30 de abril de 2017

Documentales en el 19º Bafici

Josefina Sartora

Los casos que nunca defraudaron en este Bafici fueron los documentales. Como todos los años, los hubo de muy diversos temas, y en distintas secciones.


Uno de los más sobresalientes fue No intenso agora, del brasileño Joâo Moreira Salles, quien había presentado en otro Bafici, hace años, su notable Santiago. Con abundante material de archivo, se trata de una larga evocación de los años ’60, tan convulsionados con movimientos casi revolucionarios, durante los cuales creímos que otro mundo era posible. Con imágenes tomadas por su propia madre durante un viaje a China realizado con un grupo de brasileros de la alta burguesía, asistimos al apogeo de la Revolución Cultural de la mano de Mao Tse Tung, para sin intervalo pasar a las barricadas del mayo francés en Paris, cuando toda la juventud intelectual se unió a la clase obrera alzados contra el orden establecido y fueron sofocado por De Gaulle. Y al mismo tiempo, la primavera de Praga, donde había florecido una incipiente independencia, era sofocada por la entrada de los tanques soviéticos. Las imágenes de este film ensayo son todas tomadas de films rodados por otros, noticieros, películas caseras, películas poco conocidas de la época, con un montaje poco convencional. Resulta muy impactante ver los diversos entierros que se llevan a cabo en Europa y Brasil de manifestantes muertos, símbolo del fracaso de la utopía. Y sin embargo el film refiere al agora, el ahora, que de cierta manera Moreira Salles vincula con aquel ayer, con melancolía, y cierta desesperanza. Una de las buenas películas de la Competencia Internacional.


El otro film político ineludible era Paris est une fête-Un film en 18 vagues de Sylvain George, exhibido en la Competencia de Derechos Humanos. George había ganado un Bafici y un premio Fipresci con su anterior documental, Figuras de guerra, sobre el trato de Europa a los inmigrantes extracomunitarios. En este caso, focaliza en la situación actual de Paris, en plena efervescencia política, cuyas calles están ganadas por las manifestaciones populares contra un estado de cosas que no satisfacen a su población. Asambleas populares, marchas, y sobre todo, represión policial, están registradas sin descanso, sin contemplaciones, en un régimen sobre todo nocturno, con fotografía en blanco y negro, con poderosos claroscuros. Los temas de la protesta son múltiples, y sorprendió ver, entre los muchos carteles portados por los manifestantes, uno que rezaba Panamá papers - Macri=evasión, el cual despertó el aplauso del público, en la única manifestación política que percibí en este Bafici.


Más cercano aún, en dicha Competencia mereció una Mención Especial El pacto de Adriana, documental de la joven chilena Lisette Orozco quien decide investigar la participación de su propia tía en la dictadura de Arturo Pinochet. Sin madre, Lisette había idealizado a esa tía poderosa, hasta que se entera de su actividad en la Dina, la oficina de Inteligencia donde se cometieron tantos abusos, torturas y desapariciones. Se trata de un documental muy inteligente y conmocionante, que circula entre la ambigüedad, sobre la capacidad de distorsión de la realidad que tiene el ser humano, en este caso alguien tan comprometido con sus sentimientos, y el intento por recuperar la verdadera memoria, más allá del (auto)engaño. Esas dos fuerzas en dolorosa pugna, particulares, personales o familiares, ponen en elocuentes imágenes la búsqueda de todo un país. Basta ver a esa tía hablar por Skype desde su exilio en Australia para darse cuenta de cómo la propia memoria se engaña, e intenta manipular –con experiencia adquirida- la búsqueda de verdad.


Chavela en cambio, de Catherine Gund y Daresha Kyi, es un documental biográfico clásico sobre la gran Chavela Vargas, que decide poner en claro toda su controvertida personalidad: su homosexualidad voraz, su alcoholismo imparable y autodestructivo, que la llevó a estar recluida durante 12 años, su poder de recuperación, su capacidad manipuladora, su talento como cantante, al que dedicó su vida, su potencia en suma. Con abundantes imágenes de archivo, que recorren su carrera desde los años ’40 hasta su muerte en 2012, entrevistas a la artista y a quienes colaboraron con ella, es un poderoso retrato de una de las músicas más importantes del siglo XX.


También de México llega Casa Roshell, de Camila José Donoso. Esa casa es una suerte de club de hombres que buscan su identidad sexual a través del transformismo. Allí aprenden a ser mujeres, o al menos a comportarse como ellas, con un modelo femenino algo demodé y estereotipado, pero que les da felicidad. Allí se encuentran, comparten intereses, o acceden con algún visitante al “cuarto oscuro”. Toda la parafernalia queer –pelucas, medias, vestidos, maquillaje, modos de caminar- se despliega de la mejor manera en este film tierno, con una mirada solidaria y comprensiva.


Frente a tantos documentales valiosos, me resultó una decepción lo último de Rodrigo Moreno Una ciudad de provincia. Muy lejos de su excelente Reimon, es este un documental de observación absolutamente convencional y sin sorpresa alguna, más aún, sin una idea, sobre la ciudad de Colón, Entre Ríos, que podría ser cualquier otra ciudad. Sin embargo, los criterios no fueron unánimes, porque esta película obtuvo la Mención –es decir, el segundo premio- en la Competencia Argentina.


Mucho más curioso e interesante resultó Liberami, de Federica Di Giacomo, sobre la acción de un cura exorcista en Italia. Al parecer, cada día aumenta el número de personas que se sienten poseídas por el diablo, y también el número de sacerdotes exorcistas. El documental indaga en la actividad de uno de esos profesionales, con cierto distanciamiento, respeto, y sin investigar demasiado o comprobar si se trata en efecto de casos de posesión satánica o de esquizofrenia, la cual nunca se menciona. Con los pacientes filmados de espaldas, casi sin mostrar sus rostros, Liberami presenta un mundo desesperado, sufriente de penas innominadas.


Varios premios –a su director Javier Izquierdo y premio Fipresci- recibió Un secreto en la caja, falso documental ecuatoriano sobre un presunto escritor del boom latinoamericano, Marcelo Chiriboga, quien habría compartido fama y amistad con Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Julio Cortázar. Lo más interesante es que, al tiempo que relata la trayectoria literaria y política de este escritor –como hiciera Luis Ospina en Un tigre de papel-, sigue la historia de Ecuador, sus guerras con Perú, que distorsiona al punto de terminar con la desaparición del país, absorbido por Colombia y Perú. Una película creativa, con entrevistas a presuntos conocidos de Chiriboga, y actores muy convincentes.



Por último, y lo más importante, la ganadora de Mejor Película en la Competencia Internacional: Niñato, opera prima del español Adrián Orr, es un documental sobre un joven padre, músico rapero, y su familia de tres niños y una abuela que vive en la casa contigua. Documental con mucha puesta en escena, y algo de ficción, largos planos muy cercanos siguen a esos niños en su cotidianidad, en su educación, y se ve su crecimiento a través de unos años. Fragmentaria, espontánea; sin embargo si de niños se trata, prefiero Estiu 1993, cuya directora Carla Simón ganó el premio a la Mejor Dirección, premios que constituyeron un triunfo del nuevo cine español. Sin embargo, el Jurado eligió dar el premio mayor a una película con una estética más contemporánea.

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