
Puesta en escena: Marcelo Lombardero
Josefina Sartora
Siempre resulta asombroso comprobar la actualidad de la
obra de arte. De aquellas obras que a través de los años -y de los siglos-
conservan su vigencia. Esas obras que hablan de la condición humana, del hombre
en su fortaleza y debilidad, de sus pasiones y sus vínculos. Son las obras
clásicas, aquellas que no envejecen. Sucede en la literatura, el teatro, la
pintura, el cine, etc.
Marcelo Lombardero supo entenderlo y trasladó la ópera de Claudio Monteverdi,
L’incoronazione
di Poppea, compuesta en el siglo XVII, a un espacio atemporal, donde
conviven elementos de la antigüedad con los de la modernidad. No era fácil la
puesta de esta ópera, y la creatividad lo logró. Se reunieron varias
excelencias: una escenografía expresiva de Daniel Feijóo que conjuga el
clasicismo con el kitsch, una puesta
comprometida que también articula el drama con la farsa y el queer, una
orquesta ajustadísima y un elenco notable y parejo.
La
obra, con libreto de Gian Francesco Busenello, carece de un único manuscrito para
la partitura, y han sobrevivido varios de las diversas ocasiones en que fuera
representada. De hecho, la música fue una creación colectiva del taller que
Monteverdi tenía con sus discípulos. Eso ha dado lugar a distintas versiones de
la obra, y a cierta libertad para su actualización.
La
historia no es otra que la del abuso del poder: Nerón era un personaje
ambicioso y voraz, y enamorado con pasión de Poppea, repudia a su esposa
Ottavia y obliga al suicidio al filósofo Séneca, quien intentaba disuadirlo. La
obra pone en escena los excesos de la tiranía -que elimina toda opinión o
fuerza que le haga frente- y la relatividad de los principios morales; en el
duelo entre la virtud y la fortuna, es ésta la que sale victoriosa. Hay varios
pasajes que cobran total actualidad con la realidad histórica actual de nuestro
país: parecen escritos aquí y ahora.
En
el foso, sonó perfecta la orquesta dirigida por Marcelo Birman con instrumentos
antiguos: cornetto, sacabuche, dos arpas. Y entre los estupendos cantantes,
sobresalieron Victoria Gaeta como Drusilla, Iván García como Séneca, Luisa
Francesconi como Ottavia, estos dos último a cargo de las dos escenas más
dramáticas de la obra.
Un
acierto de Buenos Aires Lírica y Nuova Harmonia en el renovado teatro Coliseo.
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