El porvenir (L’avenir)
Dirección
y guión: Mia Hansen-Løve
Francia-Alemania/2016
Josefina
Sartora
La
carrera de Isabelle Huppert es tan asombrosa como fascinante. Si en los ‘ 70 la
veíamos joven y bella y fresca con Bertrand Blier, en La encajera (1976) de
Claude Goretta ya compuso su personaje dramático e intenso y después Claude
Chabrol la hizo transitar en varias películas diversas facetas de la mujer
joven, burguesa y atractiva, pero dura, firme, nunca sentimental, aspecto que
más tarde Michael Haneke supo aprovechar tan bien.
Ahora
con la joven y talentosa Mia Hansen-Løve Isabelle ha llegado a la plenitud de
la madurez, pronta a dar el giro hacia la tercera –o cuarta edad-. De eso se
trata L’avenir, y aunque el título hable del futuro, es difícil decir
qué vendrá, aun a la edad de la protagonista. (Es sintomático que el film
comience junto a una tumba.) Madre de hijos ya grandes, casada felizmente con
un colega, la mujer está además “satisfecha intelectualmente” según su decir:
esta profesora de filosofía sabe imponerse en la cátedra, ha ganado alumnos que
la siguen y dirige una colección de ensayos filosóficos. Al principio, su único
problema parece ser su madre senil y demandante, interpretada por la gran Edith
Scob. Hasta que súbitamente, esta firme estructura que la contiene parece
derrumbarse. Su marido da fin a una unión de treinta años, llevándose la mitad
de la biblioteca, su madre muere, sus hijos se han ido, la editorial prescinde
de ella. “Soy totalmente libre”, dice, si saber qué hacer con esa libertad no
buscada.
Pero
el film habla también de los cambios que ha traído en la sociedad el paso del
tiempo: la militancia ya no es para ella, y tampoco comparte los criterios
editoriales marketineros, que
terminan por dejarla afuera. Como Francia toda durante Sarkozy, ha cambiado,
parece haber perdido sus ideales, está sin rumbo. Su vínculo ambiguo con un ex
alumno favorito no llega muy lejos. Tampoco ya es para ella la anarquía ni la
vida en comunidad: ella ha quedado muy lejos del sentir juvenil. Duro conflicto
al que se enfrenta la mujer de ’60 años que en otro tiempo supo ser activista.
¿Acaso sólo resta el ser abuela? Pero tampoco el cuestionamiento es privativo
de esos personajes, como bien lo presenta Hansen-Løve –hija de dos profesores
de filosofía-, quien sabe abordar los conflictos del hombre ante su futuro,
como lo vimos en Eden, El padre de mis hijos, o Tout
est pardoné. Es esta otra de sus historias de desintegración, como las
mencionadas, sutil e inteligente, que Huppert saca adelante con la
determinación que le conocemos, compensando una oculta vulnerabilidad.
Podrá
objetársele la frialdad, el desapego con que sus personajes asumen sus nuevas
realidades, cierta indiferencia o prescindencia, pero como en Elle,
ninguna de las distintas Huppert cae jamás en la desesperación, como si no le
afectara el drama. Este subyace, y sale la superficie sólo gracias a los
matices expresivos muy sutiles de la actriz. Lo cierto es que ha devenido una
de las más grandes intérpretes de hoy, y su presencia es tan fuerte que
sostiene cualquier film, más allá de su excelencia, como sucede en esta y en Elle,
que la tienen en cámara en cada una de las escenas. No menos notable es el
final, tan abierto y real como la vida misma, con uno de los pocos temas
musicales del film, la melancólica Unchained
Melody.
La
última vez que Huppert vino a Buenos Aires, en diciembre de 2016, pude asistir
a su master class, cuando sin ningún
pudor ni falsa modesta aseguró que los directores nunca le marcan qué hacer:
simplemente la convocan, le dan el guión, y ruedan.
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