6 de noviembre de 2017

Nicola Costantino cierra el Festival El cine cocina

Josefina Sartora


La iniciativa de la Alianza Francesa se inscribe en la nueva corriente que destaca la presencia e importancia de la comida en el cine. A los ejemplos de la ficción, que ha dedicado importantes obras a la comida (las antológicas La fiesta de Babette y La gran comilona, El aroma de la papaya verde, Ratatouille y muchos más- se suman los documentales que en los últimos años se ocupan de la tarea de chefs famosos de todo el mundo, y de algunos restoranes célebres, como El Bulli, por poner un ejemplo. El festival de San Sebastián tiene una sección desde hace unos años dedicada a la gastronomía, y el festival El cine cocina aborda ese tema.

Durante una semana Alianza Francesa de Buenos Aires desarrolló varias actividades relacionadas con la cocina y la comida, llamando a una reflexión sobre el estado actual de los alimentos y su futuro. Pudieron verse películas de ficción –Como agua para chocolate, Todo sobre el asado, etc- y documentales –Theatre of Life de Peter Svatek sobre la tarea del mejor chef de Italia, Massimo Vottura, quien recicla comida sobrante para alimentar a grupos carenciados, o Las diosas de la cocina de Vérane Frédiani, sobre la condición relegada de las mujeres chef, que constituyen un 10 % en el mundo. Paralelamente, hubo talleres culinarios y degustaciones. En el foyer de la Alianza llamó mucho la atención la muestra de fotografías ¡No se juega con la comida! De Nicola Knepper, de montajes de diversos alimentos y pastelería y diminutos muñequitos que interactúan con ellos.


El cierre del festival fue brillante, y ocurrió la Noche de los Museos. Se proyectaría la película La artefacta, de Natalie Cristiani, sobre la artista plástica Nicola Costantino. Se anunciaba además un “happening culinario” con la artista, y conociendo la importancia de los alimentos en su obra, despertó un intenso interés, con proyección a sala llena.

El film, con guión de Cristiani y Costantino, hace un recorrido autobiográfico por vida y obra de la artista a través de distintas etapas de su elaboración artística: sus inicios como diseñadora de modas en la fábrica de ropa de su madre, sus esculturas con animales, su obra fotográfica. A manera de los creadores del Renacimiento, Costantino es una artista múltiple, apela a todos los recursos que pueda necesitar para lograr su objetivo, y no le interesa la incorrección política. Decidida a trabajar acerca y con los animales que comemos los argentinos, cerdos, vacunos, aves y equinos han pasado por su taller. Para lograr sus esculturas, y por trabajar con materiales orgánicos y en estado de descomposición, debió aprender taxidermia y momificación y también distintas técnicas para fabricar moldes de siliconas. A Costantino no la detiene la reacción del público: sabe que puede despertar “nuestro mecanismo de defensa, que es el asco” frente a los frisos de fetos de terneros nonatos, o las bolas de cerdos comprimidos. Basta evocar la reacción de rechazo que suscitó su propia lipoaspiración para sacar de su cuerpo dos kilos de grasa con la cual elaboró jabones, en un manifiesto contra la explotación humana que lleva a cabo la sociedad de consumo. Porque la artista presta su cuerpo a todo lo que hace: como hiciera con los cerdos, se calcó a sí misma para elaborar su proceso de embarazo y maternidad, enfrentándose a su doble, La Artefacta. También lo hizo en la obra que presentó en 2015 en la Bienal de Venecia, encarnando la figura de Eva Perón. Y en su última etapa creativa, se expone en fotografías que recrean íconos de la pintura universal. La película, que tiene algunos pocos momentos de ficción, es un fiel documento de su obra, y sostiene su misma estética, de paleta baja, contraluces y oscuridades, evocadora de El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante de Peter Greenaway.



La sorpresa de la noche residió en los postres que decoró la artista ante el público. Budines de mousse de chocolate blanco rellenos con frutos rojos, sobre  los cuales vertía una gelatina de colores. Ella declaró que en los postres descubrió su faceta de pintora, que nunca había explorado. El resultado es sorprendente, y comerse un bocado de esos colores fue una experiencia de múltiple sensualidad. Con esta repostería afirma haber comenzado una nueva etapa en su obra, la de llevar la comida a terrenos no transitados aún.


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